Horas y horas pegado a la pantalla del móvil, viendo menos a sus amigos, casi ni hablando con sus padres. Así vivía hace menos de un año Andrés (nombre ficticio), cuando se dio cuenta de que estaba sufriendo principios de nomofobia o adicción al móvil. "Me carcomía la culpabilidad por no aprovechar el tiempo, ahí me di cuenta que debía parar", continúa el joven de sólo 24 años. Hoy se considera "completamente desintoxicado", aunque confiesa a este periódico que llegaba a pasar "hasta 10 horas al día" pegado a la pequeña pantalla.
Lo primero que hacía al despertarse era comprobar sus notificaciones. Lo mismo antes de dormir, llegando a desvelarse durante horas y horas delante de la luz de su pantalla. Esto cambió drásticamente un día cuando, smartphone en mano, se preguntó: "¿Qué estoy haciendo?". Lo que estaba sucediendo es que Andrés estaba desarrollando principios de nomofobia, o lo que es lo mismo, una adicción a su teléfono.
"No toda la gente que usa mucho el móvil tiene un problema de adicción", asegura Marian García, psicóloga especializada en adicciones y directora de la clínica Orbium. Sólo se puede llegar a considerar un problema cuando afecta a aspectos de la vida diaria como el sueño, la concentración, el estado de ánimo o la sociabilidad.
Además, esta adicción puede ser transitoria. "Muchas personas pasan una mala época y recurren al entretenimiento con su móvil, pero, al pasar el bache, se termina", justifica la experta. Andrés confiesa que empezó a engancharse al móvil en los ratos libres que tenía durante el teletrabajo. En su caso, nunca fue a menos.
Según datos del INE, el 96% de los hogares españoles cuenta con, al menos, una conexión móvil. Así, 7,1 millones de españoles se reconocían ya "adictos" a estos dispositivos en 2020, según el Informe mobile en España y en el mundo, elaborado por la consultora Ditrendia. "Es cierto que mucha gente no tiene adicción al móvil. Aún así hay que estar pendientes de ellos", concreta García.
La experta asegura que lo que engancha "no es tanto el uso del dispositivo, sino lo que se consume dentro", continúa. Las redes sociales son el principal motor de esta dependencia, pues proporcionan dopamina al instante. La conocida como hormona de la felicidad, generada por todas aquellas actividades que nos resultan placenteras.
"Producen mucha dopamina, pero también mucha tolerancia", explica la directora. Es decir, cada vez se necesita liberar más y más para poder tener una sensación de bienestar. Si no, comienza el síndrome de abstinencia como el de cualquier droga al uso. Irritabilidad, nerviosismo y ansiedad, que clarifican que el paciente es adicto.
El peligro del 'scroll' infinito
El scroll infinito, es decir, el contenido que ofrecen estas plataformas nunca acaba y el usuario puede pasarse horas y horas dentro simplemente moviendo un dedo. "Malgastaba gran parte del día en ver vídeos de los que luego no me acordaba a los 5 minutos", comenta Andrés. "Me sentía muy culpable cada vez que estaba en alguna de esas aplicaciones, pero a la vez no podía parar".
Además del consumo inagotable, las redes sociales traen consigo muchos problemas de autoestima. "He tenido pacientes que venían a consulta por no tener muchos likes", confiesa la psicóloga. La comparación con los influencers es inevitable, pero cada vez se da más el caso de que estas conductas se repitan también con la gente de nuestro entorno.
"Me sentía muy culpable cada vez que estaba en alguna de esas aplicaciones, pero a la vez no podía parar"
Trastornos de la conducta alimentaria, dismorfia y otros problemas son los derivados de estar en constante exposición a "vidas perfectas". La velocidad de las redes hace que las modas cambien cada poco, lo que genera una gran inestabilidad para la gente de a pie. "Muchas personas compran todo lo que recomiendan los creadores solo para sentir que pertenecen a algo", confirma García.
Un estudio de la Universidad de Cádiz recoge que esto no debe ser necesariamente malo, pues puede generar un sentimiento de comprensión y comunidad que ayuda a las personas a reafirmarse como individuos. Aun así, también destaca algunos aspectos negativos como la idealización de las personas con las que conectan online o incluso un conflicto personal que derive en problemas de autoestima.
La solución de Andrés ante su "malestar constante al ver las fotos y vídeos de los demás" fue desinstalar las aplicaciones de sus dispositivos. "Empecé con TikTok y después fue Twitter. Sólo me queda Instagram, que lo tengo limitado a 2 horas, aunque nunca llego", continúa.
"El primer paso para desintoxicarse es controlar el tiempo de uso y que se hagan más cosas", explica la psicóloga. Eso fue exactamente lo que hizo Andrés. "A mí lo que más me ayudó fue hacer pequeñas excursiones cerca de mi casa, así estaba distraído". Además, apunta, "juego a videojuegos, pero siento que este si es tiempo bien invertido, que vale para algo".
Así ha conseguido reducir su tiempo de uso a menos de la mitad, todo por su propia voluntad. "Al desinstalar muchas de las aplicaciones me di cuenta de que solo las utilizaba porque las tenía ahí, a mano", relata el joven. "Hay días que mi tiempo de uso vuelve a ser un poco alto, pero, normalmente, no supera las 3 horas", finaliza.
Este problema suele asociarse principalmente a jóvenes como Andrés, aunque cada vez más adultos se convierten en víctimas. "He llegado a tener pacientes de 70 años en consulta", cuenta García. "Es una solución muchas veces a la soledad no deseada".
Aun así, es necesario remarcar que, efectivamente, más de la mitad de los adolescentes utiliza el móvil de forma excesiva. Menos del 30% duerme un número óptimo de horas, según recoge el último estudio sobre la Percepción de la Salud Mental de los Adolescentes y el Mal Uso de la Tecnología realizado por el Instituto de la Vida Saludable de DKV. La principal causa para este insomnio es, precisamente, el móvil.
Las otras adicciones
Lo cierto es que la nomofobia puede ser el resorte que desencadene otras patologías. Muchos jóvenes recurren a sus smartphones para acceder a casas de apuestas y terminan desarrollando una nueva adicción. "Tienen una accesibilidad infinita, siempre está abierto", explica García.
Algunas de estas páginas ofrecen bonos para jugar por primera vez que ofertan una ganancia del doble de lo apostado y una pérdida de tan solo la mitad. Con la promesa de una prueba completamente gratuita, acaban enganchando a los usuarios.
Algunos sí cuentan con su propio dinero para apostar. Los que no, recurren a sus familiares o incluso se endeudan pidiendo créditos pensando que lo llegarán recuperar. La bola de problemas se va haciendo cada vez mayor, empezando con una "simple" adicción al móvil para terminar debiendo grandes sumas de dinero.
El principal problema, como comentaba la experta, es que se puede llegar a ellas a cualquier hora y desde cualquier lugar, haciendo irremediable el deseo de jugar. Además, aumentará considerablemente el número de horas de consumo del móvil a diario.
El mismo estudio de la Universidad de Cádiz concluye que "la sociedad está dividida entre personas que en esta era digital les genera un rechazo y una frustración por la sobrecarga de información constante y la exposición de la vida privada en medios sociales frente a individuos que buscan esta conectividad como medio de expresión, evasión y diversión".
*Sofía Antuña, autora del reportaje, es alumna de la segunda promoción 2024-2025 del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL/UCJC.