Loca solo tenía cuatro meses de edad cuando fue ingresada de urgencia en el Centro Davis de Medicina Veterinaria de la Universidad de California. Sufría atroces heridas provocadas por la mordedura de un perro mayor. Su arco cigomátigo derecho - el pómulo - estaba destrozado, también el hueso de la mandíbula. La articulación temporomandibular, necesaria para abrir y cerrar la boca, estaba desgarrada.

Sin embargo, los veterinarios Frank Verstraete, Boaz Arzi y Colleen Geisbush vieron motivos para la esperanza, según el artículo que han publicado. La corta edad de Loca significaba que el daño en el hueso podría corregirse durante el crecimiento. Para favorecer esto, los expertos en cirugía dental y oral veterinaria tenían la oportunidad de probar un tratamiento pionero: una máscara impresa en 3-D, desarrollada en colaboración con estudiantes de ingeniería biomédica del propio Centro Davis.

La máscara recibe el nombre de Exo-K9 Exoskeleton y está concebida para ayudar a la recuperación de fracturas maxilomandibulares en perros. Para realizarla, Loca fue anestesiada y se realizó un escáner para determinar la magnitud exacta de sus heridas. Después se la intervino para retirar quirúrgicamente las astillas de hueso fracturado que tenía clavadas en el área.

Mientras la perrita se recuperaba de la operación, se imprimió la máscara en base a las medidas de su cabeza especificadas por el escáner. La cachorrita aceptó bien el tratamiento y durante tres días de hospitalización llevó la máscara y un collarín para ayudar a estabilizar una fractura cervical que sufrió también durante el ataque. Estuvo bajo dieta blanda y medicación analgésica.

Durante el mes siguiente, Loca tuvo que llevar la máscara y el collarín a todas horas salvo para beber y comer, y se le prohibió mordisquear juguetes, huesos y cualquier objeto duro. Cumplido este periodo, un nuevo escáner mostró que tanto los huesos como la articulación se estaban regenerando.

UC Davis 3D Printed Mask Serves as Cast for Fractured Dog Skull

A partir de ese momento se empezó a suministrarle pienso duro, para que ejercitara progresivamente la mandíbula y evitar que se osificara y fusionara con el cráneo. Tres meses después la cicatrización seguía felizmente su curso. La perrita tuvo que ser intervenida una última vez para que le fueran retirados sin complicaciones dos molares, que habían crecido deformados por culpa de la fractura mandibular.