Imaginemos estar leyendo el periódico de hace 50 millones de años. España no se rompe sino que está por hacer, mientras afloran las masas de tierra que transformarán las islas tropicales de la cuenca norte del océano Tetis en lo que llamaremos Europa. El calentamiento global sigue acaparando titulares y de la calurosa Antártida llegan noticias preocupantes: Zelandia, el continente que partió a la deriva con sus frondosas selvas, humedales y cocodrilos, se está hundiendo bajo las aguas.

Estamos en el Paleógeno, y la Tierra vive uno de los cambios climáticos más radicales de los registrados en la historia del planeta. En apenas 20.000 años, de la noche a la mañana en términos geológicos, la temperatura de los océanos aumentaría hasta ocho grados, el nivel del mar se elevaría y el clima se volvería extremadamente cálido de polo a polo. Zelandia iría sumergiéndose al compás de los movimientos tectónicos que configurarían los continentes tal y como los conocemos ahora, un mundo perdido que preservaría las señales del calentamiento global que contribuyó a hundirla.

No había humanos entonces que pudieran leer nuestro periódico imaginario, pero Laia Alegret Badiola (Huesca, 1975), micropaleontóloga del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza, nos pone en guardia contra el escepticismo: "El calentamiento global está ocurriendo mucho más rápido que en el pasado, y lo estamos provocando nosotros. Si una tasa de emisión de gases de efecto invernadero muy inferior a la de ahora provocó lo que vemos en el Paleógeno, no quiero pensar lo que nos puede pasar en un tiempo no muy lejano".

Zelandia ocupa su lugar como octavo continente.

Alegret es la única española a bordo de la expedición 371 del buque oceanográfico Joides Resolution, seleccionada junto a una treintena de científicos de doce países. Zarparon de la costa de Australia a finales de julio para dos meses de navegación. A comienzos de 2017 Zelandia recuperó su dignidad como octavo continente cuando un artículo en The Geological Society of America inclinó el debate: Nueva Zelanda y las islas de Nueva Caledonia están unidas bajo el agua por una masa de corteza continental, no oceánica. El International Ocean Development Project (OIDP) lanzó entonces la misión para desentrañar sus secretos.

Alegret fue elegida por su especialización en microfósiles, una candidatura a la que pudo aspirar al recibir una de las becas Leonardo 2017 que concede la fundación BBVA para investigadores. "La contribución de España al OIDP, probablemente el programa científico internacional más exitoso que ha existido, es tan modesta que no cubre ni el billete de avión hasta el barco" - cuenta a EL ESPAÑOL. "Es difícil que un investigador español sea seleccionado para una investigación así, y cuando ocurre, somos los grandes olvidados por la administración". 

Laia Alegret Badiola en el laboratorio del Resolution.

Entender las consecuencias del cambio climático

Alegret está sola en el laboratorio cuando contesta por correo electrónico a este diario. Se está poniendo al día en su trabajo mientras el buque se dirige al último punto de perforación en la llanura abisal del mar de Tasmania, y el oleaje no hace mella en esta oscense. "Durante los tránsitos el barco se mueve bastante, por lo que no resulta fácil trabajar con el microscopio y manejar con un pincel fósiles unicelulares de tamaño micrométrico… tengo suerte de no marearme, pero muchos colegas no consiguen trabajar en estas condiciones".

El Joides Resolution - bautizado en honor al legendario navío del capitán Cook, el Resolution - fue fletado en 1978 para dedicarse a la prospección petrolífera, y reconvertido para la ciencia en 1985. De 143 metros de eslora, destaca sobre su silueta la imponente torre de perforación que permite obtener muestras del fondo marino a profundidades de más de 8.000 metros. Más que de sobra como para alcanzar el suelo de Zelandia, a entre mil y 3.000 metros bajo el mar.

El taladro extrae muestras en forma de tubo, un "milhojas" de estratos que los geólogos descifran buscando elementos y variaciones relevantes. El trabajo de Alegret se centra en los foraminíferos recuperados, pequeños organismos unicelulares que abundaron en el Palógeno, sufrieron una extinción masiva por el cambio climático y quedaron fosilizados entre los sedimentos. En función de su tipo y su concentración, la paleobióloga contribuye a describir cómo era el ecosistema de la zona investigada y cómo se fue transformando, y de ahí, a desarrollar modelos predictivos que nos ayuden a prepararnos para el futuro.

