Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), la cesta de la compra se ha encarecido más de un 33 % en los últimos cuatro años, con subidas especialmente pronunciadas en productos básicos como el aceite de oliva, los huevos o el azúcar.
Mientras tanto, aunque la pensión media en España ha alcanzado los 1.311 euros mensuales, una parte importante de los jubilados sigue percibiendo menos de 1.000 euros, lo que dificulta enormemente mantener una vida digna.
En este contexto, los pensionistas son uno de los colectivos más golpeados por la pérdida de poder adquisitivo. Mientras algunos se ajustan con pensiones algo más altas, muchos viven al límite, con ingresos que apenas cubren lo básico y, en los peores casos, les obligan a pedir ayuda.
Diferentes realidades
Para entender de primera mano esta realidad, desde EL ESPAÑOL de Alicante hemos conversado con varios jubilados, quienes nos han compartido sus testimonios y cifras de gasto en un momento marcado por la incertidumbre económica y la escalada del coste de vida
Matilde Alfaro, de 75 años, originaria de Albacete, y que reside en pleno centro de Alicante, sabe bien lo que es organizarse para que el presupuesto llegue para todo. Confiesa que, aunque la situación en su casa "no es para tirar cohetes", tampoco les falta de nada.
Hace 10 años que se jubiló, pero durante toda su vida no dejó de trabajar. Comenzó como peluquera para después convertirse en la propietaria de un locutorio ubicado en el barrio de Carolinas; negocio, que "estaba deseando de dejar".
Sus hijos, - uno de ellos enfermero, otro economista y otro que trabaja en el sector inmobiliario-, "no querían seguir con el negocio familiar". Por lo que, finalmente lo traspasó.
La jubilada revela que su pensión no es "muy alta"; de hecho, no supera los 1000 €. No obstante, se apaña bien porque su marido también tiene su propia pensión. Juntos, sus pensiones suman aproximadamente 1800 €.
Casi 400€ en comida
Aunque reconoce que no es una cantidad para "tirar", tampoco tienen grandes necesidades y deben cubrir gastos como luz, agua, vestimenta, además de apoyar a sus nietos y bisnietos. Matilde es madre de tres hijos, abuela de tres nietos y bisabuela de un bisnieto.
Puerta trasera del Mercado Central
Lo que realmente sorprende es su gasto en la compra semanal. "Me gasto casi 400 € a la semana en la compra", afirma Matilde rotundamente.
Explica que este elevado desembolso se debe a que sus hijos la visitan algunas semanas y compra comida para todos. Aunque ellos contribuyen con la compra, trayendo productos como pollo, lo cual es fundamental, ya que si no fuera por su ayuda, "es imposible" de sostener.
Matilde ha notado una "mucha" variación de precios en los últimos años, mencionando específicamente el alto precio del aceite, que ahora parece bajar un poco.
Para intentar ahorrar, ella y su marido han tenido que prescindir de algunos productos, como sus "aperitivos" que solían disfrutar cuando estaban solos.
El testimonio de Matilde no es el único. Otros jubilados también comparten sus vivencias frente a la inflación.
"No miro precios"
En la plaza del 25 de Mayo, se encuentran Ana (72 años) y María (66), quienes no han querido dar ningún otro dato personal.
"La comida está carísima. Yo no sé qué decirte porque es cierto que cada semana me gasto una cosa", explica Ana, mostrando una incertidumbre sobre un gasto fijo.
Por su parte, María añade con determinación: "Yo la verdad es que nunca me he privado en cosas para comer y tampoco lo voy a hacer ahora. Compro lo que necesito, no miro precios".
Esta postura refleja una resistencia a ceder ante la subida de precios, priorizando la necesidad por encima del ahorro.
Preocupación familiar
Un rato más tarde, saliendo del Mercado Central, encontramos a Felicidad, una mujer de 81 años, que acaba de comprar algo de pescado. "Yo vengo todos los días a por algo. Hoy en concreto, me he gastado 7€ en un kilogramo de boquerones".
Felicidad explica que aunque ella se apaña bien con su pensión, es consciente de la situación y de cómo ha subido la cesta de la compra en los últimos años. A esta jubilada, como a otras muchas, lo que les preocupa son sus hijos y nietos.
"A mi hija el otro día dos pilas le costaron 16€. No sé dónde vamos a llegar", afirma.
Interior del Mercado Central
Adaptabilidad y prudencia
Rafael, un jubilado de 68 años, que fue enfermero, y por suerte, goza de "una buena pensión", ha acudido al mercado como cada semana a por fruta y verdura.
Nos cuenta que, aunque normalmente compra para él y su mujer, en ocasiones tienen a los nietos y a la hija en casa, incrementando las necesidades.
Estima que, cuando están solos, puede gastar entre 60 y 70 € en una compra semanal que incluye fruta, verdura, carne y pescado.
A diferencia de otros, Rafael afirma que, en general, procuran seguir la misma marcha que llevaban y no han tenido que privarse de productos para ahorrar, ya que tampoco cometían excesos antes. "Comemos cosas normales y económicas dentro de lo que hay", asegura.
Un caso de vulnerabilidad
El caso de María, de 72 años, es un conmovedor testimonio de vulnerabilidad. La encontramos en el interior del mercado, cerca de las escaleras mecánicas, sentada en el poyete de una ventana.
María va acompañada de su carrito de la compra, aunque de él no sobresale comida, sino botellas de plástico vacías. Sobre sus manos, sostiene un pequeño plato con algunas monedas dentro. Aunque no pide dinero con su voz, sí lo hace su mirada, visiblemente cansada.
Al acercarnos, nos cuenta que, efectivamente, "estoy pidiendo dinero aquí". Sin embargo, a pesar de su situación, su espíritu se mantiene agradecido: "la gente es buena y me ayuda mucho".
El dinero que recolecta lo utiliza para hacer la compra y llevar comida a la vivienda que comparte con su hermano.
Con resignación, concluye: "Aquí me ayudan, pero al salir de aquí ya no me ve nadie".