Con San Valentín a la vuelta de la esquina, serán muchas las personas que decidan pasar ese día viendo sus títulos favoritos del cine romántico, ya sea a solas o en pareja. Y es que no hay nada como ver a una pareja demostrándose su amor a través de caricias y otras muestras de afecto, ¿pero imaginan ustedes cómo sería vivirlo en sus propias carnes a la vez que ven la película?

Pues eso precisamente es lo que le ocurre a las personas con un tipo concreto de sinestesia, conocido como "sinestesia tacto-espejo", ya que tienen tal nivel de sensibilidad al tacto que son capaces de sentir este tipo de estímulos cuando ven cómo se le realizan a otro individuo.

Sinestesia tacto-espejo, una curiosa forma de empatía

El primer caso de este tipo de sinestesia se documentó en 2001, tras el testimonio de una mujer que afirmaba que su marido era tan sensible al tacto que aseguraba poder sentir su dolor, de modo que le prohibía tocar ciertos objetos, alegando que él también podía sentirlo.

Desde entonces han sido muchos los nuevos casos de los que se tiene constancia, e incluso se ha llegado a establecer que dos de cada cien personas pueden tener este tipo de sinestesia, pero los científicos siguen un poco perdidos en la búsqueda de las causas de tan curiosa condición.

Aún así, poco a poco se acercan a la solución del misterio, como puede verse en un estudio recientemente publicado en Cortex, en el que un equipo de investigadores de la Universidad de Delaware han analizado la respuesta de personas con este tipo de sinestesia ante el visionado de vídeos en el que aparecían personas recibiendo estímulos táctiles de otras.

De 2.351 participantes, todos ellos estudiantes de la Universidad, 45 mostraron sinestesia tacto-espejo, muchos de ellos sorprendidos por creer que se trataba de algo habitual que todo el mundo sentía, y fueron precisamente ellos los que formaron parte de las siguientes fases del estudio.

La respuesta está en el cerebro, ¿pero dónde?

Durante el estudio, los participantes vieron vídeos en los que una serie de personas recibían estímulos táctiles de otras, normalmente sobre la mano. A la vez que se proyectaba la película, se pedía a los estudiantes que cambiaran la postura de su mano, con el fin de observar si sentían con más fuerza los estímulos ajenos cuando la posición era la misma.

Y, efectivamente, en la mayoría de casos la "sensación fantasma" llegó cuando la persona del vídeo tenía la mano en la misma posición, aunque también se dieron excepciones en las que ésta no era una condición esencialmente necesaria.

¿Y quién es el culpable de todo esto? Lógicamente, el cerebro, y más concretamente la corteza somatosensorial, que posee una cantidad de espacio destinada al procesamiento de los estímulos asociados a los dedos casi equivalente a la que procesa el tacto recogido desde el torso hasta el antebrazo, por lo que debe ser en esta región en la que se produce la hiperactividad cerebral que lleva a la sinestesia tacto-espejo.

Las causas exactas siguen siendo un misterio, pero estos investigadores aún no han finalizado sus pesquisas, pues pretenden repetir el experimento ayudándose de la resonancia magnética funcional, una técnica que, gracias al análisis del flujo sanguíneo oxigenado en el cerebro, les permitirá medir la actividad de las distintas regiones del cerebro en el momento que los participantes reciban este tipo de estímulos táctiles.

Puede que entonces consigan colocar en su lugar una de las piezas del rompecabezas de la sinestesia, esa condición cerebral que en otros casos ha convertido a simples mortales en artistas eternos, como el mismísimo Vincent van Gogh.

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