Llevan razón cuando dicen que no les entendemos y que les hacemos madrugar de más. Además, sus estallidos, sus decisiones erráticas y su desorden tienen una explicación. La ciencia desentraña los comportamientos de los adolescentes e incluso nos da la razón por la cual no escuchan a sus padres.

Les hacemos madrugar de más

Parece que levantarse para ir al instituto les supone una tortura y el fin de semana es casi imposible sacarlos de la cama. Pero todo tiene explicación científica. Según Sarah-Jayne Blakemore, neurobióloga especializada en comportamiento adolescente, los jóvenes liberan melatonina (la hormona del sueño) más tarde que los adultos, lo que les permite quedarse más tiempo despiertos. Pero, por el mismo motivo, también necesitan dormir más por la mañana. Hacerles levantarse tan pronto, según la investigadora, les hace vivir en permanente estado de jet lag.

El gran desorden

Toda la ropa está por el suelo, no dejan de perder cosas y acumulan tazas y vasos en la habitación. ¿Por qué este desorden? Según Frances E. Jensen, la autora del libro The teenage brain, el orden necesita "un nivel sofisticado de control cognitivo", y por la manera en la que está conectado el cerebro adolescente, su planificación es terrible. Eso hace que la organización no sea una prioridad para la gran parte de ellos.

Todos los riesgos innecesarios

El origen del comportamiento irresponsable de los adolescentes también está en el cerebro y, en buena medida, en las señales que recibe cuando se ven recompensados con la aprobación de los amigos. En los jóvenes, la parte del órgano pensante conocida como circuito de la recompensa está más activada y conseguir el beneplácito de sus amigos la estimula. Por ello, se ponen en riesgos innecesarios más habitualmente cuando están acompañados, ante la posibilidad de lograr el aplauso.

Es normal que no escuchen

El cerebro adolescente no funciona, ni está conectado, de la misma manera que el de los adultos. Y cuando recibe críticas de un padre, recriminándole algún comportamiento —como su desorden o su falta de respuesta—, se apaga. Al menos eso defiende una investigación realizada por la Universidad de Pittsburgh que comprobó la actividad cerebral en una serie de adolescentes al ser regañados por sus madres. Al hacerlo pudieron observar que algunas zonas de su órgano pensante reducían su actividad durante la reprimenda. Entre ellas, la responsable de la empatía.

La obsesión por el móvil

Muchas veces parece que los jóvenes no pueden dejar ni un minuto el teléfono, incluso si están cenando o si se encuentran realizando otra actividad. Según Frances E. Jensen, el motivo detrás de esta obsesión con el móvil es que el cerebro adolescente está hambriento de estimulación, algo que consiguen a través del smartphone. Además, debido a la falta de conexiones con su lóbulo frontal, les cuesta más usar su buen juicio para decirse a sí mismos "esto ha sido suficiente" o "necesito parar y hacer otra cosa".

El supuesto egoísmo

Algunos adolescentes parecen tremendamente egoístas e incapaces de conectar con las emociones de otros, especialmente las de sus progenitores. Según Sarah-Jayne Blakemore, esto se debe a los cambios que sufre la zona media de su corteza prefrontal, responsable de una parte de sus decisiones sociales y de su empatía hacia los demás. La actividad en esta zona de su órgano pensante disminuye durante la adolescencia, lo que, según la experta, puede estar causado porque usan estrategias cognitivas diferentes a las de los adultos. "Si tu hijo o hija adolescente tiene problemas para entender la perspectiva de otra persona, esta puede ser la razón", apunta Jayne.

El estallido de emoción

Según Sarah Johnson, experta en salud pública y neurociencia, durante la pubertad comienza a haber grandes cambios en el sistema límbico y en la amígdala cerebral, parte de este. Su desarrollo, sumado a los cambios hormonales, desata experiencias de rabia, miedo y otros sentimientos que, en ocasiones, son nuevos y pueden sobrepasarles. Conforme otras áreas del cerebro comienzan a contribuir a procesar emociones, los adolescentes ganan estabilidad, pero hasta entonces pueden malinterpretar o sentirse fácilmente ofendidos por padres y profesores.

Los gritos y las críticas les afectan negativamente

Aunque su comportamiento puede ser reprochable en muchas ocasiones, los gritos y las críticas excesivamente negativas pueden tener un efecto muy contraproducente. Según un estudio publicado en la revista Child Development, los adolescentes que reciben críticas demasiado severas y gritos tienen una mayor tendencia a mostrar síntomas de depresión. Además, según los expertos, el gritarles les da a ellos pie para hacerlo también. Así que, a pesar de lo difícil de la etapa, lo mejor es afrontarla con la mayor tranquilidad posible.

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