El coral de nuestros oceános se encuentra en proceso de extinción. El aumento de la temperatura provoca que estos cnidarios expulsen unas algas denominadas zooxantelas. Su pérdida provoca que los corales emblanquezcan y finalmente mueran. Las zooxantelas pueden regresar a la colonia siempre que la temperatura del agua descienda. No es un escenario probable: las previsiones más conservadoras señalan que la temperaura del planeta aumentará al menos 0.5º de media.

Dos tercios de la Gran Barrera australiana sufrieron este proceso de blanqueamiento entre 2015 y 2016. Este estudio de Nature señalaba como culpable al fenómeno cíclico conocido como El Niño. Sin embargo, sus autores advertían de que la barrera había soportado hasta entonces la subida de temperaturas. Y el problema no se focaliza solamente en el Océano Pacífico. La adificación de los oceános debido a su absorción constante de CO2 ha provocado la desintegración del coral en las costas de Florida, tal y como explicaba aquí The Guardian.

Con este escenario tan poco halagüeño, los científicos buscan medidas que protejan la biodiversidad del coral, hábitat de miles de especies de peces y otros seres vivos. Ante su más que probable extinción, el equipo liderado por Jonathan Daly ha optado por un método poco ortodoxo. Si no se puede evitar la muerte del coral, habrá que reeinstaurarlo de nuevo en los oceános. ¿Su método para conservarlo hasta este fatídico día? La criogenización.

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Estos científicos coordinados a través del Museo Smithsonial de Washington, institución de referencia a nivel mundial, han conseguido por primera vez congelar larvas de coral de la especie Fungia scutaria. Sus descubrimientos han sido publicados por Scientific Reports y la revista Nature.

Es un planteamiento semejante al del Banco global de semillas del Ártico, en la isla danesa de Svalbard. Un complejo cuasi inexpugnable conserva un millón de semillas con temperaturas muy bajas durante todo el año. El objetivo es poder reintroducir la especie en caso de que se produzca una extinción o merma de la misma (como ocurrió durante la guerra de Siria).

Jonathan Daly, coordinador del estudio, emplea una técnica de criogenización Smithsonian Conservation Biology Institute

"Si combinamos el bioalmacenamiento con otros esfuerzos ecológicos para ayudar a los corales a recuperarse del blanqueamiento, podrían tener esperanzas de sobrevivir", afirma Jonathan Daly. "Así mismo podríamos readaptarlos a los cambios en el oceáno.

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Una vez finalizado el proceso de preservación, el equipo de Daly sigue dos pasos. En primer lugar, los embriones deben descongelarse a una velocidad mayor a la que fueron criogenizados. Esto se consigue gracias a diminutos cilindros de oro, que convierten la luz de un láser rápidamente en calor. Posteriormente, se aplica una solución anticongelante a los embriones para evitar cualquier rastro de hielo que pueda dañar los tejidos del coral.

Hasta ahora solo se había conseguido conservar el esperma de los corales. Un problema si se produjese una extinción masiva de la especie, ya que no quedarían huevos para fertilizar. La criogenización de esta especie asegura por tanto la supervivencia del coral, en caso de que llegue a ser necesaria a lo largo de este siglo.

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