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El investigador y nutricionista José Francisco López-Gil (Archena, Murcia, 1990) ha creado, junto con José Abellán y su padre, un nuevo concepto que podría salvar miles de vidas. El nombre que recibe es "síndrome de Gulliver".

Así es, como el personaje literario de la afamada obra de Jonathan Swift. No es casualidad esta elección. Y es que, al igual que con varias cuerdas se puede atar al 'gigante' Lemuel, varios factores de riesgo pueden llevarnos a un grave problema de salud.

En consulta, sin embargo, esta acumulación de riesgos termina pasando desapercibida. Al paciente tan sólo se le recomienda que se cuide "un poco más de la cuenta". Pero no atajar a tiempo estas señales pueden causar enfermedades cardiovasculares o una mortalidad prematura.

"Nuestra idea es que no se quede sólo en una publicación científica, sino que pueda salvar vidas", cuenta López-Gil por videollamada a EL ESPAÑOL desde Ecuador, donde se encuentra como investigador de la Universidad Espíritu Santo.

¿Cómo surge la idea de este nuevo concepto y por qué el nombre de Gulliver?

Surge por lo que se observa a diario en la práctica clínica. A menudo llegan pacientes con un poco de obesidad abdominal, presión arterial algo elevada o niveles de colesterol o de glucosa altos.

Como no alcanzan los puntos de corte establecidos como "riesgo", se da una inercia terapéutica; es decir, no se hace nada, más allá de algún consejo tipo "cuídese un poco" o "vigile esos niveles".

El problema es que esos pequeños niveles acumulados pueden ser precursores de una enfermedad cardiovascular y de mortalidad prematura. De ahí la metáfora de Gulliver: una sola cuerda a un gigante no le hace nada pero si son varias, puedes capturarlo.

Nosotros nos centramos en cuatro factores que son los más utilizados. Y el objetivo es dar un mensaje sencillo, que cuando un paciente llegue a consulta, con una analítica y una cinta para medir el perímetro de la cintura, se pueda hacer un buen cribado.

¿Cómo se pueden evitar los cuatro factores que habéis establecido para este síndrome?

En lo que se refiere a prevención, tenemos seis pilares fundamentales: estilo de vida sedentario, calidad del sueño, dieta poco saludable, relaciones sociales, gestión del estrés y sustancias nocivas (alcohol, tabaco u otro tipo de drogas).

¿Diría que en España fallamos especialmente en alguno de estos seis pilares?

No tenemos datos específicos sobre estos seis pilares. Pero sí sabemos, por un estudio que hicimos, que el 7% de niños y adolescentes cumple con las tres recomendaciones de lo que se conoce como comportamiento de 24 horas (actividad física, tiempo de pantalla y sueño).

Si le añadimos relaciones sociales y consumo de fruta, seguramente el porcentaje sea mucho más bajo. Con lo cual, nos da la idea de que en lo que tiene que ver con el estilo de vida estamos fallando.

¿Confía en que el término se utilice con frecuencia entre los profesionales y pacientes?

Es nuestra idea. Que no sólo se quede en una publicación científica, sino que tenga aplicabilidad y pueda salvar vidas. Además de que el paciente que antes salía de consulta con un pequeño mensaje de alerta, ahora lo haga con uno más contundente.

¿Tiene la sensación de que la población tiene una visión limitada de lo que significa tener un estilo de vida saludable?

Creo que a veces nos dejamos llevar en algunos aspectos. Todos tenemos familiares que dicen "bueno, tengo un poco de colesterol alto aunque no es mucho".

O "tengo la glucosa un poco elevada pero como no me mandaron medicación, estoy tranquilo". Esa es la mentalidad que tiene que cambiar, la de pensar que por tener un poco de riesgo no significa que no lo tengas.

¿Cómo se podría conseguir ese cambio de mentalidad?

Incidiendo mucho en la prevención primaria. Es verdad que es un poco utópico porque no siempre en las consultas se tiene el tiempo que uno quiere.

Pero habría que poner más énfasis en que cuando hablamos de estilo de vida, la persona de a pie piensa que solamente es ejercicio físico o empezar a comer mejor.

No es sólo eso. Hay muchos otros factores que también influyen. Por ejemplo, si estoy más tiempo delante de una pantalla, mi sueño va a ser peor.

Esta concepción de que el estilo de vida sirve para prevenir enfermedades debería comenzar desde la infancia.

No es posible que una persona empiece a hacer ejercicio cuando llega el verano porque quiere lucir mejor o después de Navidad para 'compensar' los excesos.

