Se estima que alrededor de 10 millones de personas en España sufren incontinencia urinaria o anal. Esta enfermedad impide controlar la frecuencia con la que se va al baño y quienes la sufren se enfrentan a pérdidas inesperadas, por lo que se trata de una condición que afecta duramente a la vida diaria. 

A pesar de que la incontinencia afecta a un porcentaje significativo de la población, el estigma social que la rodea es el principal obstáculo para su diagnóstico y tratamiento, ya que solo en torno al 30% y 50% de los que la padecen acuden al médico. La incontinencia se asocia normalmente con la edad, pues es cierto que los ancianos la padecen en mayor proporción, pero sus causas son muy numerosas. Puede proceder de lesiones durante el parto, secuelas de una cirugía rectal o como consecuencia de otras enfermedades. 

Presentar con normalidad esta patología es el objetivo de la Semana Mundial de la Continencia, que se celebra este año entre el 15 y el 21 de junio. Por este motivo la empresa de tecnología sanitaria Medtronic, junto con ASIA (Asociación de Incontinencia Anal), ha coorganizado estos días una serie de conferencias online con especialistas. A través de estos webinars se pretende informar acerca de la enfermedad y resolver las dudas de los pacientes. 

Cualquier interesado puede inscribirse gratis a través de las redes sociales de ASIA.

Estigma social

“Hay mucho desconocimiento. La gente no sabe cómo gestionarlo porque tu vida cambia totalmente, pasas a depender de un lavabo y unos pañales. Eso te limita en todos los aspectos de tu vida, en el trabajo, en tu vida de pareja, en tu vida social…”, cuenta Angels Roca, presidenta de ASIA.

La ansiedad y la vergüenza son sentimientos habituales en los pacientes que sufren incontinencia, a lo que se suma una tendencia al aislamiento, ya que muchos viven esta enfermedad en silencio. Éste es una de las grandes trabas a la hora de abordar la enfermedad, ya que por temor o incomprensión, muchas personas no acuden al médico y no llegan a recibir tratamiento. 

Angels, que padece incontinencia anal desde hace 21 años -a raíz del parto de su tercer hijo- explica cómo durante “los diez primeros años dejé el trabajo porque estaba de cara al público. Me creó una vergüenza tal que dejé el trabajo, me fui a vivir a otro sitio y empezamos de cero”. A lo largo de esa década, también se sometió a varias esfinteroplastias hasta que encontró el tratamiento más adecuado para ella y que le ha permitido continuar una vida normal.

Como paciente, el mensaje que quiere transmitir es que “lo más importante es saber que hay mucha gente como tú. Solo tienes que dar un paso más, acudir a un especialista y tratarlo”. Si no, la incontinencia puede llegar a ser una condición muy invalidante, especialmente en aspectos tan cotidianos como el trabajo y la vida familiar. 

A las personas que acuden a la asociación en busca de ayuda e información, “lo que más les preocupa es la vida laboral, porque tienes que ir muchas veces al lavabo y te inquieta mucho que la gente lo sepa, así que lo llevas en silencio. Esto crea ansiedad y nervios, acabas faltando al trabajo o pidiendo bajas laborales y al final es un despido”, concluye Angels.  

Más calidad de vida

La necesidad de buscar ayuda cuanto antes reside en que “el paciente tratado es el que tiene mejor calidad de vida”, asegura la presidenta de ASIA. Además, en la actualidad existen varios tratamientos que se adaptan a los diferentes grados y casos de incontinencia urinaria o anal. 

Algunos síntomas pueden desaparecer con técnicas poco invasivas, como la rehabilitación del suelo pélvico o el control de la dieta. También existen otros tratamientos más avanzados como la cirugía, el biofeedback o la electroestimulación tibial, pero la tecnología ha demostrado ser la mejor aliada en los últimos años para la creación de dispositivos destinados a mejorar la calidad de vida de cientos de pacientes. 

Es el caso de Angels, cuyo tratamiento actual consiste en un neuroestimulador implantado en el glúteo. Este sistema mínimanente invasivo envía leves impulsos eléctricos a los nervios sacros que modulan los esfínteres para así reducir o eliminar los síntomas. “Yo hace que lo llevo 11 años y me ha dado calidad de vida. Cuando lo encontré me quedaba esto o una bolsa, porque ya habían probado todo, pero hay mucha gente a la que no le hace falta llegar hasta aquí”, afirma Angels. . 

Desde la asociación insisten en que la gente sepa “que hay muchas opciones para poder hacer una vida lo más normal posible”. Una lección a la que Angels se aferra veinte años después de ser diagnosticada con incontinencia: “Si hago balance, lo que peor llevaré toda mi vida es que, por desconocimiento de todos los productos o tratamientos, me encerré y me perdí lo mejor de mis hijos”. Aunque ahora, gracias al neuroestimulador que lleva desde hace una década, “puedo hacer con mis nietos lo que no hice con mis hijos”