En dos laboratorios de EEUU, 95 macacos Rhesus llevan 20 años a régimen. Un número similar de animales se han pasado el mismo tiempo con barra libre, pudiendo comer todo lo que les apetecía. Todos estaban a cargo de dos grupos de investigadores por los que ha pasado el tiempo. De hecho, en la actualidad ya hay una segunda generación de científicos observando qué les pasa a estos monos y su comida. Todo con un único objetivo: saber si la restricción calórica es una herramienta idónea para vivir más y mejor.

Uno podría pensar que qué importa lo que vivan o dejen de vivir los monos, pero la cosa cambia si se sabe -como hacen los investigadores- que este animal es un excelente modelo del envejecimiento humano. Mire cómo llega a viejo un macaco y podrá aprender mucho de nuestra propia decadencia.

Lo que los dos grupos de monos han enseñado a la ciencia -como se demuestra en un estudio publicado en la última edición de Nature Communications- es que la restricción calórica, es decir, comer menos de lo que se recomienda -siempre con una alimentación equilibrada-, hace a los animales vivir mejor y, en algunos casos, vivir más. Se trata de dos estudios con diferente diseño y que han ofrecido distintos resultados, pero ambos confirman la hipótesis de base y, lamentándolo mucho por aquellos de buen comer, la respuesta es positiva.

El español Rafael de Cabo es jefe del Departamento de Gerontología Experimental del Instituto Nacional de Envejecimiento (NIA) de EEUU y responsable de uno de los dos grupos de monos "a régimen" -el otro está en la Universidad de Wisconsin Madison (UW)-. El investigador se resiste a contestar a EL ESPAÑOL si los resultados del estudio son trasladables a humanos y debemos correr raudos a poner un candando en nuestras neveras.

Para justificar la falta de respuesta, de Cabo aduce a la dificultad de hacer un estudio como los dos que comenzaron con los monos hace 20 años en el que los protagonistas sean personas. "Lo de mantener siempre la misma dieta falla mucho en humanos", comenta el experto. El problema no sólo sería ese, sino que la longevidad humana es mucho mayor que la de los macacos, por lo que un estudio para medir los efectos en la cantidad de vida en humanos tendría que durar muchísimos años, varias generaciones de investigadores, más que las dos que ya han pasado por los estudios con simios.

¿Qué supondría en humanos?

A pesar de sus reticencias, de Cabo se anima al final. "Está claro que vas a morir de forma más saludable; lo que no se puede saber aún es si se va a vivir más", comenta. Para el experto, la conclusión de este estudio no hace más que añadir numerosas preguntas nuevas. ¿Afecta la restricción calórica a todos por igual? ¿Es lo mismo comer un determinado tipo de calorías -siempre que sean pocas- que otro? ¿A qué edad se debe empezar a comer menos?

"Lo que está claro es que hay que investigar mucho más sobre el asunto", reconoce de Cabo. No obstante, el trabajo publicado ofrece algunas claves. El grupo que mejor respondió a la restricción calórica -de aproximadamente un 30%, lo que en un humano adulto supondría consumir cerca de 1.400 calorías diarias en lugar de las alrededor de 2.000 recomendadas- aumentó su supervivencia alrededor de un 15%. Teniendo en cuenta que la esperanza de vida en España se sitúa en los 82 años, esto supondría -si se trasladara a humanos- llegar a una vida media de 94 años.

Pero, tanto en los monos que aumentaron la supervivencia como en los que no lo hicieron, la manera de envejecer fue mejor; es decir, llegaron a viejos con menos achaques, menos enfermedades y en mejor estado físico.

Otra cosa que deja claro el estudio es que dicha restricción calórica no debe ser permanente, sino empezar cuando se ha terminado el crecimiento. "En humanos, equivaldría a veintipico años", comenta el investigador. Pero claro, señala, si se empieza a comer menos cuando se es más mayor, los beneficios son proporcionales. Es una de las muchas incógnitas que este estudio deja por resolver y que podrán averiguarse en trabajos posteriores o incluso en subanálisis del mismo.

El estudio también supone un varapalo para los que abogan por una restricción calórica radical. Los datos parecen indicar que ir más allá en la reducción de alimentos no aporta mayores beneficios. Eso sí, tampoco deja claro cuál es el mínimo grado de restricción calórica que aportaría beneficios. "Cada vez que buscas una respuesta se te abren 20 peguntas más", concluye de Cabo.

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