No se trata solamente de una cuestión ética. Mientras que la necesidad de una tercera dosis es algo que todavía no se ha comprobado científicamente salvo en contados casos (personas inmunosuprimidas), se sabe con certeza que, en la medida en que el virus esté circulando a nivel mundial, la probabilidad de que surjan nuevas variantes que escapen a las vacunas actuales es mayor.

Según la Organización Mundial de la Salud, se han inoculado más de 4.000 millones de dosis de las vacunas contra la Covid, y más del 80% de ellas han ido a parar a países de renta media y alta, a pesar de que suponen menos de la mitad de la población mundial.

Por eso, a finales de mayo, su director general, Tedros Adhanom, lanzó un reto, la 'carrera hasta septiembre', consistente en que a finales de dicho mes todos los países del mundo tuvieran al menos al 10% de su población vacunada.

Como suele pasar con los llamamientos solidarios de la OMS, cayó en saco roto. "Ya ha pasado más de la mitad del tiempo hasta la fecha y seguimos en el camino". Hay más de 60 países que no han llegado todavía a cubrir al 10% de su población con la pauta completa de la vacuna. Indonesia, Tailandia, Nicaragua, Kenia o Guatemala entre ellos.

Frente a este panorama desolador, varios países han autorizado el uso de nuevas dosis en personas completamente vacunadas. El último en hacerlo ha sido Estados Unidos, si bien, de momento, solo en personas inmunodeprimidas, como las que han sido sometidas a trasplante, reciben un tratamiento de quimioterapia, tienen VIH o déficits inmunitarios congénitos.

Tercera dosis generalizada

Otro caso es el de Israel, que esta misma semana anunciaba que ampliaba a todos los mayores de 50 años su política de administrar una dosis de recuerdo (antes era para todos los mayores de 60 años), o Chile, que ha hecho lo propio para los mayores de 55. Mientras ya hay estudios que están demostrando los beneficios de un refuerzo en pacientes con inmunosupresión, los de elevar esta práctica a la población general están todavía por demostrar.

Por eso, la OMS ha pedido a los países ricos una moratoria en la administración de dosis de recuerdo hasta que finalice septiembre, de forma que las vacunas no utilizadas por estos países se reserven a la población vulnerable de aquellos territorios menos agraciados. También ha hecho un llamamiento a los productores de vacunas para que prioricen la iniciativa Covax, que pretende llevar dosis a los países con menos recursos y que no haya dos niveles separados de pandemia en el mundo.

Una de las razones egoístas para hacer eso es que la probabilidad de aparición de nuevas variantes es mayor cuanto más se transmite, pues al haber más virus circulando ocurre un mayor número de mutaciones. De hecho, un estudio estimó la capacidad de mutación de los coronavirus comparándola con la del virus de la girpe y la aplicó para el SARS-CoV-2, concluyendo que, mientras la pandemia no esté controlada a nivel mundial, será necesaria una mayor frecuencia de actualización de las vacunas disponibles. Por ejemplo, la del laboratorio español Hipra incluye proteínas de las variantes Alfa y Beta para servir de refuerzo a las de la generación anterior. Evitar que el virus siga propagándose con la misma fuerza en países de menor capacidad vacunal puede beneficiar a aquellos cuya inmunización está avanzada, entre ellos España.

Sin embargo, el especialista en Salud Pública Salvador Peiró no lo ve un problema tan urgente. "No es fácil que las variantes escapen de las vacunas porque estas actúan en numerosos lugares donde los anticuerpos se unen con los antígenos". Es decir, que los sueros utilizados pueden perder cierta capacidad de neutralización "pero mucho tiene que mutar un virus para poder escapar".

Tampoco considera útil ahora mismo esa tercera dosis de forma generalizada. "No es razonable dar esa tercera dosis pero sí lo parece adquirirlas" ante lo que pueda pasar en el futuro. No obstante, desde Fisabio, la entidad para la que trabaja, están realizando estudios en residencias con cerca de un millar de personas a las que les hacen pruebas de anticuerpos e inmunidad celular trimestralmente "y la protección se mantiene. Quizá ancianos frágiles o con el sistema inmune debilitado puedan optar a esa tercera dosis, pero una persona de 70 años vacunada está bien protegida".

Por su parte, el profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública Joan Carles March estima que, en principio, sería más beneficioso para nuestro país el disponer de esas dosis de recuerdo, si bien advierte que, "aunque Pfizer ha dicho que hay estudios sobre el tema, todavía no los ha enseñado, por lo que no tenemos con qué avalar esa dosis adicional".

"Con eso y teniendo claro que, a nivel ético, hay que vacunar a países con menores coberturas, para el beneficio estricto de nuestro país está claro que una tercera dosis conviene más para evitar una sexta ola". Antes, sin embargo, habría que completar las coberturas en personas de 30-39 y 60-69, "franjas donde la doble pauta no es completa, y luego los más jóvenes".

Salvador Peiró añade una razón más para la insistencia en la tercera dosis de los países ricos. "El problema es que Israel tiene un tercio de la población que no se vacuna, y Estados Unidos la mitad: no es la tercera dosis sino que la población no se quiere vacunar".

También añade cierta cultura centroeuropea del rechazo a lo artificial, como los medicamentos. "No es negacionismo sino reticencia". Antes los huecos en la cobertura vacunal por esta condición –algo de lo que España, de momento, parece librarse– estos países habrían decidido una 'huída hacia delante' para prevenir que cualquier movimiento nuevo del virus pueda afectar a la población más vulnerable.

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