Dicen que los bosques son los pulmones del planeta. Sin embargo, ni siquiera la certeza de que son esenciales para nuestra supervivencia parece empujar a la población mundial a luchar por su mantenimiento.

Si bien la deforestación ha disminuido un poco en los últimos años, la pérdida de cubierta arbórea se ha hecho imparable, alcanzando un ritmo equivalente a la superficie de cuarenta campos de fútbol americano por minuto. Los principales desencadenantes de este terrible fenómeno son los incendios, aunque también influyen otros factores, casi todos ellos dirigidos por la mano humana.

Buena parte de la pérdida de cubierta arbórea se ha dado en los trópicos, dónde sólo durante el año pasado se perdieron casi 16 millones de hectáreas. Todos estos datos han sido recopilados por científicos de la Universidad de Maryland, quienes llevan desarrollando esta tarea desde 1999.

Si bien las cifras de 2017 son mejores que las de 2016, en general han sido dos años especialmente crudos, por lo que vale la pena prestar atención a las posibles causas.

Desde que comenzaron el seguimiento, 2017 ha sido el año con más incendios en la región del Amazonas. Buena parte de estos incendios han sido desencadenados por los efectos del cambio climático, aunque otros muchos han sido intencionados con el fin de dejar terreno libre para la agricultura. Lo que sí ha estado íntimamente relacionado con el cambio climático ha sido el huracán que en 2017 desnudó un tercio de los árboles existentes en la isla de Dominica, en el Caribe.

Otro de los países más afectados ha sido Colombia, con una pérdida del 50% de su cubierta arbórea, aunque en este caso ha sido por una razón muy diferente: el desarme de su principal movimiento guerrillero, las FARC.

El grupo operaba oculto en la selva, por lo que mantenían alejada cualquier iniciativa que pudiese conducir a la deforestación. Sin embargo, su desmantelamiento ha abierto la veda a la tala ilegal para pastos, entre otros. 

A pesar de todas estas malas noticias, en otras regiones del globo aún hay lugar para la esperanza. La cubierta arbórea de Indonesia se ha visto notablemente menos afectada en estos últimos años.

Después de la gran crisis medioambiental que se dio en 2015, el presidente de Indonesia se comprometió a restaurar 2.000.000 de hectáreas de turberas para 2020 con el fin de evitar incendios en el futuro. Además, el gobierno también lanzó en 2011 una moratoria de las licencias para explotar los bosques primarios, que en 2017 fue prorrogada durante dos años más. Todo esto ha favorecido que sus cifras sean mucho más positivas que las de otras partes del planeta.