Opinión

La esquizofrenia independentista

Imagen de las protestas en Cataluña.

Imagen de las protestas en Cataluña. Reuters

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A la vista de lo sucedido hasta aquí, podemos afirmar sin ningún género de dudas que la ley más aplicada ha sido la Ley Campoamor. No la encontraremos en el Boletín Oficial ni en ningún de los boletines provinciales que se editan a lo largo y ancho de esta tierra mía, esta tierra nuestra, llamada España.

La susodicha ley se basa en el famoso poema de Ramón de Campoamor que dice: “En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira”. Con su sabiduría, el poeta quiso advertirnos de la subjetividad y el relativismo de nuestro mundo, el cual nos debiera generar al menos desconfianza.

Desconozco si el amable lector usará el mismo color de cristal que el de quien escribe estas líneas y ha presenciado la cota más alta de demagogia que ha atacado a la democracia desde la Constitución de 1978. Desde que se aprobó la Ley catalana de Transitoriedad liquidando la Constitución y el Estatut, hemos asistido a una pantomima de referéndum donde no ha habido censo, algunas urnas llenas de papeletas antes de colocarse en las mesas, pasando por fotos de personas con heridas por actuaciones policiales de hace años hasta un jugador de la Selección Española compungido preocupado por si molestará al jugar en la misma, como guinda del pastel a la Alcaldesa de Barcelona denunciado agresiones sexuales por parte de la Policía o el mismísimo cambio de normas según avanzaba el referéndum con lo del censo universal. Si tuviéramos que dar un diagnóstico a lo que le ocurre en Cataluña es el de esquizofrenia, una mente dividida saturada de alucinaciones y delirios. Lo peor todo es que no acaba de debutar en la enfermedad, ha recaído, fue en 1934 la primera vez que comenzó con los mismos síntomas.

Hasta Bruselas ha ratificado que el referéndum es ilegal si bien advierte que la violencia no tiene cabida. Pero debemos ser maduros democráticamente hablando y preguntarnos cómo funciona cualquier Estado cuando se desobedecen las leyes. Es esquizofrénico el pesar que estamos a favor de la legalidad pero en contra de su aplicación. Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil no han hecho otra cosa que cumplir con las órdenes recibidas. Con anterioridad al referéndum no ha habido ninguna carga policial y el día del mismo las que se han producido no ha sido para disolver a los votantes sino para intervenir las urnas, uno de elementos de la comisión del delito. Es de miserables focalizar exclusivamente en ellos la responsabilidad de los sucedido.

El no saber que querer debe ser un mal que nos afecta a los españoles observado por el propio Otto von Bismarck cuando dijo que “España era el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”. En esas continuaremos.