Un estudio publicado en la revista PNAS llevado a cabo en el Instituto de Neurociencias UMH-CSIC en Alicante y el IMIB-Arrixaca de Murcia, ha logrado averiguar cómo el glioblastoma, el cáncer cerebral más frecuente y agresivo debido a su gran habilidad para burlar al sistema inmune y crecer, consigue invadir el tejido sano sin apenas resistencia. Un hallazgo que podría convertirse en un talón de Aquiles que logre frenar la progresión de este cáncer cerebral.

En una investigación anterior el equipo liderado por por Salvador Martínez, director del Instituto de Neurociencias y Rut Valdor, del IMIB-Arrixaca, había mostrado cómo el glioblastoma secuestra las células contráctiles que rodean los vasos sanguíneos del cerebro y forman también parte de la barrera que lo protege. El objetivo es desactivar la función antitumoral que poseen estas células, denominadas pericitos, y obligarlas a trabajar en la expansión del tumor.

Y ahora, este mismo equipo ha averiguado cómo logra el glioblastoma este cambio en la función de los pericitos. Para que dejen de ser células defensoras y se conviertan en enemigas, el tumor actúa sobre uno de los servicios de limpieza celular: la autofagia mediada por chaperonas. Mediante la autofagia la célula descompone y destruye proteínas dañadas o anómalas. Y las chaperonas son proteínas que trabajan activamente en esta tarea. La alteración por el glioblastoma de este servicio de limpieza cambia la función de defensa proinflamatoria de los pericitos por otra inmunosupresora, que favorece la supervivencia del tumor.

Con un modelo de ratón los investigadores han podido comprobar que el bloqueo de esta autofagia anómala dificulta el desarrollo del tumor, al provocar la adhesión defectuosa del glioblastoma al pericito y, con ello, la muerte de las células cancerosas, por lo que se convierte en un objetivo terapéutico prometedor.

"Este trabajo revela una capacidad previamente desconocida del glioblastoma para modular la autofagia mediada por chaperonas (AMC) en los pericitos, y promover así la progresión del tumor. Nuestros resultados apuntan a la AMC como un objetivo terapéutico prometedor para tratar este agresivo cáncer cerebral hasta ahora sin cura", señala Martínez.

Trabajos previos del grupo mostraron que la influencia del glioblastoma sobre el pericito impide que los linfocitos T destructivos puedan atacar al tumor. "Por eso el cerebro no detecta el glioblastoma y no puede reaccionar contra él", explica el director del grupo de Neurobiología Experimental del Instituto de Neurociencias.

Este nuevo hallazgo del grupo estrecha el cerco contra este agresivo tumor cerebral y está en sintonía con la hipótesis actual sobre el papel de la autofagia en la supresión de los primeros estadíos del desarrollo tumoral y cómo las alteraciones en este proceso contribuyen a su progresión.

El glioblastoma multiforme es un cáncer altamente invasivo que se caracteriza por cambios en los vasos sanguíneos cerebrales y la invasión gradual de los tejidos circundantes. Es el tumor cerebral más frecuente y de peor pronóstico. A pesar de décadas de intensa investigación, su compleja biología sigue sin entenderse del todo y los tratamientos existentes no han conseguido un incremento significativo de la supervivencia.

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