Berlín

La decisión del pasado mes de junio de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) de dar luz verde a la medicina llamada Vyleesi, la última versión de la 'Viagra femenina', no sólo fue una buena noticia para las empresas farmacéuticas americanas Palatin y Amag, las responsables del producto. 

A unos 6.000 kilómetros de Washington D.C., donde se encuentra la sede de la FDA, en la ciudad neerlandesa de Almere, la decisión sobre Vyleesi también fue vista con buenos ojos. En Almere tiene su sede la empresa holandesa Emotional Brain, que lleva años desarrollando su propia versión de la 'Viagra femenina'

"Para nosotros y nuestro producto es bueno que haya ya otros productos en el mercado", dice a EL ESPAÑOL Kim van Rooij, responsable científica de Emotional Brain. "Ahora ya hay dos medicamentos aprobados. Lo bueno sería que lograran venderse porque así la gente podría elegir qué es lo que mejor les va", añade. Van Rooij alude a la recientemente aprobada Vyleesi y a Addyi. 

Ésta última fue el primer medicamento en llamarse 'Viagra femenino'. Se lanzó en 2015 y no parece haber sido un éxito en farmacias. "Hay que tomarla todos los días, es muy cara", comenta Van Rooij. 

El principio activo de Addyi es la flibanserina, una sustancia que incrementa los efectos de la dopamina sobre quien la consume, un neurotransmisor asociado al deseo. Ese medicamento no ha gozado de la mejor prensa, especialmente por sus eventuales efectos secundarios, que van desde las náuseas hasta la pérdida del conocimiento, más allá de que, entre otras cosas, está desaconsejado consumir alcohol mientras se esté tomando. 

Por su parte, Vyleesi, que también lleva una nada desdeñable lista de posibles efectos secundarios similares a los de Addyi, sí puede compaginarse con el alcohol. Este medicamento consiste en una inyección de bremelanotida que ha de realizarse unos tres cuartos de hora antes de tener relaciones sexuales. La bremelanotida incrementa la dopamina de quien la consume. Ahí está la base de su funcionamiento. 

En Emotional Brain, en lugar de pensar en un medicamento inyectable o que haya que tomar todos los días, apuestan por unas pastillas que se disuelven debajo de la lengua. Lybrido y Lybridos se llaman. Ambas cuentan con una combinación de sustancias donde la testosterona juega un papel central. "La hipótesis es que incrementan la sensibilidad del cerebro al estímulo sexual", explica Van Rooij. 

Un negocio millonario

Su empresa lleva trabajando desde 2007 en este producto, que parece a punto de entrar en su tercera y última fase de ensayos clínicos. La comercialización se espera que llegue entre 2022 y 2023. "Lo normal son 15 años antes de conseguir la aprobación", apunta Van Rooij. 

La espera parece merecer la pena. En Emotional Brain reconocen que hay "un mercado enorme con una necesidad médica por satisfacer", según ha explicado Eric Claassen, otros de los responsables de la compañía neerlandesa. En términos económicos, en Emotional Brain ven un mercado que podría alcanzar los 1.800 millones de euros, según las estimaciones que hacía recientemente Claassen al diario estadounidense Los Angeles Times.

Pero aún es pronto para que en Emotional Brain puedan frotarse las manos. Medicamentos como Vyleesi o Addyi llevan asociada una gran polémica. Hay quien duda, no ya de su eficacia, sino de que exista realmente el mal que supuestamente dicen tratar. Quienes argumentan esto contra Vyleesi y Addyi formulan los mismos reproches ante los intentos de Emotional Brain de crear su 'Viagra femenina'. 

La profesora del Centro Médico de la prestigiosa Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, Adriane Fugh-Berman, se encuentra en primera línea de los críticos contra las 'Viagras femeninas'. Para empezar, la comparación con la célebre pastillita azul de la farmacéutica Pfizer no tiene sentido, según Fugh-Berman. 

Mejor comparar la Viagra con el lubricante para mujeres

"Comparar esos medicamentos con Viagra es algo erróneo. Viagra y otros medicamentos ayudan a una función, no a la libido. Una mejor comparación con Viagra sería el lubricante, que ayuda al funcionamiento del sexo [de la mujer, ndlr.] cuando el cuerpo no está cooperando", dice Fugh-Berman a EL ESPAÑOL.

