La emancipación de los jóvenes es un problema grave en España. Son muchos los que con 30 años no pueden independizarse, o por un problema económico o por la falta de vivienda.
Es por ello que muchos deciden hacer la maleta y buscar suerte fuera. Es el caso de Juan Pablo M.C, un zaragozano que a pesar de llevar trabajando 8 años en la misma empresa, el sueldo no le daba para comprarse una casa.
"Comencé cobrando 1.200 euros, pero tras 8 años con un buen rendimiento y responsabilidades solo logré subir a 1.600 euros; con eso no te da para pedir una hipoteca", asegura en una conversación con El Español de Aragón.
"Sabía que no iba a mejorar. Quería ahorrar, tener casa… y con ese sueldo, imposible", explica. Su hermano ya vivía en Irlanda, y eso le animó a dar el salto.
"Me dije: si voy a poder ganar más dinero en menos tiempo y, encima, aprendo inglés, ¿por qué no? Nunca está mal aprender inglés, aunque sea tarde", reconoce entre risas.
Juan Pablo trabajando en Irlanda.
En Irlanda trabaja en Prime Carpentry, una empresa de construcción de casas de madera. Su día a día empieza pronto, a las 7.30, pero los números hablan por sí solos: cobra 21,50 euros la hora, lo que le deja un sueldo de unos 3.000 euros al mes.
"En España ganaba la mitad y llevaba trabajando 8 años en la misma empresa. Aquí directamente entré cobrando el doble", resume.
Y desmonta el mito del país caro: "Dicen que en Irlanda todo cuesta más, pero no es verdad. Pago 480 euros por una habitación. Vete a Madrid y dime cuánto cuesta. La compra es parecida. Lo único caro es el alcohol, los vicios, el ocio... Pero si no sales todos los días, puedes ahorrar muchísimo", asegura.
De hecho, su objetivo es guardar unos 1.000 euros al mes, algo impensable en España. "En seis meses he ahorrado casi lo mismo que en ocho años allí", dice con una mezcla de orgullo y asombro.
Antes de empezar a trabajar estuvo unos tres meses en su nuevo país para las entrevistas de trabajo y aclimatarse; en ese tiempo se gastó los ahorros que había generado en España, pero ya ha recuperado el ritmo, e incluso se ha comprado un coche.
"Necesitaba el vehículo para ir a trabajar, mi hermano me hizo un adelanto, pero en 4 meses ya se lo he pagado todo", comenta. Aunque el sueldo es alto en comparación con lo que un carpintero cobra en España, el transporte "no tiene nada que ver".
"Aquí no puedo depender del autobús, porque van bastante regular, y si quiero llegar puntual necesito el coche", aclara el zaragozano.
Más allá del dinero, Juan Pablo nota una gran diferencia en el trato laboral. "En España, si no pides, no te dan. Puedes ser el mejor y darlo todo, pero si no reclamas, nadie se mueve. Aquí enseguida te dicen que están contentos contigo, alaban el buen rendimiento y hablan de subidas de sueldo. Eso te motiva", explica.
Aunque echa de menos a su familia, siente que su decisión fue la correcta. "Me da pena y rabia, porque en España se vive muy bien… salvo por la política y las condiciones laborales. Pero yo con 30 años seguía en casa de mis padres, sin poder independizarme. Así no se puede. Aquí, en cambio, es otra cosa", asegura.
Con seis meses en Irlanda, coche propio y trabajo estable, Juan Pablo se siente satisfecho. Pero no deja de mirar hacia casa con una mezcla de nostalgia y decepción.
"Yo me habría quedado en mi tierra hasta el fin de mis días. Pero es imposible. Ojalá no me hubiera tenido que ir, pero si quiero avanzar, tenía que hacerlo", reflexiona.
Su historia resume la frustración de una generación que siente que España no les da el sitio que merecen. "No es que no queramos trabajar es que allí es imposible crecer", sentencia.
