Canalejas de Peñafiel es un municipio de la provincia de Valladolid que se encuentra ubicado en el límite oriental y muy próximo a la frontera de Segovia. Lo situamos a unos 65 kilómetros de la capital del Pisuerga.
En la actualidad, y según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cuenta con una población de 252 habitantes. Allí vive Raquel De Dios de la Fuente. Nació, de hecho, en la pequeña localidad pucelana.
En 2022, nuestra entrevistada dejó de lado sus 20 años como administrativa para emprender y crear su propio negocio en el lugar. Lleva el nombre de RF Trufas y no deja de crecer.
Un proyecto que combina la producción, recolección, y venta de trufa negra, con el trufiturismo, con visitas guiadas a su finca, y la venta de deliciosos productos elaborados por productores que pertenecen a la marca Alimentos de Valladolid y que comercializa.
EL ESPAÑOL de Castilla y León conoce la historia de esta valiente que se ha lanzado a emprender en el mundo rural.
Raquel y un cambio radical a su vida
“Me defino como una persona sincera, que dice lo que piensa y que lo cumple a rajatabla. Una mujer a la que no le gustan las injusticias. Tampoco las discriminaciones”, asegura Raquel De Dios de la Fuente.
Nació hace 47 años en la localidad vallisoletana de Canalejas de Peñafiel, donde pasó su infancia, pese a que estudió bachillerato en la ciudad del Pisuerga. Amante de pasear por el pueblo y de la naturaleza, asegura que, con corta edad, “no sabía lo que quería ser de mayor”.
“Me gustaban los papeles y ayudar a la gente. En ningún momento quería ser agricultora porque mi padre lo fue, pero, finalmente acabé en este mundo. Soy agricultora, desde el año 2022 se puede decir, pero de una forma diferente.
Estudió bachillerato y Formación Profesional en Informática para acabar trabajando como administrativa en Peñafiel, desde el año 2000 al 2021. Sin embargo, en el año 2014 comenzó a plantar árboles en una extensión de terreno situada en su pueblo.
“En el año 2020 cogí una baja de ocho meses en mi empleo. Después, tras 20 años trabajando, una excedencia de cuatro años. No sabía qué hacer con mi vida por lo que, en el 2022, me di de alta como agricultora. Todo para dedicarme a la producción de trufas. Las recolecto y vendo directamente a particulares y restaurantes. También hacemos visitas guiadas. Empecé a vender trufa negra porque la gente quería probarlas. Las visitas arrancaron ante la curiosidad de la gente. Tenían interés y a mí me gustaba contarlo”, nos explica.
Su lema es “del campo a tus platos” y en su terreno de dos hectáreas y media, cerca de su casa en Canalejas de Peñafiel, cuida de sus 1.000 encinas, que, a día de hoy, son su vida y su trabajo.
La idea y puesta en marcha de RF Trufas
“El proyecto RF Trufas nace del amor propio por el campo y del deseo que tenía de aportar valor a mi entorno rural, todo desde una perspectiva emprendedora”, asegura nuestra entrevistada.
En 2014 planta esas encinas micorrizadas con trufa negra y en 2021 deja su empleo estable para dedicarse, por completo, a la truficultura en una decisión “valiente” que le hizo “replantearse sus prioridades” y “volver a conectar con sus raíces”.
Siempre ha estado muy ligada al medio rural. En Canalejas de Peñafiel ha vivido desde niña. Todo para, finalmente, emprender como mujer en un cultivo especializado y con grandes posibilidades como es el de la trufa negra.
“En diciembre de 2021, con la primera campaña significativa de trufa negra, comencé a vender directamente el producto y descubrí el desconocimiento que existe sobre él. En 2022 lancé las jornadas de trufiturismo, en un formato que combinaba divulgación, naturaleza, gastronomía y turismo rural”, afirma.
En ese 2021 también surgió la idea de crear experiencias de trufiturismo con el fin de “dar a conocer el mundo de la trufa desde el origen y fomentar el consumo consciente”.
“Fue en 2022 cuando, realmente, el proyecto de RF Trufas coge ritmo con la venta de trufas y con visitas guiadas. Vimos que a la gente le gustaba. Hemos acudido a diferentes ferias y hemos sacado al mercado productos como la crema de queso con trufa negra, también la miel con trufa, queso con trufa negra y la propia trufa. Cada año vamos a más”, explica Raquel.
Unas visitas que se llevan a cabo en el campo, donde tiene sus 1.000 encinas y que se completan con la degustación de trufa en una bodega subterránea rehabilitada.
RF Trufas es un proyecto que nuestra protagonista lidera en solitario, aunque cuenta con el apoyo puntual de su marido. Sobre todo, en lo que tiene que ver con las actividades de trufiturismo y en algunas tareas más. También colabora, de forma activa, con otras mujeres emprendedoras del entorno y negocios de la zona, creando sinergias que fortalecen el tejido económico local.
La estructura del negocio
La estructura del negocio está dividida en tres líneas principales. Por un lado, esa producción, recolección, y venta de la trufa negra, con cultivo ecológico en la finca de 1.000 encinas y con la comercialización directa al consumidor final, tanto particulares como restaurantes en toda España.
Ese trufiturismo, con visitas guiadas a la finca para mostrar el proceso de cultivo y recolección con la ayuda de su perro Lucas, con degustación en la bodega tradicional rehabilitada con productos de la zona y otros elaborados con su trufa.
Y esa venta de productos que comercializa y que ya hemos citado anteriormente, con su sabor exquisito y que quitan el sentido.
Raquel, su marido y Lucas con las trufas
“Sigo liderando este proyecto con entusiasmo y la certeza de que es posible emprender desde lo rural, con una mirada sostenible y con impacto positivo en el territorio”, explica nuestra protagonista.
En la actualidad, RF Trufas pasa por ser un proyecto consolidado que combina producción agrícola, turismo, y venta de productos con trufa negra.
La trufa y ser autónoma
“De diciembre de 2024 a marzo de 2025 hemos recolectado unos 35 kilos de trufas. No todas se venden. Solo las mejores. La trufa no es tan cara. He puesto todos mis ahorros aquí, en algo que nació como un hobby y ahora es mi vida”, afirma la dueña del negocio.
Nos explica que, en lo que tiene que ver con la venta, lo hacen por gramos. Todo depende de la temporada. De si hay muchas o no.
“Vendemos diez gramos por unos diez euros. La trufa no es tan cara. El kilo vale unos 1.000 euros. A los restaurantes se las dispensamos de poco en poco para que la tengan fresca, mejor que en el frigorífico”, señala.
Nuestra entrevistada es autónoma. Pide a las administraciones que “bajen la cuota a los trabajadores del medio rural” que cuentan con “más dificultades” a la hora de vender y de promocionarse. También “disminuir los trámites burocráticos”.
Pese a estas trabas, la emprendedora ve el futuro “con ilusión” y espera que “nadie se la quite”.
