Inmaculada no ha tenido suerte en su vida. Se casó joven y tuvo una hija pero, incapaz de cuidarla, la dejó con su suegra. Ella dice que fue esa situación la que provocó que le pidiera a una amiga suya, ya fallecida, algo de droga. "Me arrepiento de no haberla tomado por la nariz", recuerda en conversación con EL ESPAÑOL.  

De ahí, la adicción y la continuación de una vida que deja corta a las películas de Ken Loach. Cuatro años después de ese episodio, y tras haber conocido a otro hombre, Inmaculada volvió a quedarse embarazada, de "una niña deseada". Cuando la gestación estaba muy avanzada, cuatro hombres la violaron, lo que adelantó el parto de la niña -"inteligente pero con problemas intelectuales"- a los siete meses. 

Por aquellas -el relato es algo confuso en lo que a línea temporal se refiere- Inmaculada ya sabía que era portadora del VIH. Se lo dijo su médica de familia, tras los análisis rutinarios propios de cualquier embarazo. "Me repetí la prueba y todo, no me lo podía creer; si no llego a tener algo detrás para sentarme, me caigo redonda", comenta. 

Después, otro embarazo -esta vez no buscado- y una orden de su marido: "Me llevó al Hospital Vall d'Hebron para que abortara y me escapé; cuando nació el niño, me lo quitaron y yo le llamé para que se lo llevará, porque lo iban a dar en adopción: al final lo hizo y el niño está con él, estudia en Castellón, me ha prometido que vendrá pronto a verme". 

La suerte de las defensas

Con lo único con lo que Inmaculada ha tenido suerte ha sido con su sistema inmunológico, como reconoce Elena Ferrer, médica del VIH del Hospital de Bellvitge, que la trata. Esas defensas fuertes le han permitido resistir muchísimos años sin tener que tomar tratamiento antirretroviral, algo que hasta hace pocos meses sólo estaba indicado cuando las defensas bajaban a un número determinado. 

Pero también esa suerte estaba a punto de acabársele. El destino natural de Inmaculada era el de los 36 millones de seropositivos en todo el mundo: tratarse con medicamentos que mantuvieran a raya al virus que, poco a poco, destruía sus defensas. 

Lo que cambió ese paso natural fue un ensayo clínico, de nombre LATTE 2, en el que le propuso participar Daniel Podzamczer, jefe de la Unidad de VIH de su hospital y portavoz del Grupo de Estudio del sida de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (GESIDA). En el mismo se iba a evaluar la eficacia de una nueva combinación de antirretrovirales -cabotegravir y rilpivirina- con una característica muy especial: en lugar de tomarse en comprimidos diarios (una media de tres o cuatro en la mayoría de los casos), la oferta incluía una nueva vía de administración, una inyección intramuscular en cada nalga cada mes. 

Ha pasado un año desde que Inmaculada dijo sí. "Al principio, tenía miedo, pero después me lo contaron muy bien, me dijeron que íbamos a ser pioneros y ahora me siento muy afortunada", comenta la paciente. 

Datos espectaculares

Podzamczer, por su parte, explica el ámbito más científico del estudio. Éste ha consistido en tres brazos: un grupo se trata con los dos medicamentos que recibe Inmaculada pero por vía oral, a los que añade otros fármacos antirretrovirales; un segundo grupo recibe los dos agentes nuevos también inyectados pero cada dos meses y, el tercero, lo hace cada mes. 

"Los datos a las 32 semanas son espectaculares, pero hay que tener en cuenta que todavía no se han publicado, se trata de resultados preliminares", señala el especialista, que destaca que la tasa de supresión viral (la forma de medir el control del VIH) fue muy similar en los tres grupos. 

Ferrer, que ha tratado personalmente a los 16 pacientes de Bellvitge que participan en LATTE 2, aboga también por la prudencia. Aún tienen que pasar años para que el producto sea una realidad, empezando por los tres o cuatro que quedan para que acabe este estudio. Eso sí, la experta reconoce que sus pacientes "apenas han sufrido efectos secundarios, más allá de un poco de dolor durante los días posteriores al pinchazo" y que esta vía de administración frente a las pastillas diarias supone "una liberación". 

Podzamczer adelanta que los primeros resultados del estudio se van a presentar en el congreso más importante del mundo de VIH, la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI), que se celebra en Boston en febrero. "A los pacientes les hemos enseñado lo que vamos a contar allí y están encantados", apunta Ferrer. 

¿Y ahora qué?

Los siguientes pasos hasta que esta nueva opción se convierta en realidad pasan por concluir este estudio y hacer nuevos ensayos más multitudinarios. Si todo sigue bien, habría que fijar el precio del medicamento, un punto que suele ser controvertido. Aunque Podzamczer apela a la "concienciación de las farmacéuticas" para que éste no sea muy elevado, es muy pronto para especular con el mismo. 

También que habrá que evolucionar en cuanto a los sujetos en los que se ensaye la terapia. En esta primera prueba, se ha evaluado en los llamados pacientes naïve, la denominación médica de aquellos que nunca se han tratado de una infección, bien porque sus defensas se lo han permitido -como es el caso de Inmaculada- o bien porque acaban de ser diagnosticados. 

Pero la verdadera revolución en la práctica clínica vendrá cuando todos los seropositivos puedan beneficiarse de esta opción. Uno de ellos podría ser el propio marido de Inmaculada, que toma cuatro comprimidos diarios para evitar que el VIH mine sus defensas. "Para ese escenario habrá que tener en cuenta las posibles resistencias", advierte Ferrer. 

En cualquier caso, LATTE 2 puede ser el principio del fin de la dictadura de las pastillas. Al menos, mientras se consigue la anhelada curación. 

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