A esto se añade el argumento centrado en la composición de estos medicamentos destinados a mujeres que sufren por su escaso deseo sexual. En el caso de Lybrido y Lybridos, Fugh-Berman subraya que "la testosterona no ha sido consistentemente efectiva" además de que su uso despierta "grandes preocupaciones por el incremento de riesgo de cáncer o una enfermedad cardiovascular". 

Siendo Lybrido y Lybridos una combinación de testosterona y otros principios activos, como la buspirona – un inhibidor de la serotonina, un neurotransmisor que, entre otras cosas, sirve de freno en la conducta sexual – o el sildenafilo – el mismo ingrediente de la Viagra masculina –, Fugh-Berman se pregunta: "¿Por qué cree esta compañía que la combinación de estos medicamentos fallidos acabará resultando en un tratamiento efectivo?".

En su día, "los parches de testosterona Instrinsa no fueron aprobados por la administración estadounidense; la Agencia Europea del Medicamento los aprobó en 2006 pero luego los retiró del mercado en 2012", recuerda la profesora del Centro Médico de la prestigiosa Universidad de Georgetown. "El sildenafilo lo probó Pfizer y se descubrió ineficaz. Y la buspirona es un antidepresivo cuyos efectos no suponen que ayuden al deseo", añade.

Para Fugh-Berman, en sí, ya es problemática el mero concepto de "Trastorno de deseo sexual hipoactivo" o "el deseo sexual inhibido" que acusan las mujeres a las que se dirigen medicamentos como Addyi o Vyleesi y a las que en un futuro esperan dirigirse Lybrido y Lybridos. "Una 'libido baja' a menudo significa 'menos de lo que un compañero o compañera [de cama, ndlr.] desearía', algo que no constituye un diagnóstico médico", plantea esta universitaria.

"Los medicamentos para mejorar la libido de las mujeres asumen que hay una cantidad de libido estándar. Esto es antifeminista, un modo de hacer a las mujeres sentirse mal respecto a sus cuerpos porque no encajan en los estándares generados por la industria", abunda.

A este tipo de críticas, en Emotional Brain responden que su interés no es propiamente el de la industria. "Nosotros no somos una compañía farmacéutica, por eso nuestros medicamentos no están hechos para crear una enfermedad sino algo que sabemos por investigaciones previas", argumenta Van Rooij. 

"Una enfermedad creada para vender baja libido"

Ella reconoce, sin embargo, que Emotional Brain está buscando socios con los que desarrollar la tercera fase de sus ensayos clínicos, en los que se hacen pruebas de sus medicamentos con varios miles de mujeres.

Van Rooij cita las estimaciones según las cuales el 10% de las mujeres estarían experimentando problemas en su vida sexual. Lybrido y Lybridos se dirigen a dos subgrupos de mujeres diagnosticadas con "Trastorno de deseo sexual hipoactivo". Pero que ese diagnostico sea válido es algo que llevan ya casi un lustro poniendo en duda investigadores como Fugh-Berman. 

Ella, junto a los también investigadores Antoine Meixel y Elena Yanchar, ya alertaba en un artículo publicado en la revista académica Journal of Medical Ethics, por ejemplo, de cómo desde la industria farmacéutica se ha estado tratando de influir en el proceder de los médicos al ocuparse de las mujeres que acuden a sus consultas. "Trastorno de deseo sexual hipoactivo: inventando una enfermedad para vender una baja libido", se titulaba el artículo. 

En él, Fugh-Berman y compañía se mostraban concluyentes: "no hay una norma de actividad sexual, sentimientos o deseo científicamente establecida y no hay evidencia de que el trastorno de deseo sexual hipoactivo sea una enfermedad médica (…), es un típico ejemplo de una enfermedad promovida por una industria con el objetivo de preparar al mercado para un tratamiento específico". 

En vista de la luz verde de la FDA a Vyleesi y de que en Emotional Brain no cejan en su empeño de crear su 'Viagra para las mujeres', no se puede decir que las tesis de Fugh-Berman se hayan impuesto en el debate sobre la necesidad de medicalizar el deseo femenino.

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