Rosemary Platt, una mujer de 47 años, acudió en julio de 1997 al entonces prestigioso especialista Ian Paterson -graduado en la Universidad de Bristol- tras notarse un bulto en su pecho derecho. Como es habitual en estos casos, el médico le prescribió una mamografía y una biopsia de la lesión que resultó negativa. A pesar de eso, Paterson escribió al médico de Platt y le dijo que iba a proceder a la extirpación del bulto, porque las pruebas podían haber pasado por alto la existencia de un tumor. 

Así, la mujer pasó por el quirófano y salió de él con un informe que decía que la operación había sido un éxito. En mayo de 2000, no obstante, volvió a notarse otro bulto y de nuevo confió en el médico que -creía- le había salvado la vida la primera vez. De nuevo, otra biopsia y un informe que afirmaba que había riesgo de cáncer, por lo que la solución era operar otra vez. 

Un año después se repetía la situación, pero en esta ocasión Paterson le recomendó a Platt someterse a una mastectomía, que unos meses después decidió a ampliar a una cuadrantectomía; es decir, abogó por quitarle también un fragmento de su pecho izquierdo. 

Todo esto se podría atribuir a una mala salud de la paciente y se podría ver la labor de Paterson como el cirujano que se preocupa por el bienestar de los pacientes. Sin embargo, todo parece indicar que no fue así. 

El cirujano está acusado de haber hecho esas operaciones y varias más a otros nueves pacientes sabiendo perfectamente que eran innecesarias, sólo para sacar provecho económico de las mismas, según dijo el fiscal en el juicio que se está llevando a cabo en el Tribunal de Nottingham, donde está siendo juzgado, casi cinco años después de haber sido suspendido por el Consejo General Médico (el equivalente británico de la Organización Médica Colegial española). 

Un relato escalofriante

El jurado, compuesto por cinco mujeres y siete hombres, asistió al relato del fiscal, Julian Christopher, que explicó que las operaciones se habían llevado a cabo en dos hospitales privados y uno público entre 1997 y 2011. 

Para el fiscal, es imposible que las operaciones que se llevaron a cabo sin necesidad se debieran a "simples errores o incompetencia" porque el médico tenía demasiada experiencia y conocimiento. 

"Era un cirujano muy ocupado y con muy buenos modales, lo que inspiraba mucha confianza a sus pacientes", indicó Christopher, que añadió que el médico sabía que la cirugía no estaba justificada porque presentaba mal los resultados de las pruebas efectuadas a las pacientes. 

La acusación cree que el cirujano "exageró o directamente inventó riesgos de cáncer" para justificar operaciones que eran "bastante innecesarias". "Como resultado, tanto las pacientes como sus familias han vivido durante años con la creencia de que podían estar muy enfermas, por lo que algunas han desarrollado problemas mentales graves", apuntó Christopher. 

El médico ha negado todos los cargos  y según ha reseñado la prensa inglesa se mantuvo compungido durante toda la acusación, a la que asistió en libertad. 

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