En la oficina siniestra,
la balanza se equilibra
entre la izquierda y la diestra,
entre el agua y la tinta.
El agua pone su parte
de sed que se da y se quita,
la tinta todo su arte
de letra malabarista.
A conciencia una con otra
gran consenso se suscitan:
se enojan, mas no se mojan,
se acentúan medias tintas.
El borrón y cuenta nueva,
la mejor ortografía,
bien se escribe a la derecha
con la zurda retorcida.
Las páginas sospechosas
se decretan amarillas
y la pluma, de la brocha,
no hace falta distinguirla.
Estas son las manos muertas,
cuando se juntan, las vivas.
Nada es moral de nobleza.
Todo, según y medida.
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