Opinión

El escándalo de la uniformidad de pensamiento

José Luis Ábalos, aplaudido por los suyos en el Congreso.

José Luis Ábalos, aplaudido por los suyos en el Congreso.

No existe cosa más insoportable que la uniformidad de pensamiento.

Se criticaba el voto de obediencia en el entorno de la vida religiosa, pero, aun reconociendo ciertos abusos conventuales, ese voto iba sustentado por algo superior, el compromiso con la llamada o la vocación de la fe.

Sin embargo, la uniformidad de los afiliados, compromisarios en los partidos políticos es cuestión de interrogantes permanentes, sobre todo cuando se trata de temas relacionados con los principios personales, éticos o religiosos.

Cuando se estudia Filosofía se puede entender perfectamente que pensamiento y decisión son conceptos individualizados y en algunos casos, por pura lógica, compartidos.

Es verdad que las realidades éticas personales, en la sociedad en que vivimos, pueden llegar a ser mercancías de mercadillos semanales; depende del lugar, de la ubicación y de las tasas a pagar por estos asentamientos.

Contemplar, sin embargo, la igualdad grosera de los aplausos entusiastas de las aseguradoras de futuras prebendas, es vergonzoso, incomprensible y escandaloso, porque se aplaude hasta el insulto, hasta la mentira, incluso lo indeseable.

Paris vaut bien une messe, "París bien vale una misa", una genuflexión, un servilismo…

Cientos de diputados, senadores, concejales... todos, como el barniz, iguales…Todos votando a favor de ideas y proyectos en los que muchos no creen, aplaudiendo el insulto, la mentira, la vendetta, la traición a sus propios conceptos morales…según el día.

¿Es esto normal? ¿A qué precio?

¡Nos extrañamos de las bandas juveniles, iguales en criterios de funcionamiento!