Esto no es una herramienta para solucionar un problema, sino que hay que hacerlo porque sí, porque es bueno, porque es necesario para la salud.

¿Se ha normalizado en la sociedad la obesidad? ¿Hay miedo de hablar sobre ella como una enfermedad?

Yo siempre he sido muy claro en esto. Como agentes de salud, debemos dar el mensaje de que tener obesidad no es bueno por varias razones.

Por un lado, aumenta la probabilidad de tener enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión. Y por otro, es mayor el riesgo de mortalidad prematura, además de que puedes tener problemas de insatisfacción corporal, depresión, ansiedad o estrés.

Es evidente que hay un estigma social que deberíamos cambiar. Pero tampoco se puede 'glamourizar'. No se trata de discriminar a nadie, pero sí es importante que se sepa que puede tener un impacto a largo plazo.

¿Las llamadas inyecciones milagro pueden generar una falsa sensación de estilo de vida saludable?

La sociedad se está volviendo mucho más conformista en todo, acostumbrándose a tenerlo todo de manera inmediata.

Siempre estamos en busca de píldoras mágicas, y es un problema cultural grave. Es mucho más sencillo aplicarte una inyección y decir "con esto ya no engordo" que mantenerte saludable.

Es evidente que son fármacos que tienen utilidad, pero hay dos preguntas que aún desconocemos: cuáles son sus efectos a largo plazo y qué efecto rebote tienen si se abandona el fármaco.

Creo que pueden llegar a ser una alternativa, pero en ningún caso debería ser la primera opción para nadie.

Otra alternativa que ha generado debate en los últimos años ha sido el ayuno intermitente. ¿Existe suficiente evidencia como para recomendarlo?

El ayuno intermitente lo que hace es aumentar la ventana de ayuno que todas las personas ya suelen tener (de unas siete u ocho horas). El problema es que cuando en los estudios ajustan por la cantidad que se ingiere, la pérdida de grasa corporal no es significativa.

Es decir, depende más de la ingesta energética que del momento. Si una persona hacía cuatro comidas y pasa a dos, pierde peso. Pero porque está ingiriendo menos comida, no por el ayuno intermitente en sí. También con otras dietas, lo que funciona es que acabas comiendo menos.

Yo, por ejemplo, no desayuno. Lo llevo haciendo desde que tenía 17 años, antes de que se diera a conocer el ayuno intermitente. No lo hago por perder más peso, sino porque no tengo apetito por la mañana. Ahora bien, el resto del día lo compenso con tres comidas (almuerzo, merienda y cena).

No se puede vender como una herramienta definitiva ni demonizarlo. Tampoco se puede generalizar. En niños en edad de crecimiento, pasar de cinco a tres comidas les hará estar carentes de nutrientes.

¿Cuáles eran los errores con los que más se encontraba cuando pasaba consulta?

La desinformación. Era increíble. Y no sólo por las dietas, también por los suplementos, cuando sabemos, por la evidencia científica, que su efecto no supone más de un 5% de la combinación de alimentación, ejercicio y sueño. Las personas los toman como si fuera una pastilla mágica.

En consulta también pasa que aunque le pongas a un paciente la mejor dieta del mundo, si cuando se levanta por la mañana no tiene motivación suficiente para llevarla a cabo, obviamente no va a haber mejoría.

¿El mito de "hay que comer de todo" es de los que más ha podido perjudicar a la salud de la población?

Cuando se ha venido recomendando esto, se puede hablar de no tener una dieta monótona, sino que combines distintas clases de carne, pescado o verduras.

Pero claro, también podemos utilizar el mensaje de una forma un poco más simple y llegar a justificar el consumo de ultraprocesados.

Nos pasa con casi todo, llevamos el mensaje a donde nos interesa. Y siempre intentamos polarizar en el sentido de "grasas buenas versus grasas malas, comer o no comer, cinco comidas frente a una…".

Puede que haya cierto hartazgo, como nos puede pasar a nivel político, de estar siempre confrontados. Pero en la alimentación el mensaje debe ser claro.

Y si hay avances, dar el mensaje desde la moderación. Parece que sólo se vende en los extremos. Hay que intentar no caer en los mensajes simplistas por querer tener más repercusión en redes.

¿Qué recomendaciones le daría a quien haya descuidado los hábitos saludables durante el verano?

Dependerá de cada persona. Si ya venía cuidándose, lo ideal es que intente retomar su día a día para minimizar los efectos colaterales que haya tenido por el exceso del verano.

