Aunque España destaca por ser uno de los países con mayor esperanza de vida, con una media de 82 años actualmente, no todo el mundo logra alcanzar este umbral. Y, en gran parte de los casos, una mala dieta tiene un enorme peso en cuanto a calidad y cantidad de vida se refiere.

Así lo sugeriría un nuevo estudio publicado en Nature Food, a cargo de la Universidad de Michigan, el cual evaluó casi 6.000 alimentos y su potencial para dar lugar a enfermedades nutricionales, además de su potencial impacto sobre el medio ambiente. Una vez más, el exceso de consumo de carne parece ser un problema esencial.

En el estudio se han llegado a conocer algunos datos curiosos, como el hecho de que el consumo de un perrito caliente puede restar 36 minutos de vida saludable, mientras que elegir una porción de frutos secos en su lugar podría aportar hasta 26 minutos más de vida saludable. 

Evidentemente, se trata de cálculos aproximados sobre el papel, y no es tan fácil ser específicos en este ámbito.

Lo que sí sugiere el estudio es que, a nivel estadístico, sustituir el 10% de la ingesta calórica diaria de carne de res y carnes procesadas por otros alimentos como frutas, verduras, legumbres, frutos secos y determinados pescados y mariscos podría aportar dos beneficios: reducir la huella de carbono a nivel medioambiental hasta en un tercio y aumentar hasta 48 minutos de vida saludable por día.

Como bien recuerda Katerina Stylianou, estudiante de doctorado y becaria postdoctoral en el Departamento de Salud Ambiental de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Michigan, y autora principal del trabajo, en muy raras ocasiones las recomendaciones dietéticas tienen en cuenta el impacto ambiental de los alimentos que consumimos.

Pero en este trabajo sí se han tenido en cuenta, no solo el impacto ambiental, sino también cómo determinados alimentos pueden alargar o acortar el tiempo de vida saludable (y no solo la esperanza de vida como tiempo bruto, sin más).

El cálculo de una vida saludable

Para este trabajo se ha usado un nuevo índice nutricional, el Health Nutritional Index, el cual se ha desarrollado en colaboración con el nutricionista Victor Fulgoni III de Nutrition Impact LLC.

Este índice, HENI en sus siglas en inglés, calcularía la carga neta de minutos de vida saludable que aportarían los alimentos, para bien o para mal. Es decir, se trataría de un cálculo donde el alimento en cuestión puede aportar minutos de vida saludable, o bien restar minutos.

Este cálculo es una adaptación del Global Burden of Disease (Carga Global de Enfermedad), otro índice donde se analiza la morbilidad y mortalidad por determinadas enfermedades asociadas a la elección de alimentos de un individuo.

En este caso, HENI usa hasta 15 factores de riesgo dietético y estimaciones de carga de enfermedad del mencionado GBD, y los combina con los perfiles nutricionales de los alimentos consumidos en los Estados Unidos, según la base de datos What We Eat in America, de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del país norteamericano.

Resumidamente, los alimentos con puntuación positiva agregarían minutos de vida saludable. Por su parte, los alimentos con puntuación negativa, asociados con aumento del riesgo de enfermedad y mala salud en general, restarían minutos de vida saludable.

El impacto medioambiental de los alimentos

Por su parte, en este trabajo también se ha evaluado el impacto ambiental de los alimentos usando el IMPACT World +, un método para analizar el impacto del ciclo de vida de los alimentos (producción, procesado, fabricación, preparación/cocción, consumo y desperdicios), junto al análisis del agua y la salud humana y daños por formación de partículas finas.

En total se analizaron 18 indicadores ambientales, teniendo en cuenta recetas detalladas de alimentos y sus potenciales desperdicios secundarios.

Los alimentos se clasificaron en tres zonas de color según su desempeño nutricional y ambiental combinado, a modo de semáforo.

La zona verde representa los alimentos que se recomienda aumentar en la dieta. Se trata de alimentos beneficiosos tanto nutricionalmente como a nivel medioambiental. En esta zona estarían los frutos secos, frutas, vegetales cultivados en el campo, legumbres, granos enteros y algunos mariscos.

La zona roja incluye alimentos con impactos nutricionales o ambientales considerables, recomendando su reducción o incluso evitarlos en la dieta. En esta zona estarían las carnes procesadas, carne de res, carne de cerdo y carne de cordero.

La zona amarilla sería un término medio, donde entrarían el resto de alimentos.

Los mismos investigadores reconocen que el método no es perfecto, y que hay alimentos nutricionalmente beneficiosos que no siempre generan impactos ambientales bajos, y viceversa. Lo que si destacan es que en estudios previos la discusión se había reducido a alimentos de origen vegetal contra alimentos de origen animal. Pero, si bien es cierto que los alimentos de origen vegetal parecen ser más beneficiosos y sostenibles, los autores explican que hay variaciones considerables dentro de un mismo grupo: ni todo lo vegetal es sano, ni todo lo animal debe evitarse completamente.

Para finalizar, y a modo de resumen, los investigadores sugieren estos cambios: por un lado, reducir el consumo de alimentos con impactos negativos, tanto a nivel de salud como a nivel medioambiental. En este caso aconsejan reducir las carnes procesadas, carne de res, camarones, carne de cerdo y cordero y las verduras cultivadas en invernadero; y, por otro lado, aumentar el consumo de alimentos beneficiosos, como frutas y verduras cultivadas en campo, legumbres, nueves y mariscos de bajo impacto medioambiental.

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