La cura para las enfermedades autoinmunes intestinales no está cerca. La enfermedad de Crohn es la más común: una afección crónica cuyo origen exacto es desconocido y cuyos dolorosos síntomas resurgen esporádicamente en el intestino.

Sin embargo, el laboratorio de Gastroenterología y Hepatología del hospital Triemli (Zúrich) pretende mejorar su detección, aún bastante imprecisa. Durante el diagnóstico los médicos buscan una proteína ligada a la inflamación intestinal, la calprotectina. El problema es que ésta puede aparecer en dolencias menos graves, como una simple hemorragia.

El departamento suizo quiso determinar los niveles de calprotectina exactos para saber si un paciente tiene la enfermedad autoinmune o no. La única manera de averguarlo sin dañar a los posibles voluntarios era haciéndoles beber su propia sangre. Los investigadores midieron la cantidad de calportectina tras el paso del fluído por el sistema digestivo de los sujetos.

De acuerdo con su estudio, titulado "The Vampire Study" ("El estudio del vampiro"), la mayoría de los participantes sobrellevaron la experiencia de forma normal. Sin embargo, algunos solicitaron usar una sonda gástrica para no tener que pasar por el inusual trámite. Todos sufrieron los síntomas propios de la ingesta de sangre, como acidez en el estómago o náuseas. El experimento duró tres días, en los que se les suministró cantidades de sangre de 100 y 300 mililitros. Posteriormente, los sujetos dieron muestras de sus excrementos durante dos semanas.

En cuanto a los resultados, los niveles de calprotectina entre los 250 y los 300 microgramos/gramo solo se dieron en un individuo. Una buena noticia ya que es el límite que los investigadores tienen en cuenta al diagnosticar la enfermedad autoinmune. Sin embargo, advierten que aún queda mucho por precisar. El contexto, afirman, es la clave para diagnosticar al paciente: ciertas medicaciones pueden influir en el proceso, por ejemplo.

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