La Madre Nuria, abadesa, posa con el cartel de la campaña junto a una hermana A.G.
‘Apadrina una viga’: las nueve monjas de clausura que necesitan 60.000 euros y prometen "rezar por ti" si ayudas
Las hermanas del Monasterio de la Inmaculada Concepción lanzan esta original idea para restaurar 200 vigas que surge de “una necesidad real y preocupante”. También venden repostería, una de las más famosas de Valladolid.
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En pleno centro de Valladolid, en la calle Concepción, se esconde un lugar cargado de silencio, de oración y de mucha historia. Un edificio con más de 500 años de vida que hoy necesita ayuda urgente para seguir en pie.
Sus habitantes, las monjas concepcionistas franciscanas de clausura, nueve en total, han puesto en marcha una iniciativa tan sencilla como original, pero que no estamos acostumbrados a verla dentro de estos lares. La iniciativa consiste apadrinar una viga para salvar el claustro.
“La idea nace de una necesidad real y preocupante”. Así lo explica la Madre Nuria Camps, abadesa del monasterio a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León. Lo dice con la serenidad de quien conoce bien la situación, pero sin dramas.
Todo comenzó el año pasado, cuando aparecieron humedades importantes en el techo del claustro.
Aquello hizo saltar las alarmas. Se realizaron varias catas y fue entonces cuando se descubrió algo que nadie esperaba, había un falso techo que ocultaba el verdadero estado de las vigas de madera originales.
“Cuando se descubrieron, vimos que algunas vigas principales estaban muy deterioradas, podridas por el agua que se había colado durante años por las goteras”, explica la Madre Nuria.
Gracias a las típicas donaciones y a la ayuda de algunas personas, se pudo realizar una primera intervención de urgencia. Así se pudo retirar el techo de cañizo y sustituir algunas vigas que estaban en peor estado. Pero el problema no terminó ahí.
Doscientas vigas que necesitan ayuda
Ahora queda la parte más costosa, que es intervenir en unas 200 vigas. Algunas pueden restaurarse, otras necesitan ser sustituidas completamente y hay incluso vigas que ya no existen y hay que poner nuevas.
“El problema es que afrontar todo esto de una vez es imposible para una sola persona”, reconoce la abadesa. Cada viga tiene un coste aproximado de 300 euros, una cantidad elevada si se mira en conjunto, pero más asumible si se reparte. Es decir, 200x300 es igual a unos 6.000 euros, que es lo que se necesita.
Estado de las vigas del monasterio
De ahí surge la campaña ‘Apadrina una viga’.
La propuesta es sencilla y cercana. Una persona, una familia o un pequeño grupo puede hacerse cargo del coste de una viga. A cambio, queda constancia de ese gesto en un plano del claustro, donde figurará qué viga ha sido apadrinada.
Pero hay algo más importante que el reconocimiento material. “Nosotras rezamos por todas las personas que nos ayudan”, explica la Madre Nuria. La oración, recuerda, es la principal labor de la comunidad y forma parte esencial de esta iniciativa, de ahí que ellas hagan lo que mejor saben hacer.
La campaña acaba de comenzar y todavía está dándose a conocer. “Ahora se están interesando muchas personas y esperamos que poco a poco vaya llegando la respuesta”, dice con esperanza.
El problema no es solo artístico o histórico. El monasterio es también la casa de las monjas. “Es nuestra vivienda, un lugar de uso diario, y por supuesto también un patrimonio que debemos conservar”, explica la abadesa.
Interior del monasterio
El edificio fue fundado en 1521, gracias a la donación de Juan de Figueroa y su esposa, María Núñez, aunque el inmueble ya existía previamente.
El espacio más interesante del convento junto a la iglesia es el claustro, situado junto al muro de la epístola del templo. Se trata de un claustro cuadrado de dos pisos fechable en el segundo cuarto del siglo XVI.
A lo largo de cinco siglos ha sufrido transformaciones, pero conserva elementos originales de gran valor como los artesonados, las salas históricas, la iglesia y el claustro.
“Son edificios grandes, con muchos gastos, pero forman parte de la historia de todos”, señala la Madre Nuria. “Creo que es un bien común que debemos conservar”.
Emprender para sobrevivir
La restauración del claustro no es el único reto económico al que se enfrentan. Desde hace años, las monjas buscan formas de sostenerse con su propio trabajo. Probaron con labores de confección, luego con floristería, pero ninguna de estas actividades fue suficiente.
Finalmente apostaron por la repostería artesanal, que hoy funciona bastante bien y es muy apreciada en Valladolid. Aquí puedes encontrar pastas de todo tipo, mojicones, rosquillas, las galletas y hasta tartas de cumpleaños. Todo el dinero que recaudan va para la reforma y el mantenimiento del convento.
Sin embargo, empezaron con un espacio muy pequeño y maquinaria de segunda mano que empieza a fallar. Ampliar el obrador y renovarlo es otro de sus objetivos.
“Todo esto lo hacemos para sobrevivir”, dice con naturalidad la abadesa. “Son tiempos complicados y los gastos son muchos”. Si lo es para una familia y su cesta de la compra…como no lo va a ser para esta hermandad de monjas.
Repostería que se elabora en su interior
La abadesa insiste en que la gratitud de la comunidad no se limita a quienes pueden colaborar económicamente. “Nuestra misión principal es la oración, y rezamos por todos, por los que ayudan y por los que no pueden”.
No hay plazos cerrados para la campaña. “Vamos día a día”, explica al estilo del Cholo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid. “Acabamos de empezar y no sabemos a qué ritmo irá. Esto necesita tiempo”.
Mientras tanto, las monjas del Monasterio de la Inmaculada Concepción siguen rezando, trabajando y esperando que muchas pequeñas ayudas consigan sostener algo mucho más grande, los cinco siglos de historia, fe y patrimonio que conviven en el corazón de Valladolid.