Si recientemente una otorrinolaringóloga de la Universidad de Maryland sacaba a la luz la rara enfermedad que posiblemente provocó un cambio radical en el arte de Francisco de Goya, su caso no ha sido para nada aislado, ya que muchos otros investigadores han utilizado sus conocimientos científicos para descifrar las condiciones médicas que llevaron a grandes personajes históricos a cambiar su personalidad, terminando incluso por causarles la muerte.

Estos diagnósticos a posteriori son un claro ejemplo del evidente avance que ha experimentado la medicina en los últimos años y, además, también demuestran que la convergencia entre ciencia e historia es una sabia decisión, pues ambas disciplinas pueden colaborar entre sí, dando lugar a grandes resultados como éstos.

Beethoven y la intoxicación por plomo 

Ludwig van Beethoven fue uno de los mejores compositores de la historia, pues dejó en el mundo un legado musical maravilloso, marcado por obras como el famoso y enigmático Para Elisa, cuya musa aún sigue siendo un misterio, o la Novena Sinfonía, con la que puso un magistral broche a la lista de este tipo de composiciones.

Sin embargo, el genio alemán es también conocido por tener una personalidad hosca, que además se vio acrecentada después de que comenzara a padecer una terrible sordera.

Ésta es sin duda la imagen que se conoce de él a día de hoy; pero según los documentos sobre su vida de los que hay constancia, no fue siempre ese hombre malhumorado y serio, sino que todo comenzó en una etapa tardía de su vida.

En busca de las causas de este curioso cambio, han sido muchos los científicos e historiadores que han indagado en la historia de Beethoven, sobre todo guiados por la presencia de restos de plomo en su pelo.

Este metal pesado, cuya ingesta puede causar toxicidad, estaba muy presente en las aguas del Danubio, de dónde procedían los peces de los que constaba gran parte de la dieta del compositor. Además, a pesar de ser una persona con un gran gusto para la música, no era tan exquisito para el vino, por lo que solía consumir caldos adulterados con plomo, haciendo que las cantidades acumuladas en su organismo fuesen cada vez mayores.

Todo esto pudo llevar a que terminara padeciendo un tipo de intoxicación conocida como saturnismo, entre cuyos síntomas destacan la irritabilidad y la pérdida de sentidos como la visión o el oído.

Ésta debió ser por lo tanto la causa que convirtió al genio en la persona que fue en el ocaso de su vida. Un ocaso en el que ni siquiera la enfermedad ni la sordera le impidieron regalar a la humanidad obras como las ya citadas.

Symphony No. 9 ~ Beethoven

La contusión cerebral de Enrique VIII

Enrique VIII fue uno de los grandes ejemplos de monarcas tiranos de todos los tiempos, hasta el punto de que su historia parece sacada del más duro de los capítulos de Juego de Tronos.

Un claro ejemplo es el de su afición por cambiar de esposa, que le llevó incluso a mandar ejecutar a dos de las seis con las que terminó casándose.

Sin embargo, un análisis de documentos de su época indica que no siempre fue un tirano; sino que, en realidad, su cambio de personalidad coincidió en el tiempo con un accidente en una justa que pudo ocasionarle una grave contusión cerebral.

Y es que no sólo se volvió más agresivo, sino que hay constancia de actuaciones sospechosas, como preguntarle a uno de sus guardias por el paradero de su esposa, cuando él mismo acababa de mandar que la encarcelaran.

Otra de las señales que indican a los investigadores la posibilidad de contusión, se encuentra en las cartas que una de sus esposas envió a su cuñada, contándole que el monarca sufría de disfunción eréctil después del accidente.

Es imposible saber con seguridad si realmente fue ésta la causa de su tiranía pero, desde luego, la teoría parece bastante plausible.

Albert Einstein y el Síndrome de Asperger

Después del autismo, el síndrome de Asperger es uno de los trastornos del espectro autista más conocidos, sobre todo por la difusión que ha hecho de él Sheldon Cooper, uno de los personajes de la serie The Big Bang Theory.

La sintomatología de este trastorno puede diferir mucho entre distintos pacientes; pero, en general, todos ellos suelen tener ausencia de empatía hacia los demás, intereses restringidos y muy repetitivos, problemas con las interacciones sociales y, en algunos casos, una inteligencia muy por encima de la media.

Como consecuencia, son muchos los investigadores que creen que persajes históricos como Isaac Newton o Albert Einstein pudieron padecer este síndrome, siendo este último uno de los que más características afines tendrían.

Por ejemplo, se conoce que se obsesionaba con temas como la ciencia, la pasión, el enamoramiento y el sentido de la justicia, sintiendo una gran indiferencia hacia el resto de cuestiones.

Además, su vestimenta y su pelo desaliñado indicarían que no tenía ningún interés por seguir las convenciones sociales, algo que también se entiende al leer documentos de la época en los que se manifiestan sus repetidos intentos de cuestión de la autoridad.

Por lo tanto; puede que, del mismo modo que Sheldon, Einstein debiera parte de su genialidad al síndrome de Asperger; pero, lo que sí está claro, es que toda la humanidad le debe mucho a él. No importa cuál fuera la causa.

Charles Darwin y el mal de Chagas

Charles Darwin fue el padre de la teoría de la evolución y gran parte de sus hallazgos científicos se deben a las investigaciones que llevó a cabo al bordo de un viaje de cinco años a bordo del bergantín Beagle.

En su periplo visitó varios países de Sudamérica, recogiendo datos de un gran número de especies animales, que le llevaron a avanzar en su teoría sobre la selección natural.

Sin embargo, esta aventura le pasó grave factura, ya que a la vuelta comenzó a sufrir una serie de fiebres y problemas estomacales que le acompañaron durante prácticamente el resto de su vida.

Existen muchas teorías al respecto de la enfermedad que pudo causarlo, pero una de las más aceptadas es la que defiende que durante su viaje fue infectado por el parásito causante del mal de Chagas.

Dicha hipótesis se sostienen gracias al análisis de los diarios médicos que el propio Darwin rellenaba con los síntomas que iba sintiendo a medida que transcurría su enfermedad y, además, también sería confirmada por la propia muerte del naturalista, ya que la última fase de la enfermedad, que puede permanecer en el cuerpo del paciente hasta treinta años, deriva en problemas cardíacos, que fueron precisamente los que terminaron con su vida.

De nuevo no es más que una teoría y resulta imposible saberlo con certeza, pero los síntomas cuadran con este posible daño colateral de aquel viaje que ayudó a que, a día de hoy, los seres humanos tengamos más claro quiénes somos y de dónde venimos.