Valladolid es famosa por el buen comer. También por su hostelería. Son muchos los restaurantes con los que cuenta la capital del Pisuerga, pero unos sobresalen con respecto a otros por sus menús de calidad con sus mejores platos y un producto único. Clave, este último aspecto, en busca de la excelencia.

El Restaurante Mi Casa que se ubica en el barrio de Las Villas, en la calle Villafuerte, en Valladolid. Suma 49 años de vida y de mucha historia y Paco, el hijo de José Luis y Conchi está ahora al frente después de pasar años y años ayudando a sus progenitores. De hecho, ya con solo 10 años, tenía que ponerse de puntillas para tirar cañas.

“Llevo en el Restaurante Mi Casa desde pequeñito. Me he criado aquí. Toda mi vida la recuerdo en el lugar. Cuando tenía que echar una mano a mis padres lo hacía. Cuando había que tirar cañas o poner cafés intentaba ayudar lo máximo posible”, asegura Paco Cantalapiedra en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Conocemos toda la historia de un establecimiento hostelero que un lugar de referencia en Valladolid por su buen hacer. También por su marisco con el besugo como santo y seña, aunque también preparan carnes que quitan el sentido. La brasa es el elemento protagonista.

Imagen del Restaurante Mi Casa

Una historia y un testigo

Me considero un luchador dentro del mundo de la hostelería. Es un trabajo muy sacrificado que te da alegrías cuando un cliente te da las gracias por el buen producto que cocinamos en el Restaurante Mi Casa. Además, también he conocido a grandes personas a lo largo de todo este tiempo y eso resulta gratificante”, asegura Francisco Cantalapiedra.

Más conocido como Paco, el actual dueño del establecimiento hostelero nos cuenta que su padre comenzó a trabajar en Renault, pero que vio que “eso no era para él”. Por ello se lanzó a la aventura, hace ya 49 años, de comprar el local a su anterior propietario para comenzar la historia de uno de los restaurantes más conocidos de Valladolid.

Mi padre era la cabeza visible del negocio y mi madre era la dueña de la cocina. Yo estuve trabajando muchos años aquí, después pasé por un bar de copas, más tarde pasé por Barcelona hasta que hace siete años cogí las riendas del negocio junto a mi pareja Alina”, añade Paco hablando de la historia del lugar.

Más de siete años “tirando del carro” en una profesión sumamente complicada que exige de mucho sudor y trabajo para sacar adelante el negocio.

Paco en cocina junto a su madre

El mejor besugo de Valladolid

“Mi padre se hizo famoso por el besugo. La gente viene a comerlo aquí y se va encantado. Es un producto delicado que necesita una gran rotación pero que se vende muy bien. Somos un restaurante muy conocido por su marisco gallego de calidad. Lo compramos en Galicia y también trabajamos las ostras, las almejas y otros productos del mar”, afirma nuestro entrevistado.

El besugo es el plato estrella del lugar, aunque también ofrecen lubina o rodaballo a la brasa. También chicharro, o pulpo. Además, cuentan también con un vivero con mariscos vivos, nécoras, camarones o angulas. Pero también ofrecen carne con el chuletón de vaca vieja, el entrecot de Aliste o los pinchos de pollo y el churrasco a la brasa como platos de referencia. El solomillo y las chuletillas también son muy queridos por los distintos comensales.

Contamos con tres comedores. Uno para 80 comensales, otro para 40 y un tercero para 25. También con un patio. En total son 400 metros. Somos seis empleados, más los que entran en plantilla el fin de semana”, explica Paco en declaraciones a este periódico.

Todo para dar el mejor trato y los mejores platos a los clientes y ofrecer el mejor servicio que hace que el lugar sea un referente en la ciudad del Pisuerga. 

El vivero en el Restaurante Mi Casa de Valladolid

Una lucha constante

“Los últimos golpes que hemos recibido a consecuencia del coronavirus y de la subida de precios nos ha hecho perder dinero. El problema está en que los establecimientos hosteleros hemos tenido que pagar las consecuencias de la pandemia”, afirma el dueño del local.

Los márgenes han bajado y han tenido que asumir el aumento desorbitado de productos como el aceite, o incluso el azúcar. Él tiene que pagar religiosamente, mes a mes, tanto la luz como el gas, como diferentes gastos más derivados del local en el que trabaja cada día.

“Ahora, te achicharran por todos los lados. El margen de beneficio se ha reducido considerablemente. El futuro pasa por sobrevivir y por tirar adelante. No lo veo negro porque no me gusta ser negativo, pero toca seguir luchando”, finaliza nuestro protagonista.

 

 

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