Y si es alguien que no ha empezado nunca, le diría que cualquier día es bueno para hacerlo. La vida no espera a nadie, y cuanto más tiempo pase sin cambiar de hábitos, mayor riesgo se estará acumulando.

En consulta, a los pacientes les decía "piensa cómo estabas el verano pasado". Si estabas diciendo lo mismo que ahora es porque fallaste en algo.

Según los últimos datos de Sanidad, tres de cada 10 niños en España tienen sobrepeso. ¿En qué estamos fallando?

Es cierto que hay una cierta estabilización, pero no puede ser una victoria. No es motivo de orgullo, sobre todo porque sabemos que es un potencial adulto con sobrepeso u obesidad.

Hace un par de años, publicó un estudio en el que advertía que uno de cada cinco jóvenes sufría desórdenes alimentarios. ¿Cómo pueden los padres evitar que sus hijos tengan un trastorno de la conducta alimentaria?

La conducta alimentaria depende de muchos factores, no podríamos señalar sólo uno. Pero es cierto que mantener una relación sana con la comida es importante.

Si en verano, por ejemplo, ha tendido a engordar un poco más puede tener problemas de autoestima o sufrir bullying, que favorecerá que aparezcan este tipo de conductas.

Por eso es importante tener una relación sana con la comida durante todo el año. También es vital vigilar el uso que se hace de las redes sociales. En los niños y sobre todo en adolescentes, pueden suponer un gran peligro.

No sólo por el uso de imágenes retocadas, sino por la vida idílica que a veces no se corresponde con la realidad. No es tan común ver a personas exponer emociones negativas en redes sociales.

Pero a veces les puede influir más un vídeo de redes sociales que lo que escuchan en su casa o en el colegio.

Sí, tenemos 'el enemigo' en casa. Y además de la familia y los centros educativos, los influencers tienen un gran altavoz con el que pueden llegar a este tipo de población.

No todo el mundo en mi campo lo ve así. Pero, por ejemplo, los divulgadores científicos —aunque no sean científicos— también hacen una labor que es necesaria.

Este verano también hemos visto cómo algunos influencers hacían campañas con marcas de comida rápida.

Claro, el tener ese poder de convocatoria te puede llevar a eso. Y normalmente la salud no la patrocina nadie porque no da dinero.

Pero hay veces en las que no todo se hace por dinero. Debemos tener también un punto de responsabilidad social.

¿Cómo surge la oportunidad de continuar su carrera como investigador en Ecuador?

Sinceramente, porque ahora mismo no creo nada en el sistema español de ciencia. Tenemos normalizado el problema de la endogamia en las universidades públicas.

En mi carrera, me habré presentado a unas 40 plazas de ayudante doctor en España. Gané una y la rechacé porque ya tenía la oportunidad de venir a Ecuador.

Llevo desde 2017, cuando empecé la tesis doctoral, dejándome la vida por esto. Sin becas, sin financiación, trabajando en otras cosas para poder seguir investigando.

En 2021, me salió la oportunidad de irme a trabajar a Harvard. Me fui. Pero ni eso era suficiente para trabajar en España.

¿A qué cree que se debe?

Las plazas las perfilan para los candidatos que son de 'la casa'. No digo que suceda en el 100% de los casos. Pero tras haberme presentado a tantas plazas, creo que algo de información tengo para saber cómo funciona.

Me cansé hasta tal punto que ahora mismo podría volver, pero te das cuenta de que el sistema, a mi modo de ver, no funciona porque no selecciona a los candidatos más capacitados, a los que realmente tienen ilusión por investigar.

Funcionan como instituciones privadas, en el sentido de que yo soy el catedrático que lleva más tiempo, esta persona hizo la tesis doctoral conmigo y este es el que va a entrar. Nadie hace nada al respecto, pero yo no voy a jugar a eso.

Sé que puede parecer que este mensaje lo doy porque estoy un poco quemado con el sistema. Pero, en realidad, ahora mismo tengo opciones de volver; de hecho, he ganado un contrato Ramón y Cajal hace unos meses.

No he podido entrar en universidades públicas, en la mayoría de las ocasiones, pero luego a nivel nacional (donde no cuenta nada de lo que he dicho antes), me dan el contrato de investigación más prestigioso de España. ¿Qué coherencia tenemos ahí?

¿Qué es lo que más echas de menos de Murcia?

El jamón (se ríe). No, fuera de broma, lo que peor se lleva siempre es el estar lejos de la familia. En España también tenemos la calidad de vida, aunque creo que ya no estamos con tan buenos niveles de calidad de vida como hace unos años en cuanto a muchos servicios.