La decisión de la Unión europea de prohibir la venta de vehículos a motor de combustión es una decisión que va a marcar el devenir del mundo del automóvil no desde el 2035 fecha que se ha impuesto como límite de venta de estos vehículos, es a partir de ya de ahora mismo.

Los vehículos que se están vendiendo hoy con 12, 13 años de funcionamiento para el 2035 y con etiquetas c y b, tal como se está legislando a golpe de ideicas no aseguro que puedan tener permiso para circular en ese año, en según qué ciudades, y para muestra, las zonas de bajas emisiones y la prohibición de circular por ellas a vehículos que no tengan pegado en su parabrisas la consiguiente etiqueta azul de 0 emisiones o la ECO.

Es que ya no pongo en duda, incluso, que  se prohíba la entrada de vehículos que tienen la etiqueta ECO, es decir, vehículos híbridos por tener un motor de combustión como elemento principal de motricidad.

Voy a obviar o no entrar en profundidad sobre la ideología que sustenta tamaña estupidez, sería tedioso y no nos llevaría a ningún lado, porque a mí, lo que me interesa, no es contraponer ideas sino leyes que van a situar en serio peligro el empleo y capacidad de fabricación del mundo del automóvil, que para este país supone más del 11% y más del 22% del PIB de Castilla y León.

Y es que, por su importancia, la industria del automóvil requiere de legislación estable y duradera en el tiempo para posibilitar, facilitar y asegurar la investigación, innovación, diseño, fabricación, venta, mantenimiento y reciclaje de vehículos con un fin, el rendimiento económico de las distintas actividades implicadas en la vida del automóvil y los sueldos y empleo de todos aquellos que participan en esta cadena: desde que se diseña un vehículo, hasta que éste acaba su vida en las recicladoras donde parte de sus restos vuelven al inicio de la cadena.

Leía estos días que cuando el vehículo a motor empezó a estar presente con normalidad en nuestras vidas convivía de forma gradual con los carruajes y vehículos de carga tirados por caballos u otro animal de tiro. Posteriormente cuando se evidenció que los vehículos tirados por animales, aparte de poco eficiente molestaban al normal tráfico de los vehículos a motor, se retiró progresivamente, primero por zonas y luego definitivamente, no fue una decisión de un día para otro.

Recordar que el primer código de circulación fue una Real Orden de 1897 aprobada por el ministro coruñés Aureliano Linares Rivas y se adecuaba al reconocimiento de los múltiples modos de transporte.

Y es que lo que viene de aquí a unos años es una situación similar a la aparición del automóvil, es poco más o menos, que una revolución; el concepto está claro el vehículo como medio de transporte privado (eso que traemos aprendido) pero y la adaptación del mercado auxiliar, léase talleres mecánicos, grúas, guardia civil, como deben adaptarse éstos dos a un accidente en el que un vehículo eléctrico este afectado. Tantos elementos a tener en cuenta que me parece muy precipitado el salto que nos ha anunciado el Parlamento europeo.

Dicho todo, hoy los dirigentes de la agenda 2030 se empecinan en imponer un sistema de movilidad que no está muy clara que para el año 2035 supla con eficiencia y seguridad los más de 450 millones de vehículos matriculados en europa. No demonizo el coche eléctrico estoy a favor desde siempre, simplemente expongo las limitaciones del mismo a día de hoy y por lo que se ve, también, en un corto espacio de tiempo.

Es el vehículo eléctrico el medio del transporte del futuro sí, lo es, pero debe aún evolucionar en dos de los elementos implicados en su viabilidad, la batería y los puntos de recarga.

La batería necesita al menos 15 o 20 años para que su autonomía sea mayor, su periodo de carga sea menor y sus componentes sean más baratos, seguros y sobre todo más reciclables.

Y luego nos encontramos con los puntos de carga, según un estudio realizado por expertos España necesita alrededor de 150.000 puntos de carga de alta capacidad, es decir, por encima de los 50 kW para asegurar un tiempo de carga al 80% en no más de 30 minutos, es decir, un punto de carga por cada 200 vehículos y hoy apenas hay 14.000 para los más de 34 millones que se supone deberían haber.

Y con estos mimbres en el 2035 pretenden dejar de vender vehículos a motor de combustión. Queda mucho tiempo y, por medio,  muchos procesos electorales que pueden hacer cambiar la configuración del Parlamento y las políticas europeas sobre el vehículo eléctrico.

Igual nos vemos antes del 2035 ya decía el refrán “vísteme despacio que tengo prisa”