La evolución de las técnicas quirúrgicas en el parto ha ido reduciendo considerablemente el tamaño de la herida por cesárea. Sigue siendo una cicatriz visible, de unos diez o 15 centímetros de longitud y unos tres milímetros de ancho en el bajo vientre, pero, con un correcto cuidado, su apariencia se puede minimizar.

En España uno de cada cuatro nacimientos se produce mediante cesárea, algo más de 100.000 partos al año, así que son muchas las mujeres a las que les preocupa el aspecto de la cicatriz que queda tras la intervención. Existen varias cosas que se pueden hacer, tanto antes como después, para cuidar de la herida.

Si vas a tener una cesárea programada, los días de antes es recomendable aplicar crema hidratante en la zona para que la piel esté elástica y sea más fácil recuperarla. Tras la intervención, la hidratación y protección de la herida serán claves para su cuidado, pues si no se hace un seguimiento adecuado de la misma, la cicatriz puede aumentar su tamaño y alcanzar cierto grosor.

Cuidados de la herida

Al ser una herida de considerable tamaño, al fin y al cabo es una cirugía abierta, la sutura de la cesárea precisa de puntos o grapas para cerrarla. Durante el tiempo que se tengan los puntos, la herida debe cuidarse con antisépticos para evitar que se infecte, y vigilar de cerca que no exista sangrado o apertura de la piel. En esta fase es vital lavar la lesión con agua y jabón neutro para mantenerla siempre limpia.

Para el día a día lo mejor es utilizar ropa ancha, e incluso se pueden colocar unas gasas sobre la herida para evitar el roce con la ropa interior. Además, se recomienda usar prendas de algodón que son más transpirables. Tampoco se deben hacer esfuerzos que comprometan la zona, como agacharse o estirarse y, ante movimientos bruscos como un estornudo, se puede sujetar la zona abdominal con las manos para proteger la piel.

Al cabo de diez días aproximadamente, si el médico valora que el nivel de cicatrización es suficiente, los puntos o grapas pueden retirarse. Es entonces cuando se puede comenzar a usar un tratamiento reductor de cicatrices para ir mejorando su apariencia. En un principio la cicatriz tendrá tonos rosados, un poco rojizos quizás, y sin relieves. Sin embargo, el 5% de las mujeres tienen la posibilidad de desarrollar queloides, que ocurren cuando el tejido crece demasiado y la cicatriz empieza a engrosar. Esto se puede prevenir con una correcta atención.

Los cuidados que le proporcionamos son claves para la buena evolución de la herida. Las primeras semanas la cicatriz puede sentirse tirante e incluso con dolor, por lo que puede ser recomendable masajear la zona suavemente para aliviar leves molestias típicas de una cicatriz como el picor.

Durante los primeros seis meses es esencial proteger la cicatriz del sol para evitar cualquier cambio en la pigmentación del nuevo tejido que se forma. Para ello existen productos que proporcionan un extra de ayuda a la hora de cubrir la herida, como los parches reductores de cicatrices de Trofolastin, una de las marcas de referencia en el cuidado de estrías y cicatrices. 

Estos han demostrado ser una excelente opción para el cuidado de una herida de cesárea, pues cumplen un doble propósito: facilitan la hidratación, ayudando a recuperar la elasticidad en la zona, al mismo tiempo que actúan de barrera contra el exterior, ya que también ofrecen protección solar UPF 50+. 

Estos apósitos incorporan una doble membrana de poliuretano microporoso y una superficie acrílica que actúan como escudo solar y son impermeables. Tienen una alta capacidad de fijación a la piel, así que pueden permanecer fijados en la piel hasta siete días. La barrera protectora que proporciona el parche permite a la piel crear las condiciones necesarias para que la herida cure, ayudando a reducir de forma visible las cicatrices en ocho semanas.

La cicatrización de una herida por cesárea puede durar varias semanas, dependiendo del tamaño de la herida y también del tipo de piel. Pero si la hemos cuidado bien, la evolución normal de la cicatriz hará que evolucione de ese color rosa inicial a un blanco nacarado que, con el paso de los años, pasará cada vez más desapercibido.