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Los primeros diez años de vida representan una etapa clave, tanto para los niños como para sus padres. Es un momento lleno de ilusión que, para los más pequeños, resulta fundamental para garantizar un correcto crecimiento y el adecuado desarrollo de su organismo. Una fase, en definitiva, en la que se consolidan unos principios saludables que repercutirán en su bienestar futuro a través de los hábitos adecuados y, sobre todo, de una alimentación variada y nutricionalmente correcta.

Es un momento casi mágico que, no obstante, conlleva una gran responsabilidad para los padres. Es habitual que surjan dudas acerca de qué es lo mejor para el menor en cada momento. Una cuestión lógica, dado el rápido crecimiento y la casi continua variación en sus necesidades nutricionales. En este contexto, la ciencia es la gran aliada de los hogares porque aporta evidencia para responder a cualquier cuestión que surja en torno a qué, cuánto y cómo deben incorporar a sus dietas los más pequeños.

Hay varios aspectos evidentes en todo este escenario. El primero es que estos primeros años marcan el futuro: el cuerpo y el cerebro crecen muy rápidamente. En este contexto, las decisiones nutricionales dejan su huella en los huesos, en el sistema inmunitario y en la capacidad cognitiva. Con un aparato digestivo aún por desarrollar, y una dieta que todavía no incluye todos los tipos de alimentos, alcanzar las cantidades diarias recomendadas de nutrientes es la gran aspiración de los padres.

La leche es la gran protagonista en todo este periodo. Según la edad, eso sí, habrá que distinguir entre varios tipos. Desde el nacimiento y hasta los seis meses, el bebé debe alimentarse exclusivamente con leche materna.

A partir de ese momento, se puede seguir ofreciendo, aunque ya como parte de una dieta diversificada. Pero cumplido ese medio año de vida, el lactante puede incorporar las fórmulas adaptadas o de continuación, como las que ofrece Puleva. Es un cambio muy importante en la nutrición, porque este tipo de leches se convierte en un vehículo para aportar al menor cualquier nutriente que pueda resultar deficitario por otra vía.

La ciencia estima que, entre 1 y 3 años, se necesitan más nutrientes por kilo incluso que un adulto. Y esto favorece el uso de fórmulas o, posteriormente, leches de crecimiento, que, más allá de sus propiedades naturales, se complementan con otros componentes que subsanan cualquier tipo de déficit de cantidad o calidad.

En este punto, cualquier familia podría perderse entre todas las siglas, nombres de nutrientes y tipos de vitaminas. Pero los más habituales —e importantes, dadas sus funciones— son:

  • Hierro: clave para el neurodesarrollo y la prevención de la anemia; las fórmulas se enriquecen para cubrir necesidades elevadas tras los 6 meses.
  • DHA (Omega‑3): fundamental para el desarrollo cerebral y visual; su inclusión en fórmulas de continuación es prioritaria cuando la lactancia no es posible.
  • Vitamina D: apoya hueso e inmunidad; suele ser insuficiente en dietas infantiles, por lo que las fórmulas la aportan de forma garantizada.
  • Calcio y fósforo: base de la mineralización ósea; se ajustan a rangos seguros y efectivos para el crecimiento.
  • Yodo y zinc: yodo para la función tiroidea y el desarrollo neurológico; zinc para la inmunidad y el crecimiento tisular.
  • Vitaminas A, E, C y grupo B: antioxidantes, soporte inmune y metabolismo energético; ayudan a completar la diversificación.

Al incorporar algunos o muchos de estos nutrientes, las fórmulas y las leches de crecimiento ya marcan una diferencia clave respecto a la leche de vaca. El motivo se encuentra en la composición: la de vaca contiene abundantes proteínas y minerales, lo que puede suponer una carga innecesaria para un sistema renal que aún está en formación. Al mismo tiempo, no aporta cantidades relevantes de elementos importantes, como el hierro o la vitamina D, por ejemplo.

Las leches de crecimiento ofrecen una composición más equilibrada y adaptada a las necesidades y la capacidad digestiva de cada periodo. Una diferencia es que se reduce la carga proteica; no obstante, aun con menor cantidad en este apartado, la calidad es superior, porque se incluye una mayor proporción de proteínas de lactosuero, que tienen más aminoácidos esenciales.

