Un marzo con lluvias de récord. Un mayo extremadamente frío. Un calor en junio más propio de julio y agosto, combinado, además, con granizo del tamaño de pelotas de golf. Y un Mediterráneo en ebullición que presagia tormentas torrenciales para el otoño.
Francisco Javier Tapiador, catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Castilla-La Mancha, lleva colaborando 20 años con la NASA para desentrañar la dinámica de las precipitaciones en el planeta.
Por eso no le sorprende las anomalías que estamos viviendo: los modelos climáticos, que él ha ayudado a establecer, lo dejaban bien claro. Lo que figuraba sobre el papel o la pantalla de ordenador lo estamos viviendo ahora en nuestro día a día.
El clima no evoluciona de forma monótona y constante, advierte. Por eso nos pueden sorprender meses más fríos, tiempos más estables. Quizá julio no sea un infierno. Pero lo que es seguro es que, en los próximos cinco o diez años, la mayoría de julios (y de junios) que vivamos sí lo van a ser.
Este junio ha tenido temperaturas hasta 15 ºC por encima de lo habitual. ¿Nos tenemos que ir acostumbrando a ello?
Nos tenemos que acostumbrar a un tiempo muy loco, a que haya una distorsión considerable respecto al clima al que estábamos acostumbrados.
Por ejemplo, marzo ha sido muy anómalo, ha llovido muchísimo. Junio está siendo más cálido de lo habitual, julio no sabemos cómo será pero seguro que será anómalo, y agosto.
La tendencia general es a mayores temperaturas, eso sí, pero el tiempo va a ser muy variable.
¿Junio es el nuevo julio?
Es posible, sí. Los ciclos están cambiando, están descolocados. Antes llovía más en otoño y en primavera, y ahora se está adelantando un poquito, como dos o tres semanas, y con las temperaturas pasa un poco así: en julio vamos a tener temperaturas de agosto, y en agosto, más inusuales.
Agosto no sabemos qué va a ser.
No todos los julios, a lo mejor es más fresco de lo habitual, pero en los próximos 30 años van a ser más cálidos que los que estábamos acostumbrados, y los agostos también, van a ser especialmente cálidos en el sur de España.
Usted prevé que España se va a convertir en una combinación de sequía y aguaceros, que es lo que está ocurriendo ya.
Es lo que estaba previsto. Un clima más cálido implica que hay más evaporación, la mayor evaporación produce convección, que provoca que haya grandes tormentas, que descargan en muy poco tiempo toda esa energía.
La energía hace que el vapor de agua se condense y ese vapor de agua condensado produce precipitaciones de muy alta intensidad.
¿Qué es lo que pasa? Que después de esa tormenta viene el calor habitual de la estación. No hay que olvidar que, astronómicamente, estamos en verano, entonces tiene que hacer calor.
El granizo ya es un compañero habitual de las tormentas veraniegas, por lo que hemos visto.
El granizo es la consecuencia de mayor convección, de que las corrientes de aire ascendentes sean más intensas y haya mayor humedad. Las piedras van a ser cada vez más grandes y frecuentes, vamos a tener que acostumbrarnos.
Lo tuvimos hace unas semanas y fue algo completamente destructivo, con piedras del tamaño de pelotas de golf.
Antes las tormentas de verano eran un chaparrón intenso, pero no granizo.
Las tormentas ahora son más intensas porque hay un mayor gradiente, mayor diferencia de temperatura, con lo que el aire puede coger mayor humedad. Las corrientes ascendentes son más grandes también, y eso hace que el granizo sea mayor.
Llevamos hablando décadas de calentamiento global y cambio climático, pero da la impresión de que ha sido en estos últimos 3-4 años cuando todo ha empezado a acelerarse de repente.
Sí que estamos viendo que, en los últimos años, se está acelerando. Hay que tener en cuenta que los modelos eran bastante conservadores, nos poníamos siempre en lo seguro: 'puede pasar o no pasar esto, pero esto otro seguro que pasa'. Lo que decían es, 'esto seguro que pasa', pero no quería decir que era lo peor que iba a pasar.
Estamos viendo que las temperaturas, en los últimos años, están pasando umbrales que hace realmente molesto poder dormir, las noches tropicales se multiplican, las noches tórridas también y, al final, es lo que veníamos prediciendo de alguna manera: hay cambios importantes en los aumentos de temperatura.
¿Que sea más rápido de lo previsto? Es posible.
Las predicciones del cambio climático ya no son a futuro, las estamos viviendo ahora.
Claro, eran predicciones a futuro hace 20 o 30 años, y ya nos ha llegado el futuro. Yo tengo un artículo de hace diez años en el que decía que los ciclos de precipitación van a cambiar, porque están cambiando de forma estadística.
