Cuentan que en el siglo XIX el astrónomo austríaco Joseph Johann von Littrow propuso cavar grandes fosas en el desierto del Sáhara, llenarlas de agua, verter queroseno por encima y prenderle fuego, para de este modo enviar señales visibles a los habitantes de la Luna o de Marte. Aunque en realidad no consta que jamás von Littrow llegara a proponer tal chaladura, es cierto que ya en su época los científicos discurrían sobre cómo entablar comunicación con nuestros posibles vecinos cósmicos: se pensaba en el medio, se pensaba en el mensaje... Pero ¿y el lenguaje?

El pasado 26 de mayo, un grupo de lingüistas se reunía en Los Ángeles (EEUU) para debatir sobre cómo podría ser el lenguaje de una civilización extraterrestre. El simposio El lenguaje en el cosmos, celebrado en el marco de la Conferencia Internacional de Desarrollo Espacial de la National Space Society y patrocinado por la organización científica y educativa METI (siglas en inglés de Enviar Mensajes a Inteligencias Extraterrestres), tenía por objeto presentar las reflexiones de los expertos sobre el que sería el siguiente paso a un primer contacto –ya fuera presencial o por radio– con pobladores alienígenas: comunicarnos con ellos, lo cual sería imposible sin comprender su lenguaje.

Tradicionalmente, la mayor parte de la ciencia ficción más popular ha pasado más o menos de puntillas por este asunto. Al fin y al cabo, ¿quién puede demostrar con pruebas fehacientes que los extraterrestres no hablan inglés? Pero según apunta la lingüista Sheri Wells-Jensen, directora del simposio y miembro del comité de dirección de METI, "no esperamos un universo de Star Trek donde la mayoría de los alienígenas son humanoides y muchos de ellos ya tienen un traductor universal".

Uno de los intentos más serios de plantear un escenario realista fue el que en 1977 mostraba Steven Spielberg en la película Encuentros en la tercera fase, donde humanos y extraterrestres se comunicaban a través de notas musicales y del solfeo por signos. La situación insinuada era que el uso del lenguaje natural resultaba del todo inviable, pero el repertorio limitado de la música solo permitía una comunicación muy rudimentaria.

Las matemáticas tampoco se entienden

Lo mismo ocurre con las matemáticas, la ciencia o las imágenes, los sistemas que los científicos han favorecido hasta ahora en los mensajes enviados al espacio, como las placas de las sondas Pioneer lanzadas en 1972 y 1973, el mensaje de Arecibo emitido en 1974, o el disco de oro de las Voyager en 1977 (aunque este último incluía también música y saludos en lenguaje natural). En 1960 el matemático alemán Hans Freudenthal creó el Lincos (del latín Lingua Cosmica), un lenguaje basado en matemáticas y lógica diseñado para servir como instrumento de comunicación con seres alienígenas.

En 1999, los astrofísicos canadienses Yvan Dutil y Stéphane Dumas enviaron al espacio un mensaje traducido a Lincos. Pero Freudenthal nunca llegó a cumplir su objetivo de desarrollarlo para poder codificar cualquier tipo de texto, y lo cierto es que algo como "Hb Inq Hc ?y y Inq Hb ?x 4x=10", que significa "Hb le dice a Hc: ¿quién me ha preguntado por la x tal que 4x=10?", no puede decirse que dé demasiado juego para unas ricas relaciones diplomáticas con nuestros posibles vecinos cósmicos.

Pero además, y en contra de lo que cabría pensar, ni siquiera este tipo de lenguajes matemáticos son inequívocos. Un experimento reciente que Wells-Jensen llevó al simposio sometió unos mensajes en Lincos a la interpretación de varios estudiantes. "Aunque fueron razonablemente buenos deduciendo el significado de funciones matemáticas básicas, sus traducciones de líneas más complicadas comenzaron a variar salvajemente", concluye la lingüista.

Una gramática universal

Por suerte, hay una esperanza: en el simposio, algunos expertos sugirieron que tal vez un lenguaje alienígena no nos resulte un galimatías inaccesible. El filósofo y lingüista Noam Chomsky defiende la existencia de una gramática universal en todas las lenguas de la Tierra, hasta tal punto que, dice, un "marciano" que nos visitara creería que todos los terrícolas hablamos dialectos de un idioma común. Y hay quienes piensan que esta universalidad podría ser realmente universal. "Esperamos que los lenguajes a través del universo compartan una serie de propiedades básicas que pueden facilitar la comunicación", expusieron los lingüistas Jeffrey Punske y Bridget Samuels.

Entre quienes se apuntan a esta hipótesis optimista se encuentra el propio Chomsky, que participaba en uno de los trabajos presentados: "el lenguaje marciano podría no ser tan diferente del humano después de todo". Los argumentos en apoyo de esta idea se resumen en el hecho de que quizá los lenguajes compartan rasgos comunes por el mero hecho de ser lenguajes, como una arquitectura formada por la combinación de unidades, sujeta a las leyes de la física y condicionada por la eficiencia de la computación mental.

Pero Wells-Jensen se muestra escéptica. En 2016 la película de Denis Villeneuve La llegada, que exploraba extensamente la cuestión del lenguaje alienígena, jugaba con la idea de cómo nuestra manera de experimentar y conocer el mundo moldea nuestra forma de comunicarnos, y que todo esto podría ser muy diferente en seres radicalmente distintos de nosotros. "Podríamos ser capaces de entender el lenguaje de alienígenas que fueran básicamente humanoides, pero el lenguaje hablado por bolsas de gas o caracoles inteligentes estaría para siempre fuera de nuestro alcance", escribe la lingüista en el blog de METI.

Un lenguaje irreconocible

Como ejemplo, Wells-Jensen subraya la diferencia entre nuestros lenguajes y los de otros animales terrestres: nuestras mascotas pueden comprender muchas de nuestras palabras, pero ahí acaban sus posibilidades. ¿Y si nosotros fuéramos los animales, y los alienígenas fueran los humanos? Según la lingüista, "deberíamos considerar la irritante posibilidad de que ellos pudieran aprender nuestros lenguajes, pero nosotros no los suyos".

De hecho, añade, un supuesto lenguaje extraterrestre podría ser tan aberrante que nos costara reconocerlo como tal. "Si es hablado, podría ser salvajemente rápido, o exasperantemente lento, o por encima de nuestro rango auditivo, o por debajo de nuestro rango auditivo, o hecho de detalles demasiado sutiles para que los escuchemos; o podría ser no hablado, transmitido por movimientos físicos, cambios de color, luz infrarroja, pulsos magnéticos o estimulación táctil".

Todo lo cual lleva a Wells-Jensen a la única conclusión posible hasta la fecha corriente: "¿Seríamos capaces de aprender un lenguaje alienígena? Probablemente no / Tal vez / Ni siquiera lo pretendo / Creo que sí / ¿Quién sabe? / Algunos, quizá. Y eso es todo lo que sabemos por ahora".

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