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Con siete años, Marcos le dijo a sus padres que no se movía de su sitio. Llovía a mares en la habitualmente soleada ciudad de Alicante y las calles del casco antiguo quizás no eran el lugar más adecuado. Pero era Miércoles Santo, la procesión de la Santa Cruz bajaba por ellas y quería seguir viéndola. Ahora, con 20, es tercera generación de costaleros y asegura que "salgo más por fe que por tradición".

Sentado en una cafetería en la plaza de San Cristóbal, Marcos tiene uno de esos raros momentos libres en la vida de un estudiante de enfermería. A eso se añade que es miembro de dos cofradías y que está a pocos días de salir con ellas, Lunes Santo con Cristo el Morenet y dos días más tarde con la que causó un disgusto a sus padres.

Y eso que este año no sale en otras dos más, como hizo anteriormente, cuando pidieron voluntarios para llevar a la Virgen del Remedio. Una carga a la que se prestó junto con otros compañeros y que refleja la intensidad con la que vive la Semana Santa alicantina. También una entrega para la que tuvo que esperar por la pandemia.

En 2020, con 15 años, ya se apuntó para ser costalero, pero tuvo que esperar otros dos años para serlo por las restricciones sanitarias de la covid. "Siempre he querido ser costalero, desde pequeño", asegura, "siempre he visto a mi padre y a un primo que tenemos sacándolo en Santa Cruz y el Morenet".

En una España en la que cada vez aumenta más el porcentaje de quienes no profesan una religión, Marcos recalca que "sé lo que siento y sé lo que lo que creo. Y no me tengo que esconder".

Y así lo ha ido haciendo desde que, aún en el instituto, dio el paso de entrar en las dos cofradías que coronan Alicante desde la falda del Benacantil. "Yo les animé a que vinieran el primer año que salí y me vieron y les pareció muy chulo", recuerda sobre el apoyo que recibió de los amigos en su estreno como costalero que le desearon lo mejor.

Aquel primer día el tiempo en clase de aquel miércoles no pasaba lo suficientemente rápido para él. "Me acuerdo que me daba igual lo que pasara, estaba solo pensando en que llegara la tarde, ir a comer para bajar al barrio y ya coger el ritmo de estar con la jornada de Santa Cruz y del Morenet", recuerda.

Los años anhelando ese momento culminaban también las semanas de preparación. De haberlo visto a sus familiares, pasaba a ser quien debía seguir las indicaciones del capataz que guía a los costaleros. Del cómo posicionarte en el varal para ayudar a igualar las alturas a "saber cómo meterte, saber realmente lo que hay que cargar".

Marcos, primero en la fila central, con el Cristo Cautivo. Cedida

"Los compañeros que están conmigo bajo los pasos realmente les gusta que esté la gente joven porque ellos van a querer sangre nueva", valora.