Antes se veía de forma estadística, pero es que ahora ya se ven en la calle. Ya la gente ve que lo que ha caído en marzo no es normal, que el granizo no es normal. Antes podía granizar mucho en Murcia o en el valle del Ebro, pero no tanto en la sierra de Madrid, donde antes granizaba pero no tanto como ahora.
Hace 20 o 30 años decíamos que iba a pasar, y ahora estamos ya en el futuro.
Los modelos dieron en el clavo.
Algunos modelos sí, no todos. Los modelos buenos, basados en buenas medidas, en buena física, sí que han acertado. Estamos siguiendo la senda de los modelos. Si acaso, estamos siendo conservadores: esperábamos que pasara más tarde pero se han precipitado las cosas.
¿Cree que las administraciones están haciendo lo posible para amortiguar los efectos del calor intenso y el granizo extremo?
Las administraciones están a expensas de lo que piensa la gente. Si la gente no mete presión, las administraciones no ven la necesidad de hacerlo. Los políticos funcionan a cuatro años vista y los procesos de cambio climático lo son de décadas.
Ahora ya parece que sí que ven las orejas al lobo y empiezan a sacar programas para adaptarnos e intentar mitigar esta realidad, pero vamos un poco tarde ya para algunas cosas.
Para otras, no. Se puede hacer obra pública, buscar la manera de que las ciudades no sean tan cálidas, se puede intentar hacer un plan hidrológico nacional, pero hay otras cosas que, lamentablemente, no se pueden hacer ya.
En Madrid, cada vez que se reforma una plaza, se quitan todos los árboles.
El caso de Madrid es particular, porque tampoco puedes poner árboles en la Puerta del Sol, el suelo no da para eso, está el Metro muy cerca y es un problema más técnico que otra cosa. Han puesto unos toldos, que no es lo ideal. Lo que hay que hacer es poner más árboles donde toca: parques, montañas, tierras que no están cultivadas…
Las ciudades son ciudades, no naturaleza. Se pueden mitigar los efectos del calor pero no se puede ser voluntarista y poner árboles donde no se deben poner.
Vaticina dos Españas: el norte cada vez más mediterráneo y un sur semi-árido. ¿Esto va a redefinir la España vaciada?
Hay mucho que hablar de la España vaciada. Ese concepto es más periodístico que geográfico, pero sí es verdad que habrá sitios donde es más incómodo vivir y otros en los que estarán más fresquitos. Las zonas de montaña empezarán a tener más atractivo.
Ya se está viendo: la cantidad de gente que compra casas en Asturias y Cantabria es una locura, el mercado inmobiliario de gente que compra casas perdidas en el monte porque se están dando cuenta de que en Madrid va a hacer demasiado calor, y en Sevilla ni te digo, y se están yendo hacia el norte.
¿El clima va a redefinir la demografía del país?
Es difícil porque el problema que tenemos es la baja tasa de natalidad. El movimiento natural de la población va decreciendo, sin inmigraciones es imposible que la población suba.
Con el cambio climático habrá más migraciones motivadas por el clima. Hay sitios en África donde va a ser muy difícil vivir con 50 ºC de temperatura y una humedad alta. Nos tenemos que acostumbrar a que haya gente que no pueda vivir en sus lugares de origen.
La dana del 29 de octubre os obligó a calibrar los valores del algoritmo que usáis para medir las precipitaciones. ¿Se han vuelto a alcanzar esos valores de forma puntual?
No lo sabría decir, pero no me suena. Lo que llovió en aquel momento es algo desorbitado. Ha habido algunas tasas puntuales, en un cuarto de hora, pero ahora mismo no sabría decir si hemos superado ese umbral de 200. Pero es que 200 ya es mucho, pero es que los 700 que cayeron ya es una barbaridad.
No descarta que esto se vuelva a repetir en otoño.
Otoño es una época complicada, los días se acortan, empieza a cambiar la dinámica atmosférica y, sobre todo, el Mediterráneo tiene mucho calor almacenado, mucha energía de todo el verano.
Un mar caliente con una dinámica atmosférica que venga del norte puede volver a producir danas igual de intensas o más de las que tuvimos, porque si tenemos el mar caliente y la atmósfera alta muy fría, lloverá mucho.
Las temperaturas superficiales del Mediterráneo están marcado récords día tras día.
Sí, las temperaturas del suelo también pero en el Mediterráneo se nota mucho porque es fácil medir la temperatura.
Los satélites, midiendo la radiancia, es muy fácil y hay series muy largas para comparar, desde los años 80 y 90, y se ve claro que la anomalía entre la temperatura actual y la media es muy alta: tenemos entre 5 ºC más de lo que deberíamos tener, y eso es energía almacenada para que la atmósfera tenga gasolina para formar grandes precipitaciones.
No es que el Mediterráneo suba constantemente: en una sucesión monótona creciente, son dientes de sierra. A lo mejor en este otoño no sucede porque la dinámica atmosférica no contribuye pero, de media, en los próximos cinco o diez años vamos a ver más de estos fenómenos.