Desde el inicio de la pandemia por COVID19, los estudios acerca de la potencial transmisión del SARS-CoV-2, y sobre las infecciones respiratorias en general, se han multiplicado de forma exponencial. Conocer la forma de transmisión y contagio y poder reducirla o evitarla es crucial para controlar posibles rebrotes. De ahí la puesta en marcha de medidas sobradamente conocidas como la mal llamada distancia social (que implica realmente distancia física), el lavado de manos, el consejo de toser o estornudar en la flexura del codo, o el uso de mascarillas.

Ahora, un nueva hipótesis barajada por los investigadores es que la forma en la que hablamos podría afectar a las tasas de transmisión de COVID19, y que algunos idiomas son mejores que otros, dado que requerirían menos flujo de aire que empujaría las gotas de humedad de nuestras bocas hacia el exterior.

De hecho, tiene cierta lógica relacionar el idioma o el uso del lenguaje en especial con la transmisión del coronavirus. Una de las principales formas de evitar dicha transmisión, las mascarillas, se basa precisamente en mantener las gotitas de humedad propias dentro de un área localizada (la zona interna de la mascarilla). Incluso el aire normal húmedo puede transportar una pequeña cantidad de gotitas microscópicas donde podría transportarse el coronavirus, aunque eso no implica que este microorganismo pueda "contagiarse por el aire" sin más, como ya explicó la OMS.

Durante estos últimos meses, los investigadores se han centrado en el estudio de la transmisión por gotas al toser, dado que la tos es el síntoma más común de las infecciones respiratorias en general. Por su parte, los estornudos aumentan más si cabe la trayectoria del contagio. Pero el lenguaje y su relación con la humedad en el aire aún era un factor poco estudiado.

Un ejemplo de la relación entre el lenguaje y la transmisión del coronavirus sería el inglés, donde solo se pueden hacer unos pocos sonidos sin usar flujo de aire, siendo comúnmente consonantes con poco significado sin vocales de apoyo. Los sonidos sibilantes o estridentes como ss, sh, th y f incluso precisan de soplar más aire, pudiendo liberar más gotitas de humedad en medio de una conversación.

Para hablar de este efecto, el conocido portal inglés Vice compartió recientemente un vídeo viral, donde una mujer habla en japonés y posteriormente en inglés. En este caso, cuando la mujer habla en inglés, se puede observar cómo la tela de la mascarilla se agita; sin embargo, con la misma frase en japonés, apenas se vislumbra movimiento de la mascarilla. Según comenta el mismo portal, incluso los fonemas que podrían ser similares en la teoría, pueden "aspirarse" más o menos dependiendo del idioma.

La explicación a estas diferencias podría encontrarse en los fonemas sibilantes y estridentes, que son como estornudos de las vocalizaciones en inglés, dando lugar a una mayor excreción de humedad hacia el exterior. De hecho, los investigadores sostienen que los diferentes sonidos vocales podrían dar lugar a una enorme cantidad de diferentes formas de pulverización por microgotas.

En algunos informes de casos de transmisión en prácticas de coro, restaurantes y centros de llamadas se ha llegado a sugerir que es posible que el SARS-CoV-2 se enganche en partículas de aerosol y quede suspendido en el aire. Por ello, los investigadores están reuniendo y estudiando diferentes tipos de oraciones para ver cuáles podrían producir una mayor cantidad de microgotas potencialmente contagiosas.

Ya en el año 2003, cuando apareció el SARS-CoV-1, más conocido comúnmente solo como SARS, que llegó a afectar a Estados Unidos pero no a Japón, el investigador japonés Sakae Inouye ya sugirió en un estudio en The Lancet que "diferentes idiomas, debido a sus vocales y otros sonidos aireados, podrían dar lugar a diferentes tasas de infección tras una conversación normal". En este caso, Inouye llegó a especular que diferentes niveles de aspiración entre inglés, chino y japonés a nivel de pronunciación podrían explicar las significativas diferencias de tasas de transmisión.

Para finalizar, también cabe destacar la densidad de información en cada sílaba hablada. El chino mandarín, por ejemplo, está lleno de sonidos sibilantes y estridentes como el inglés, donde el aire es empujado con más fuerza a través de las membranas mucosas. Pero cada sílaba se puede hablar con cuatro tonos diferentes o un tono "neutral", cambiando el significado sin agregar más sonidos o respiración. Ya en 2011 un estudio clasificó a los principales idiomas por su "densidad" de información por cada sílaba hablada, y el chino mandarín era precisamente el idioma con mayor densidad.

Otros idiomas, como el español, tendrían una menor densidad de información, pero se hablan tan rápido que dicha densidad importa poco en el panorama general. En el caso del chino mandarín, a pesar de su elevada densidad de información, es uno de los idiomas con velocidad de sílaba más lento. Y, cuando el problema principal es la cantidad de flujo de aire, un lenguaje de menor densidad pero con mayor velocidad es precisamente la peor opción, dado que expulsa más aire que podría contener microgotas.

En este caso, también podría sugerirse que el español como idioma haya sido una de las causas de tener una mayor cantidad de contagios confirmados, aunque por supuesto es una hipótesis que requerirá investigación al respecto.

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