Alicante

La adrenalina de los días previos a coger un tren, un avión, pasar horas haciendo la maleta, no saber qué aventuras vivirás ni qué paisajes verás ni tampoco qué amistades surgirán. Viajar siempre conlleva una explosión de emociones, vivencias y recuerdos. A lo largo de una vida se pueden coger cientos de trenes y aviones y recorrer miles de kilómetros, sin embargo, pocos viajes serán los que "cambiarán tu vida" y te dejarán con una resaca emocional inexplicable al volver a casa. La sensación de haber vivido el "mes más importante" de tu vida, tal es la huella que ha dejado el programa de Cooperación al Desarrollo de la Universidad Miguel Hernández en los voluntarios que han tenido la suerte de volar a Ruanda. 

Viajar a otro país siempre conlleva constatar varias diferencias con nuestro país de origen. Sin embargo, pocos países cercanos al nuestro pueden provocar en el viajero una sensación de "choque cultural" inmenso. Lejos de los clásicos estereotipos que Occidente suele tener sobre África, Ruanda es el claro ejemplo de la errónea imagen que solemos tener sobre el continente. Más allá de las imágenes preconcebidas y estereotipadas de desierto y pobreza, la llamada "Suiza Africana" deslumbra a cualquiera con sus amplios paisajes verdes, el valor del colectivismo de su gente, así como sus carreteras en buen estado y hasta algunos rascacielos que se dejan ver en su capital, Kigali.

Los entornos de la localidad de Nemba, en el distrito de Gakenke. Laurine Maurice

Gracias al programa de cooperación, que arrancó en el año 2010 de la mano del doctor y ex coordinador del proyecto, Mariano Pérez Arroyo, cerca de 200 voluntarios tuvieron la oportunidad de vivir una experiencia única en el país. La idea madre de este programa se centró, según su impulsor, en el deseo de sensibilizar al estudiantado y "sumergirle en la cultura ruandesa como nunca hubiese tenido la oportunidad de haber viajado de forma meramente turística".

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Pérez Arroyo tiene una amplia trayectoria en el país africano. Ahora afincado en Kigali, lleva 28 años anclado a Ruanda. Una historia de amor que comenzó desde sus inicios en el país cuando se encontraba trabajando en los campos de refugiados que se crearon a raíz del desastroso genocidio del año 1994. Actualmente el programa es gestionado principalmente por Lis Gaibar, actual codirectora de la Cátedra Sede UMH en Ruanda y responsable del programa de voluntariado y coordinadora de la UMH en el país, quien se encarga de coordinar a los grupos de voluntarios y gestionar todas las actividades en el terreno. El Vicerrectorado de relaciones internacionales también es un actor clave en la gestión del proyecto.

El programa

En el terreno, cada voluntario tiene asignada una función. Tras llegar a la población de Nemba, situada a 1.600 metros de altitud en el distrito de Gakenke, en el noroeste del país, el grupo se instala en la que será su casa durante un mes. En las instalaciones, antiguas habitaciones de monjas, reside también el personal local contratado por la universidad, como los guardias de seguridad, el cocinero y el chófer de la furgoneta que permite al grupo poder desplazarse por el país.

La formación a profesores es una de las actividades claves del proyecto. Laurine Maurice

Repartiendo las tareas entre el Hospital de Nemba y la Escuela de primaria Saint Vicent de Paul G.S, la universidad pretende cada año seleccionar a distintos perfiles para cubrir todas las necesidades. Además de otras funciones como la documentalización del proyecto de la mano de voluntarios periodistas, las tareas principales se centran en dar resfuerzo en los distintos departamentos del hospital o el refuerzo escolar en la escuela, además de organizar formaciones al profesorado de esta última.

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"La única forma de entrar realmente en la sociedad de un país y de comprenderlo es trabajando en él". Así describe el creador del proyecto, la filosofía que le llevó a crear este programa. Más allá de un simple voluntariado, el proyecto responde a los principios de la cooperación al desarrollo, los cuales reflejan la necesidad de hacer partícipe a las personas locales e intentar comprender la cultura de un país totalmente diferente al nuestro. 

Muchas actividades lúdicas se organizan en el departamento de salud mental del Hospital de Nemba. Laurine Maurice

A lo largo de la charla de reencuentro entre antiguos voluntarios el pasado 11 de enero en la sede de la UMH en la Plaça de Baix, el ex coordinador ha recordado que los voluntarios que vuelven de esta experiencia "se benefician mucho más de lo que benefician", haciendo así hincapié en que no se trata de un programa de "ayuda", sino de intercambio cultural y de experiencia de vida.

No solo estudiantes

El programa de cooperación no solamente se limita a ofrecer plazas para alumnos de la UMH. Perfiles como antiguos alumnos Alumnis y personal trabajador de la universidad también pueden presentar su candidatura. 

Cada año, un grupo mixto entre alumnos, Alumnis y personal trabajador de la universidad es enviado al país de las mil colinas entre los meses de julio y agosto.

Más allá del verano

Aparte de la organización de dos grupos de voluntarios que cada año vuelan al país africano, la UMH participa en una serie de proyectos que benefician a la población ruandesa durante todo el año. Un ejemplo de ello es la creación de una UCI en el Hospital de Nemba, así como el comedor de la escuela primaria o el proyecto de dormitorios para mujeres en la escuela superior de Apeki-Tumba.

El programa de verano se centra principalmente entre el hospital y la escuela primaria de Nemba. Jorge Gascón.

Tal es la huella que deja el programa en la universidad que el pasado 21 de diciembre se ha inaugurado en la sede de la Plaça de Baix la exposición permanente "Ruanda, el país de las mil colinas", en la que, tras un recorrido por la historia del país con fechas claves como el genocidio del año 1994, se muestran fotos y videos de los distintos programas que se han llevado a cabo a lo largo de los últimos 20 años.