La firma del acuerdo de París, claramente enfocado a una reducción drástica global de emisiones de gases de efecto invernadero, va a implicar un esfuerzo para dejar atrás la era de los combustibles fósiles. Para ello, se ha conseguido imponer a todos los países participantes un techo común de emisiones con controles, por un lado, y se ha arrancado un compromiso de establecer fondos de ayuda de países ricos a pobres de "al menos" 100.000 millones de dólares anuales. Los estados ya han firmado. Toca mover ficha a las empresas.

Algunos partidarios del resultado del acuerdo esperan una avalancha de inversiones en fuentes de energía renovables y tecnologías como coches eléctricos y nuevas formas de capturar y almacenar los gases procedentes de combustibles contaminantes, una actividad que el propio tratado alienta. 

Precisamente esto último se considera una buena noticia por sectores a priori en el punto de mira por sus actividades contaminantes. Según informa el diario Wall Street Journal, Benjamin Sporton, director ejecutivo del lobby de defensa del carbón World Coal Association, considera que el acuerdo da margen de crecimiento a la industria de este combustible "sucio", sobre todo a través de la financiación para la captura y almacenamiento de carbono.

El Banco Mundial se ha apresurado a afirmar que "se encuentra dispuesto a brindar ayuda de forma inmediata y hará todo lo posible para que se haga realidad esta visión de la prosperidad". El compromiso de los 100.000 millones de dólares anuales se adoptó en 2009 en Copenhague, pero nunca se ha cumplido. Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) constatan que el mundo está aún lejos de alcanzarlo, dado que la financiación pública y privada movilizada por los países ricos para la acción climática en los países pobres alcanzó los 62.000 millones de dólares en 2014.

El consejero delegado del gigante europeo Unilever, Paul Polman, opina que el acuerdo envía un "mensaje inequívoco a las comunidades empresariales y financieras, lo cual impulsará un cambio en la economía real". Grandes compañías que presumen de ser verdes por el uso intensivo de energías renovables son, por ejemplo, Apple, Google o Wal-Mart, que colocan masivamente paneles solares sobre sus edificios, centros de datos e instalaciones para evitar consumir energía procedente de fuentes fósiles.

Impulso

Muchos defensores del medio ambiente creen que el acuerdo y las metas son lo suficientemente fuertes para crear un auténtico impulso de cambio; otros sostienen que debería impulsar a las empresas a desarrollar fuentes de energía limpias y más crecimiento verde.

"Siempre hemos dicho que existen elementos clave que necesitamos para un buen acuerdo", comenta a Nature Nathaniel Keohane, que dirige el programa climático global para el Fondo de Defensa del Medio Ambiente (Environmental Defense Fund) en Nueva York.

Por su parte, el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, comentó tras la firma del acuerdo que "los mercados tienen ahora que dar rienda suelta a toda la fuerza del ingenio humano y ampliar las inversiones para mantener un crecimiento robusto con bajas emisiones". "Lo que antes era impensable ahora se ha vuelto imparable", afirmó, optimista.

Paneles solares en California. Mike Blake Reuters

Algunos grupos españoles ya presumen de su compromiso con la reducción de emisiones. Iberdrola, por ejemplo, saca pecho por ser la compañía cuyas emisiones por kWh "son un 30% inferiores a la media europea" y una de las empresas líderes en energías renovables, con 25 GW instalados. Pero es que, además, se ha apuntado a la venta de paneles solares a particulares y pymes, al más puro estilo Ikea (en varios países pero aún no en España), con su producto Solar Smart.

Repsol también se sube al carro. Posee dos de los centros más contaminantes de España, las refinerías de Tarragona y Puertollano, y precisamente "el grueso de las acciones recae sobre las áreas de Refino y Química, con medidas como la sustitución de equipos por otros más eficientes y la integración energética entre unidades para reducir el consumo a través de la recuperación de calor", comenta a EL ESPAÑOL un portavoz. Asegura haber disminuido sus emisiones de CO2 en este área un 22% desde 2010, y para 2020 el objetivo es reducirlas un 35%.

La compañía Gamesa, uno de los principales fabricantes de aerogeneradores del mundo con 26.000 instalados en 54 países, "aplaude" el acuerdo de Paris, y celebra que éste establezca "los mecanismos de financiación que canalicen la inversión hacia tecnologías de bajas emisiones de carbono ya consolidadas, como la eólica". 

Sin carbón... pero con alternativas

Desde Endesa, un portavoz oficial comenta a EL ESPAÑOL que el acuerdo de París "no supone nada malo". "De hecho, el consejero delegado de Enel [matriz de la eléctrica], Francesco Starace, ya anunció en mayo que el carbón tiene sus días contados", añade. Lo cierto es que esta compañía gestiona cuatro de las 10 plantas industriales más contaminantes de España, según la Agencia Europea del Medio Ambiente: las centrales térmicas de Andorra (la más contaminante del país), la de Almería, la de Compostilla II y la de As Pontes.

La compañía destaca que la ha sido reconocida a nivel mundial en sus acciones contra el cambio climático. En cuanto a la captura y almacenamiento de gases contaminantes, desde la empresa recuerdan que "ya se han realizado pruebas con éxito pero tiene que resultar económicamente viable porque, si no, no es posible". Desde Endesa piden políticas de Estado que apoyen estas medidas con subvenciones porque esta forma de generar energía "no es competitiva", como sucede con la energía solar y sus primas.

Por último, la eléctrica aboga por alargar la vida de las centrales nucleares existentes hasta los 60 años (de los 40 actuales), bajo la supervisión y condiciones del Consejo de Seguridad Nuclear. "La vida de diseño de 40 años, prevista inicialmente para una central nuclear, ha resultado ser una previsión conservadora", afirma la compañía. "En España, si se aplicara la operación hasta 60 años, la cantidad de energía eléctrica que generarían las actuales centrales en 20 años adicional a los 40 previstos inicialmente será de 1.200.000 GWh, equivalentes a la energía eléctrica consumida en España en cinco años y evitando la emisión a la atmosfera de unos 600 millones de toneladas de CO2", concluye.

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