"Tras 50 días de expedición, hemos perforado y analizado más de 2 km de sondeos submarinos y más de 8000 microfósiles marinos para datar los sedimentos y reconstruir los ambientes del pasado" - cuenta Alegret. A lo largo de su historia, Zelandia emergió y volvió a hundirse. "Parece existir una estrecha relación con la formación del Anillo de Fuego del Pacífico, una cadena de volcanes submarinos que se formó hace unos 50 millones de años y que cambió la evolución de nuestro planeta". Zonas como el Mediterráneo, donde se está produciendo una subducción de placas, se beneficiarán de estos hallazgos.

Las noticias sobre los huracanes Harvey e Irma se han seguido con preocupación desde el Resolution: varios investigadores tenían en las zonas afectadas a sus casa y sus familias. "Muchos de los sondeos contienen evidencias de importantes cambios climáticos ocurridos en el pasado. La relación entre el cambio climático actual y las emisiones de gases invernadero causadas por las actividades humanas es un hecho comprobado científicamente. El análisis de eventos análogos del pasado geológico indica que este tipo de fenómenos extremos será cada vez más frecuente".

Alegret conversa con el estadounidense Gerald Dickens, codirector de la expedición. IODP

Jornada de 12 horas, 7 días a la semana

¿Cómo es una jornada a bordo? "Mi turno comienza a las doce de la noche, aunque hay que estar 15 minutos antes para hacer el cambio de turno. Suele acabar a las 13.00h" - cuenta Alegret. "Normalmente intentamos salir a ver al amanecer, todos son diferentes y algunos realmente espectaculares". El resto del tiempo va dedicado a redactar informes o pequeños desahogos: disfrutar de la cubierta, del gimnasio, de un rato de una película o responder a correos: "No se puede hacer mucho con solo una o dos horas libres, y al final acabamos durmiendo poco".

En un reciente artículo en The Conversation uno de los dos jefes de la expedición, el neozelandés Rupert Sutherland, describía la vida a bordo: "Los exploradores son personas normales haciendo cosas extraordinarias (...). Se alargan las horas, compartes habitáculos estrechos con alguien a quien no conocías antes del viaje, y echas de menos a tu familia y amigos. El mareo no es tu amigo cuando pasas 14 horas al día mirando en un microscopio fósiles que son tan pequeños que cabrían cientos de ellos en la punta de un alfiler. ¿Entonces, por qué lo hacemos? (...) No hay nada comparable a la emoción del descubrimiento".

Evacuaciones médicas, perforaciones frustradas o escapar de tormentas ciclónicas son algunos de los retos a los que ha hechos frente la expedición. Pero en las palabras de Laía Alegret se percibe la misma determinación inquebrantable cuando se le pregunta por la vida a bordo. "La emoción que se siente cada vez que llega un sondeo al barco es indescriptible, es como abrir un regalo el día de Navidad: puede ser simplemente una curiosidad, pero puede ser la pieza clave que permita reconstruir la historia de un continente oculto".

Alegret relata la "emoción extrema" de los primeros días, las barreras lingüísticas en  la convivencia, el "declive" de la sexta semana cuando, sumado al cansancio, se acabaron los productos frescos... Ahora, según cuenta, lo que suena en los pasillos del Joides Resolution son "risas flojas" y hay ganas de brindar aunque el alcohol esté prohibido. ¿Algo que echarán de menos? "Todos coincidimos en que la colada es cosa de magia, porque dejamos la ropa sucia a la entrada de la habitación cuando vamos a dormir, y a las 4 horas ya está allí de nuevo, limpia y doblada, y nos reímos al mencionar que lo probaremos cuando volvamos a casa…"

Alegret, de verde en el centro, durante la celebración del cumpleaños de la neozelandesa Kristina Pascher. IODP

Los ganadores de las becas Leonardo de la Fundación BBVA en la categoría Biología, Ciencias del Medio Ambiente y de la Tierra junto a Laia Alegret Badiola han sido Elena Gómez Díaz, Josué Martínez de la Puente, Joaquín Ortego Lozano, Victoria Reyes García y María José Sánchez Barreda.

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