La pandemia mundial provocada por la aparición del coronavirus Sars-CoV-2 en la ciudad china de Wuhan está poniendo a prueba al mundo de la ciencia. Laboratorios de todo el mundo se afanan estos días por desarrollar lo antes posible una vacuna que consiga frenar la expansión del virus y otorgarnos la tan ansiada inmunidad. Hasta que eso ocurra, científicos de las más variopintas áreas estudian otros aspectos importantes relacionados con la enfermedad: desde qué fármacos podrían ayudar a salvar la vida de los pacientes más graves hasta cuán efectiva puede ser una mascarilla de tela para evitar la propagación.

El último llamativo estudio que analiza las posibles formas de propagación del coronavirus, del que se han hecho eco medios como el mismísimo The New York Times, acaba de ser publicado en la revista Physics of the Fluids y está relacionado con los inodoros. Sí, como lo leen. Pero, ¿qué relación pueden tener la física de fluidos, un virus como el Sars-CoV-2 y los váteres que habitualmente utilizamos? A juzgar por los resultados de este trabajo de investigación, bastante más de lo que podríamos pensar en un principio, porque tirar de la cadena puede ser clave 

Según los investigadores de la Universidad de Yangzhou, en China, las turbulencias que se originan al tirar de la cadena del escusado pueden crear una gran nube micropartículas del virus potencialmente infecciosa. Esta nube originada tras tirar de la cadena puede ser peligrosa para el siguiente visitante porque permanece en suspensión durante el tiempo suficiente como para ser inhalada por otra persona e, incluso, el aerosol puede acabar aterrizando en otras superficies.

Lo cierto es que, tal y como advirtió el pasado mes de febrero un estudio publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, los seres humanos no sólo expulsamos el virus a través de las vías respiratorias, sino que también lo hacemos a través de las heces. Nuestras deposiciones pueden contener micropartículas del Sars-CoV-2 que han sobrevivido a un intenso viaje por nuestro tracto digestivo, de ahí que en algunos países como España se analicen las aguas fecales para detectar posibles brotes futuros. 

El peligro de las turbulencias

Pues bien, pese a que aún no se tiene evidencia científica de que los baños públicos sean un lugar común de contagio del coronavirus, los científicos chinos apuntan que su investigación sí demuestra que tirar de la cadena con la tapa del inodoro subida puede ser una práctica de riesgo. Para poder comprobarlo los investigadores utilizaron una simulación informática que mostrase el flujo de agua producido tras tirar de la cisterna y, por otro lado, otro modelo para simular el movimiento de las gotículas que pueden salir del inodoro y formar la nube resultante en el habitáculo.

Los resultados de ambas simulaciones fueron realmente sorprendentes, según reconocen los científicos chinos. El estudio demuestra que la descarga de la cisterna hace que el agua golpee un lado y el opuesto del inodoro creando unos hipnotizantes vórtices. Estos desplazan el aire de la taza y pueden llegar a provocar que las minúsculas gotículas (unas 6.000 en forma de aerosol, según los científicos) se eleven casi un metro por encima de ella. Allí se queden flotando en el aire durante más de un minuto, pudiendo ser inhaladas por el siguiente usuario.

"Un inodoro con dos puertos de entrada de agua genera una velocidad aún mayor de partículas de aerosol fluyendo hacia arriba", dicen los científicos.La investigación también muestra que entre el 40% y el 60% de estas partículas se eleva por encima de la taza. ¿Cuál es la solución que proponen los especialistas ante la imposibilidad de mantener un baño público perfectamente desinfectado todo el tiempo? Un gesto tan sencillo como bajar la tapa del váter antes de tirar de la cadena. De esta forma podríamos disminuir la propagación de aerosoles en suspensión potencialmente infecciosos. 

Los investigadores también recomiendan el lavado de manos habitual y a fondo -como cada vez que vamos al baño-, especialmente si se utiliza un baño compartido o un retrete en el que la cisterna se descarga de forma automática o no tiene tapa. Prevenir nunca está de más, y más en mitad de una pandemia.

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