Las dietas de adelgazamiento en España saben a filete de pollo a la plancha y a fiambre de pavo —que de pavo tiene poco—. Pensamos que las carnes de las aves son mucho mejores para nuestra salud y para adelgazar que las que proceden de mamíferos. Si bien en la mayoría de los casos esto es así, existe una excepción: la carne de pato. La carne de esta ave es la carne que tiene más grasas, aunque esta afirmación tiene truco.

Lo cierto es que los españoles no somos tan asiduos al pato como al pollo o, incluso, al pavo. Se trata de un bocado que tenemos más asociado a la cocina francesa y, sobre todo, a la china. Los restaurantes de comida asiática son muy populares en muchos países de nuestro entorno y, por supuesto, también en España. Cuando nos acercamos a uno de estos el pato laqueado, o a la pekinesa, es uno de los platos estrella.

En el caso del pato, se advierten muchas diferencias gastronómicas y nutricionales entre los que son salvajes y los de granja. "Los patos silvestres o salvajes tienen un plumaje oscuro, un sabor algo más fuerte y la carne magra y seca, que los diferencia de los domésticos", afirma la Fundación Española de Nutrición (FEN). Por lo tanto, los patos salvajes pueden considerarse más saludables por tener menos grasas.

Grasa variable

Eso sí, suele ser un producto más caro y menos común en los restaurantes que sirven estas recetas: la temporada de caza de patos sólo se produce en el mes de septiembre, según la FEN. El mismo organismo advierte de que la carne de pato doméstico tiene hasta un 30% más de grasa que la que procede de los patos salvajes. De todas formas, existe una manera sencilla de reducir el porcentaje total de grasa en los patos.

Tal y como explica este artículo de EL ESPAÑOL, la carne de pato puede ser la que más grasas tiene de todas. Sin embargo, si retiramos su piel el porcentaje de este nutriente se reduce de manera drástica. En el mismo artículo se estima que el pato tiene algo más de 28 gramos de grasa por cada 100 de peso total, pero si se le retira la piel, la FEN calcula que el aporte de grasa se queda en un 6%. 

A pesar de que nutricionalmente el exceso de grasa no es deseable, esta sustancia es lo que hace que, una vez cocinada, la carne del pato sea jugosa y muy apreciada. De hecho, lo habitual es que tanto el pato a la pekinesa como el pato a la naranja —procedente de Francia— conserven la capa de piel cuando lleguen al plato. Si nos preocupan nuestros niveles de colesterol, lo mejor es que retiremos esta capa.

Nutrientes buenos

Para conservar la buena textura del pato y, a la vez, perder una buena cantidad de grasas por el camino, se recomienda cocinar el pato con piel y retirarla en el momento de comer. De esta manera, parte del jugo de la grasa pasa a la carne. Ahora bien, la FEN es algo más dura y aconseja que si elegimos carne de pato la cocinemos a la plancha, cocida o al horno para reducir al máximo el aporte de grasa. 

Debido al aporte de grasas, la carne de pato se caracteriza por tener un aporte alto de calorías. Según la FEN, 100 gramos de carne de pato aportan 214 kilocalorías que proceden de nutrientes variados, más allá de las grasas. El pato se caracteriza por contar con proteínas de alto valor biológico. Esto significa que aportan todos los aminoácidos esenciales y, además, son absorbidas fácilmente por nuestro organismo.

En cuanto a las vitaminas, la carne de pollo destaca por su contenido en vitaminas hidrosolubles como la tiamina, la riboflavina, la niacina y la vitamina B12. En cuanto a los minerales, esta carne supone una buena fuente de fósforo, zinc y hierro hemo de fácil absorción. En conclusión, la carne de pato puede ser saludable si se consume de manera esporádica o retirando la piel cuando vayamos a consumirla.

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