Un nuevo escándalo se cierne sobre The Lancet, considerada hasta ahora la principal referencia entre la revistas médicas. La decana de las publicaciones de investigación tuvo que retractarse en junio de un artículo en el que asociaban a la hidroxicloroquina, una de las medicaciones más usadas contra el COVID-19, con un aumento de muertes, un turbio asunto que incluía conflictos de intereses, datos falseados y hasta una escort de Las Vegas. Ahora, las sospechas cercan a un tema aún más sensible, la vacuna rusa que el presidente Vladimir Putin presentó como la "primera eficaz" del mundo.

El pasado viernes, The Lancet respaldaba lo que la comunidad internacional había interpretado de primeras como una bravata más del mandatario: la vacuna Sputnik V era exitosa y segura en la lucha contra el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. El fármaco, basado en adenovirus con genes inactivados del patógeno, había logrado generar anticuerpos en dos ensayos con 38 participantes cada uno a los 21 días, y tenían capacidad de 'despertar' a los linfocitos T, responsables de la inmunidad celular, a los 28.

Una victoria limpia en prestigio e influencia para el Kremlin, por lo tanto; tan limpia que ha despertado las alarmas de 19 investigadores de centros de Italia, Francia, Alemania, EEUU y Japón. En su carta abierta en la publicación Cattivi Scienziati ("Científicos malvados") dedicada a denunciar los conflictos éticos y metodológicos, señalan el aspecto del artículo de The Lancet que les deja estupefactos: los rusos dividieron a los participantes en grupos de nueve hasta cuatro veces para probar distintas formulaciones de la vacuna. Y aunque la fórmula cambie, los resultados son idénticos en los cuatro casos.

"Las tendencias en los datos son muy extrañas", valora Enrico Bucci, profesor de bilogía de la Temple University de EEUU y uno de los firmantes. "Y por muy extrañas, me refiero que hay valores duplicados para distintos grupos de pacientes, y eso no puede ser. Con distintos grupos de nueve pacientes, probando cosas completamente diferentes, se obtienen los mismos resultados. Es extremadamente improbable que se obtenga un número tan alto de duplicados. Es como tirar los dados y sacar los mismos números una vez tras otra".

Otro de los firmantes, el profesor de patología e inmunología Andrea Cossarizza de la Universidad de Módena (Italia), se expresa con aún mayor franqueza a The Moscow Times: "Los datos parecen photoshopeados... son demasiado improbables desde un punto de vista estadístico".  Esta anomalía, en cualquier caso, no se ha producido al revisar los resultados de las demás vacunas contra la COVID-19 en fase avanzada, como son la de Astrazeneca-Oxford, la estadounidense de Moderna o la china de Sinovac.

Entre otros factores, los equipos de desarrollo de estas vacunas sí proporcionaron los datos en bruto de sus investigaciones para permitir las revisiones, algo que no han hecho los rusos. "No tengo ni idea de si los datos han sido manipulados", insiste Bucci. "Necesitamos tener acceso a los datos. Puede que haya un error. Puede que haya una explicación. Puede que seamos víctimas de un fraude. Sencillamente, no lo sabemos. Y esto no es tolerable para una investigación tan importante en una revista tan importante". 

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