Es una manera de enriquecer y adaptar este perfil nutricional para establecer una forma fácil, cómoda, rápida y accesible de paliar posibles carencias en las cantidades diarias recomendadas y compensar los desajustes que se producen, inevitablemente, al abrirse a la incorporación de alimentos sólidos.

Uno de los trabajos científicos más relevantes en este ámbito es el estudio EsNuPi (2019). En él se analiza la relación entre el consumo de leches adaptadas en preescolares y la adecuación nutricional global respecto a quienes consumen leche de vaca. Y, entre sus conclusiones, las evidencias indican que quienes toman leche adaptada cumplen mejor las pautas dietéticas recomendadas, “especialmente en nutrientes críticos”.

Leches de crecimiento: a partir del año

Todo ello respalda su uso como una manera de impulsar el desarrollo del niño. Esto es igualmente importante a partir del año de edad, momento en el que llegan las leches de crecimiento. El principio sigue siendo el mismo: aportar más de lo que falta y menos de lo que sobra. Se trata de una expresión habitual en este ámbito que, en lo práctico, se traduce en un producto que eleva la cantidad de hierro, vitamina D y omega‑3 y reduce significativamente las proteínas y el azúcar añadido.

No se trata de sustituir la dieta —especialmente cuando es variada—, sino de complementarla. La ciencia ha probado su valor nutricional y diferentes asociaciones, como EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), ESPGHAN (Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica) o la Asociación Española de Pediatría (AEP), también respaldan su uso. Ahora bien, su recomendación por parte de los profesionales de la salud debe valorarse en cada caso particular. Es recurrente la pregunta de si este tipo de leches adaptadas son para todos o no. La respuesta atañe al sentido común: no son obligatorias, pero son una herramienta idónea para responder allí donde exista riesgo de déficit de algún nutriente clave.

El precio de las leches adaptadas, superior al de la leche de vaca, es otra cuestión que puede hacer titubear a las familias. Pero lo cierto es que este coste encuentra su justificación en su propia razón de ser: su composición específicamente adaptada para niños pequeños y, sobre todo, la experiencia de más de 50 años de investigación nutricional que Puleva incluye en cada envase.

La compañía tiene en el mercado una amplia gama de leches adaptadas, con soluciones específicas para cada etapa del crecimiento:

Puleva Peques 2

Pensada para bebés a partir de 6 meses, cuando la lactancia materna no es posible o suficiente. Aporta omega‑3 DHA y hierro, nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral, visual y físico. Su formulación está diseñada para complementar la introducción progresiva de alimentos sólidos y apoyar un crecimiento equilibrado.

Puleva Peques 3

Indicada a partir de 12 meses, en plena diversificación alimentaria. Proporciona omega‑3 DHA, hierro, calcio, zinc, yodo, folato, vitamina E y 13 vitaminas esenciales, hasta 13 veces más hierro que la leche de vaca. Su variedad más consumida no contiene azúcares añadidos. Está disponible en formatos con cereales, envases individuales para facilitar el consumo fuera del hogar y la fórmula Buenas Noches, con triptófano para favorecer el sueño reparador.

Puleva Max

Diseñada a partir de los 36 meses, cuando la dieta ya es más variada, pero siguen existiendo déficits de ingesta en hierro, vitamina D y omega‑3. Está enriquecida con omega‑3 DHA, hierro, calcio, fósforo, magnesio, zinc y 13 vitaminas, y aporta 24 veces más hierro que la leche de vaca y el 44% de la ingesta diaria recomendada de calcio. Se ofrece en versiones con cereales, sin lactosa y en envases individuales.

Con más de 50 años de investigación nutricional, Puleva combina conocimiento experto, nutrición equilibrada y practicidad, convirtiendo cada vaso en una oportunidad de apoyar el desarrollo físico, intelectual y emocional de los niños.

Referencias

- EFSA. Scientific Opinion on nutrient requirements and dietary intakes of infants and young children in the European Union. EFSA Journal. 2013;11(10):3408.

- Dalmau Serra J, et al. Leches de crecimiento. Act Pediatr Esp. 2017;75(5–6):73–79.

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