El fallecimiento de Antonio Mercero no ha pillado por sorpresa a nadie. El director de Verano azul y Farmacia de Guardia fue diagnosticado en 2006 de la enfermedad de Alzheimer, la dolencia neurológica más frecuente en ancianos que tiene dos características principales: es degenerativa y es incurable. Sin embargo, como explica a EL ESPAÑOL el neurólogo del Hospital Clínico de Madrid Jesús Porta, las personas afectadas por la misma no mueren por el efecto directo del alzhéimer, sino por sus consecuencias indirectas

La patología hace que se degenere el sistema nervioso y eso implica, entre otras cosas, que el enfermo experimente una dificultad para tragar. De hecho, añade el neurólogo de la Clínica Universidad de Navarra Mario Riverol, lo normal es que en la fase avanzada de la enfermedad se experimenten problemas de movilidad y el paciente acabe requiriendo primero de una silla de ruedas para desplazarse y finalmente encamado. 

Así, la dificultad para tragar -sobre todo líquidos- unida a la imposibilidad de moverse hace que, al ingerir alimentos o bebidas éstos no vayan al conducto digestivo sino al árbol bronquial. Consecuencia: infección en esa zona. "Es la llamada neumonía aspirativa y es una de las causas de fallecimiento de estos pacientes", subraya Porta. 

No es la única. También la propia evolución de la enfermedad hace que sus afectados acaben por no controlar sus esfínteres, un problema asociado a una grave consecuencia, el mayor riesgo de infecciones urinarias

Otro tipo de infecciones, ésta vez en la piel, son otra de las consecuencias que pueden acabar con la vida de un enfermo de alzhéimer. Al estar encamados, es normal que se les formen úlceras en la piel, nido de bacterias y fuente por tanto de dichas infecciones. 

El estar postrado por inmovilidad tiene también otro riesgo, que es la formación de trombos, de coágulos que se desplazan al pulmón y que también pueden ser mortales. 

Así, infecciones y problemas vasculares son las dos auténticas causas de muerte de los afectados por alzhéimer como Antonio Mercero. Los expertos tienen claro, eso sí, que es imposible establecer cuánto tiempo pasa desde el diagnóstico hasta el fatal desenlace. 

"Cada paciente evoluciona diferente; aunque suele ser muy lenta, también hay formas muy rápidas de la enfermedad, hasta el punto de que se confunde con algunos tipos de encefalopatías", comenta Porta. 

Riverol, por su parte, señala que las estadísticas habla de una media de entre 6 y 7 años desde el diagnóstico, pero que hay casos que duran "hasta 20 años", muchos de ellos en fase de encamamiento. Lo único bueno, muy entre comillas, es que los pacientes "no son conscientes" y no experimentan "sufrimiento moral", destaca el neurólogo de la CUN. "La familia sufre muchísimo más", concluye. 

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