¿De dónde salen esos intrépidos naturalistas que, imitando los pasos de Charles Darwin o Alexander Von Humboldt, siguen hoy, en pleno siglo XXI, en busca de los últimos lugares vírgenes del planeta? Y sobre todo, ¿por qué muchos de ellos acaban protagonizando documentales de National Geographic o reportajes en el último número de su revista?

Básicamente, porque ambas partes, explorador y organización, tienen el mismo objetivo: descubrir el mundo y contarlo.

Esta semana, David Schacht, uno de los vicepresidentes de National Geographic ha pasado por primera vez por nuestro país para promocionar el programa de becas que ha hecho posible muchos de estos descubrimientos, el mismo que Jane Goodall recibió para impulsar el estudio de los primates o el oceanógrafo Robert Ballard empleó para encontrar el Titanic.

"Si un proyecto está centrado en la ciencia y en la conservación, así es como lo valoramos, pero si el objetivo es contar una historia visualmente, valoraremos ese proyecto de otra manera", explica a EL ESPAÑOL Schacht. "Esencialmente damos unas 500 becas cada año sin expectativas de si el proyecto se convertirá en un documental o un artículo para nuestra revista, lo más probable es que la relación entre National Geographic y el explorador vaya más allá y le proporcione una oportunidad de seguir afiliado con nosotros, que sus proyectos sean cercanos a National Geographic y se abra la puerta de una colaboración futura, ya sea para una carrera profesional o para la financiación de futuros proyectos".

Las becas, que oscilan entre 5.000 y 30.000 dólares, no son ajenas a los investigadores, naturalistas o científicos españoles, que han recibido 122 en total desde el inicio del programa, y 13 en los últimos cinco años. Estos cuatro jóvenes investigadores pueden dar fe de ello.

Soledad Domingo

La paleontóloga Soledad Domingo.

"Soy geóloga y doctora en Paleontología por la Universidad Complutense. Ahora trabajo en la Estación Biológica de Doñana, después de haber realizado este proyecto en 2016. El de National Geographic fue un proyecto sobre todo para trabajo de campo, en mi caso en una excavación paleontológica en el Cerro de los Batallones, que está en Torrejón de Velasco, al lado de Valdemoro, Madrid. Hasta la fecha hemos descubierto nueve yacimientos de mamíferos de hace nueve millones de años. La preservación de los restos es espectacular, no parece que tengan tantos millones de años sino huesos dejados ayer. Además de la abundancia hay una gran diversidad de fauna que nos está permitiendo tener una colección impresionante de mamíferos de esa época, quizá de las mejores del mundo. Yo estudio el modo de formación de los yacimientos y allí tenemos dos tipos: unos más espectaculares dominados en un 90% por carnívoros: tigres dientes de sable, osos o hienas. Pero luego tenemos otros yacimientos, menos explorados y dominados por herbívoros. Esta beca lo que hizo es ayudarnos a ver qué ha pasado con ese tipo de yacimientos, donde tenemos una cantidad espectacular de jirafas, rinocerontes o caballos".

Reyes Alejano

Reyes Alejano, entre pinos milenarios.

"Soy ingeniera de montes y doctora en la misma disciplina. Nací en Madrid pero llevo muchos años trabajando en Huelva y otros puntos de Andalucía. El proyecto que yo he ideado es una investigación pero también una historia que contar, una parte muy importante pero que a veces los científicos olvidamos. Es la historia de la madera desde los bosques de Cazorla y Segura, siguiendo el río Guadalquivir por donde bajaba desde el siglo XI para ser utilizada en edificios históricos, construcciones y demás. Para vertebrar la historia utilizamos una ciencia que se llama dendrocronología y estudia el tiempo en los árboles. Medimos la anchura de los anillos de crecimiento y establecemos cronogramas que son como huellas digitales de una especie y una zona concreta. Es un archivo histórico de la ecología de un bosque y las perturbaciones que ha sufrido, tanto causadas por la naturaleza como por el hombre. Estos son además bosques milenarios impresionantes, y en Europa quedan muy poquitos bosques viejos. Gracias a estas secuencias cronológicas podemos obtener muestras de maderas de edificios históricos y encajarlas ahí para obtener la procedencia de la madera y saber incluso en qué año se cortó el árbol".

David Velázquez

David Velázquez, recogiendo microbios en el Ártico.

"Soy investigador de la Universidad Autónoma de Madrid y trabajo desde hace casi 15 años como microbiólogo ambiental. Cuando pedí la beca tenía un proyecto bipolar, es decir, tanto en el Ártico como en la Antártida, en el que intentábamos ver las diferencias en biodiversidad, en cantidad y en tipos de organismos. Todos tenemos más o menos claras estas diferencias entre la selva del Amazonas y los polos, la biodiversidad va decreciendo cuanto más nos acercamos. Esto está claro en organismos superiores, plantas y animales, pero no está del todo claro en microorganismos. En 2012, estaba en el campamento McMurdoch de la Antártida trabajando con gente de la Universidad de Montana cuando vi en la página de National Geographic el anuncio de las becas, mandé un correo al resto del equipo que estaban en otra parte de la Antártida. Habíamos planeado una campaña en el Ártico el año siguiente pero habíamos descartado ciertos muestreos por falta de presupuesto, y lo que nos dio esta beca fueron, sobre todo, horas de helicóptero: la logística es muy complicada en zonas polares y con esto pudimos ir hasta tres latitudes distintas y llegar a los 83º norte. En definitiva: coger más muestras y hacer más experimentos".

Laura Domingo

Laura Domingo, en su laboratorio.

"Soy geóloga y doctora en Paleontología, mi historia es paralela a la de mi hermana Soledad. Soy investigadora en la Universidad Complutense y el Instituto de Geociencias y ahora mismo me encuentro en mitad del proyecto de National Geographic. Mi trabajo de campo lo tenemos en Argentina, donde hay un registro fósil impresionante por las condiciones que tiene el país con zonas de poca vegetación. Si en Brasil es imposible hallar yacimientos arqueológicos o paleontológicos, Argentina es el paraíso. Lo que investigamos es la fauna de mamíferos, aves y reptiles de entre hace diez mil años y ocho millones de años.  Sudamérica es un laboratorio excepcional porque durante 50 millones de años estuvo aislado de otras masas continentales, hasta que se cierra el istmo de Panamá y se produce un intercambio de fauna entre Norteamérica y Sudamérica. Lo que queremos investigar es cómo ese intercambio de especies influye en toda la dinámica faunística de esa época: cómo los animales tuvieron que adaptarse a una ocupación de nichos ecológicos por parte de sus vecinos del norte, cómo cambió la relación entre depredadores y presas. En aquella zona podía haber armadillos tan grandes como coches o aves carnívoras mayores que un avestruz". 

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