El grupo Quirónsalud instalará el próximo 26 de noviembre el primer equipo capaz de emitir protonterapia, una técnica de radioterapia indicada para distintos tipos de cáncer que se caracteriza por no atacar los alrededor del tumor y causar, por lo tanto, menos efectos secundarios. 

La máquina de última generación, un equipo de la marca Proteus One, estará instalada en un centro construido específicamente para albergarla, ubicado en las inmediaciones del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, en Pozuelo de Alarcón.

Aunque la construcción se anunció después de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) emitiera un informe positivo que avalara su instalación, es a finales de noviembre cuando el centro será ya una realidad tangible, tras la instalación del equipo de protonterapia, compuesto por un sincrociclotrón, la máquina que genera y acelera los protones hasta elevadas energías (entre 70 MeV y 230 MeV) y un sistema de guiado del haz generado de protones (gantry) de grandes dimensiones que dirige la radiación a la zona del paciente a tratar.

Así funciona la protonterapia.

Fuentes del hospital han informado de que se espera que se empiece a aplicar la técnica de radioterapia alrededor de septiembre de 2019. Aunque la evidencia científica ha demostrado la superioridad de la protonterapia sobre la radioterapia convencional, no lo ha hecho para todos los tipos de cáncer, pero sí para algunos con un pronóstico delicado. Un estudio publicado en The Lancet en 2016 probó que era así para el meduloblastoma, un tipo de tumor cerebral que se ceba especialmente con los niños. 

Pero no es el único cáncer para el que es útil la protonterapia. De hecho, la terapia de protones está indicada en más del 15 por ciento de los pacientes sometidos a radioterapia. Según la evidencia científica, sería tratamiento de elección en cordoma y condrosarcoma, melanomas intraoculares no adecuados para braquiterapia de placa y tumores en niños y adolescentes, como el craneoespinal, glioma de bajo grado, ependinoma, craneofaringioma, tumores de células germinales, de hipófisis y pineales, rabdomiosarcoma, sarcoma de Ewing, de pelvis y linfomas mediastino, entre otros. 

El caso de Ashya King

La protonterapia se hizo un amplio hueco en los medios de comunicación españoles en agosto de 2014, cuando se supo que un matrimonio británico había sacado a su hijo -afectado precisamente por un meduloblastoma- del hospital de Southampton donde estaba ingresado y lo habían trasladado a una casa familiar en Málaga. 

Ashya King, tras recibir su tratamiento en Praga. Rene Volfik REUTERS

Como los progenitores eran testigos de Jehová todo apuntaba a que lo que pretendían con ese movimiento era evitar que su hijo recibiera el tratamiento que le habían prescrito los médicos, la radioterapia convencional. Pero pronto se supo que no era esa su intención, sino precisamente la contraria: ofrecer a su pequeño de cinco años la que habían leído era la mejor opción terapéutica para él, la protónterapia. 

En ese momento, un centro en Praga era uno de los pocos que la ofrecían y es ahí donde los King querían trasladar a su hijo. Previo paso por Soto del Real, donde estuvieron dos días acusados de secuestro por la Fiscalía británica, la pareja acabó logrando su objetivo y Ashya King es un niño completamente sano en la actualidad. Su historia es tan llamativa que va a convertirse en una serie documental de tres capítulos, según ha anunciado recientemente la familia. 

En la actualidad, la técnica se ofrece en 20 centros en Europa repartidos en nueve países, a los que en 2019 se sumará España.  

Las cifras detrás de un hito

La puesta en marcha del primer centro de protonterapia de España -se prevé pronto la construcción de un segundo- viene acompañada de cifras apabullantes. Desde el peso del sincrociclotrón, 55 toneladas, a su diámetro -2,4 metros-, todo en esta terapia es grande. 

Desde que la máquina llega al centro de protonterapia hacen falta alrededor de 11 meses para que se instale y ponga en marcha. En el búnker donde se aloja el equipo se han utilizado 400.000 kilos de hierro, a los que hay que sumar otros 140.000 usados en el resto del edificio. 

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