El antiguo dirigente comunista Santiago Carrillo es muy citado por los fumadores. No lo es, o no sólo, por su ideología ni por su contribución a la transición española, sino como excusa a la hora de dejar el tabaco. El político murió a los 97 años sin haber dejado atrás su vicio más característico y ofreció un argumento a todos aquellos reticentes a abandonar la nicotina. "Mira Carrillo", dicen, mientras encienden un cigarrillo tras otro. 

En realidad, es difícil pensar que alguien piense racionalmente que el tabaco no está asociado al riesgo de enfermedades cardiovasculares ni al cáncer, pero la gente sí puede tender a confiar en la lotería genética para eludir a esas enfermedades. Eso, claro está, si no se gastan 99 dólares (88 euros) en contratar un test genético tipo que le informe del riesgo que le conferirán sus genes de padecer distintas patologías. 

Estas pruebas, con una eficacia cuestionada y polémicas por el peligro a acabar con la intimidad de sus usuarios, asignan un porcentaje a la posibilidad de enfermar a lo largo de los años. 

Desde que se popularizaron -han ido bajando el precio-, los defensores de estos test han esgrimido que se trataba de una excelente herramienta para mejorar la salud pública. Su argumento estaba cargado de lógica: si a alguien se le dice que sus posibilidades de desarrollar ciertas patologías son elevadas, disminuirán todos aquellos factores exógenos que ayuden a aumentar el riesgo. Por poner un ejemplo: si a un fumador se le predice que su riesgo de sufrir cáncer de pulmón es genéticamente alto, inmediatamente dejará de fumar y de hablar de Carrillo. 

La realidad desafía a la lógica

Ahora, un estudio publicado en The BMJ echa un jarro de agua fría a quiénes apuestan por esa tesis. No, saber que se tiene más riesgo de padecer una enfermedad no modifica los comportamientos asociados a ese riesgo y, si lo hace, es mínimamente.

Los datos son contundentes, ya que los autores, de la Universidad de Cambridge, han revisado 18 estudios que evaluaban precisamente esta cuestión. Algunos se centraban en el hecho de dejar de fumar tras recibir la mala noticia genética; otros, en cambiar la dieta o practicar más ejercicio y, por último, se estudiaban también otros parámetros: si se acudía más al médico para pruebas de detección precoz, si se utilizaba más la crema solar o si se modificaba el uso de alcohol, entre otras. 

La respuesta es una ristra de noes. Una afirmación tan clara que los autores no recomiendan realizar más estudios al respecto, ya que consideran que difícilmente cambiarían los resultados. 

No sorprende

Al director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), Celso Arango, no le sorprende especialmente este resultado. Al fin y al cabo, explica a EL ESPAÑOL, llevamos años oyendo sobre los perjuicios del tabaco y su consumo apenas se reduce. 

Para el director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), Valentín Fuster, los hallazgos tampoco son sorprendentes y, de hecho, coinciden con otros que él ha visto en su campo. En concreto, el cardiólogo ha estudiado si las personas modifican su comportamiento tras someterse a pruebas de diagnóstico por imagen que les informan de su futuro riesgo cardiovascular o, en otras palabras, de las posibilidades que tiene de sufrir un infarto o una patología similar estando aparentemente sanos. 

"Sólo con los resultados de las pruebas no se cambia", afirma a este diario. "El hecho anómalo de por sí no provoca ninguna modificación, excepto si va acompañado de una explicación", añade, y apunta a la importancia de una labor de educación en este sentido. Eso sí, este experto considera que si los datos se acompañan de esta aproximación educativa y constante sí que es posible que la conducta cambie crónicamente. 

Arango cree que los seres humanos utilizan ciertos mecanismos para no cambiar. Una cierta forma de autoengaño que se justifica con la frase: "Prefiero vivir menos años, pero poder hacer más cosas". También existe, por supuesto, la negación. 

El psiquiatra defiende la información genética de riesgos futuros. "Es algo muy importante", resalta, pero añade que "solo será útil para personas que van a modificar su comportamiento". Según el estudio recién publicado, son pocos entonces los candidatos a recibirla. 

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