En el corazón del Mercado de Carolinas, entre el bullicio de los puestos y el aroma a pan recién hecho, Begoña Bravo sigue manteniendo viva una tradición familiar que comenzó hace medio siglo.
Su familia fundó la Panadería Bravo hace 50 años y, desde hace tres décadas, sus dulces artesanales son un reclamo para los vecinos del barrio. Aunque el obrador sigue ubicado en el barrio de La Florida, donde empezó todo, el punto de venta en el mercado se ha convertido en una referencia para los alicantinos.
"Lo llevamos entre mi hermana, nuestros maridos y yo", explica Begoña, orgullosa de una saga panadera que ha sabido mantenerse fiel a sus raíces sin renunciar a las exigencias del presente.
Preparados para Semana Santa
En estas fechas, el mostrador se llena de monas, toñas y torrijas, los grandes protagonistas de la Semana Santa. "La mayoría de cosas las hacemos nosotros, sobre todo la bollería típica como las monas o las torrijas. Aquí precocido no hay nada", recalca Begoña.
Y añade: "Está muy de moda lo de servir todo calentito, pero lo nuestro es lo tradicional".
Monas por encargo
La mona de Pascua es, sin duda, el producto estrella. Desde hace semanas, la panadería ya tiene listas cientos de unidades para servir a colegios de la zona. "Ahora mismo están haciendo unas 700 monas encargadas solo para colegios", cuenta Bravo.
El calendario de los dulces típicos también se ha adelantado. Aunque antes era habitual que se vendieran solo durante la Semana Santa, cada vez más clientes las piden con antelación.
"La gente me pregunta desde hace días cuándo las voy a traer. Les gusta probarlas antes, les entra más a gusto", comenta entre risas. Por eso, su previsión es empezar a ofrecerlas en el mercado cuanto antes para que los más impacientes puedan saborearlas.
Las torrijas, un manjar
Otro de los dulces más esperados son las torrijas, aunque estas no están disponibles a diario. "Es un producto que requiere mucho trabajo y, además, ha subido de precio, así que solemos hacerlas más bien los fines de semana, sobre todo los sábados", explica la panadera.
A diferencia de las monas o las toñas, las flores típicas de Pascua no las elaboran en su obrador, aunque sí las tienen a la venta. "Las flores me las traen, pero las torrijas y la mona sí que las hacemos nosotros. Son lo más destacado", subraya Begoña.
Una apuesta por la calidad
En Panadería Bravo lo tienen claro: la clave está en la calidad y en no perder las costumbres de toda la vida. "Todo lo hacemos nosotros, o casi todo. Y eso se nota", asegura Begoña, mientras reconoce que cada vez cuesta más mantenerse en un oficio donde la rapidez y el bajo coste a menudo se imponen a lo artesanal.
Aun así, la clientela fiel y el reconocimiento del barrio les dan fuerzas para seguir. Medio siglo después, la Panadería Bravo sigue siendo sinónimo de tradición, cercanía y sabor.
Un oficio con futuro incierto
A pesar de la trayectoria impecable de la Panadería Bravo, Begoña no oculta su preocupación por el futuro de la profesión. La pasión con la que su familia ha mantenido vivo el obrador durante medio siglo no siempre encuentra relevo generacional.
"Nuestros hijos tienen sus estudios y se dedican a otras cosas. No quieren seguir con el horno ni con la panadería", confiesa con cierta resignación.
Esta realidad no es exclusiva de su familia. Muchos negocios tradicionales enfrentan el mismo dilema: oficios sacrificados, con horarios exigentes y poco atractivos para las nuevas generaciones.
En su caso, los turnos de madrugada son especialmente duros."Es complicado encontrar a gente dispuesta a levantarse a las 12 de la noche para empezar a trabajar", afirma Begoña.
Ni siquiera durante los periodos de vacaciones o en fechas de alta demanda resulta fácil encontrar personal que quiera asumir el reto. "Nos cuesta mucho encontrar a alguien que nos cubra o nos refuerce", concluye.