Alicante

En pleno centro de Elche, el Palacio de Altamira custodia la ciudad como si no hubieran pasado los diez siglos que lo separan del tiempo en el que fue levantado para proteger la antigua villa amurallada. Ha sido fortaleza, fábrica textil y hasta campo de prisioneros, teniendo una doble historia de ricos y pobres que la han marcado hasta el día de hoy.

Fueron los musulmanes quienes la construyeron por el siglo XI para defender la población, la misma función que tenían por entonces otras construcciones que hoy forman parte del patrimonio cultural ilicitano como la Torre de la Calahorra.

Se sitúa enfrente de la Basílica de Santa María y, aunque hoy en día está en el centro, hace siglos se ubicaba en el noroeste de la antigua ciudad en una colina para proteger a sus ciudadanos desde las alturas. La autora de varios libros sobre la historia y misterios de Elche Verónica Cano explica que el municipio creció hacia arriba y se niveló con el palacio.

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Con el paso del tiempo, lo que originalmente fue un sistema defensivo fue modificándose y albergó diversos usos. "Entre el siglo XI y XIII había un campamento en el interior de la época almorávide y se construye la torre del homenaje, la que más se reconoce, y también los torreones de la muralla. Se va mejorando su construcción en esa primera etapa de 200 años", explica Cano.

La segunda fase importante llega varios siglos después, aproximadamente, en el XV o XVI, cuando se produce un "cambio de nivel en la ciudad". La familia Gutierre de Cárdenas toma la posesión del señorío en el año 1470 como recompensa por haber apoyado el matrimonio de los Reyes Católicos, así como la villa de Crevillente. Y va ampliando fronteras hasta convertirse en un marquesado equivalente a la comarca del Baix Vinalopó.

En su época más lustrosa llegó a acoger a monarcas de la talla de Jaime II, Pedro IV e incluso los Reyes Católicos cuando visitaban la villa de Elche como el mejor alojamiento de la zona.

La expansión trae mayor posibilidad económica, pero a pesar de eso la nefasta situación de las cárceles de Elche hace que el Palacio de Altamira comenzara a usarse como prisión en el siglo XVIII. Este uso era común en otras fortalezas, como el Castillo de Santa Bárbara.

"En el siglo XVIII también se construye la casa señorial, que es una parte de su fisonomía muy importante, que mantiene aún el escudo de los condes de Altamira, que murieron sin descendencia", señala la experta.

Cano cuenta que, en 1913, el ilicitano Diego Ferrández adquiere el Palacio de Altamira por 10.000 pesetas y, hasta la década de los 60, lo mantuvo funcionando como una fábrica textil." Además, Ferrández construyó un pequeño barrio alrededor, un asentamiento de viviendas para los trabajadores de la fábrica.

Palacio de Altamira de Elche en la actualidad. VisitElche

Sus múltiples funciones hicieron que convivieran en su interior maquinaría para la fabricación de tejidos, teniendo el monopolio de la producción en la ciudad y haciendo mucho por la economía ilicitana. Sin embargo, los trabajadores compartían parte del espacio con los presos, los cuales pasaban mucha hambre.

"Sobre el 1907 apenas había cuatro desgraciados que estaban ahí por robar gallinas, pero cuando finaliza la Guerra Civil el espacio recibe prisioneros del régimen, lo que, junto a la fábrica, deteriora el palacio", añade.

El precario estado de las celdas hacía que, los que no habían muerto de hambre o habían sido fusilados y tirados a fosas comunes o a pozos, fallecieran a causa de las condiciones insalubres en las que vivían hacinados. Había tantos prisioneros que tenían que estar repartidos en varias construcciones de Elche, siendo el palacio la peor.

Cano cuenta la historia de un familiar que pasó por ese tormento. Simeón Bernard, su tío abuelo, estuvo tan solo un año malviviendo allí, entre el 1939 y el 1940, pero ese tiempo fue suficiente para afectarle gravemente los pulmones para el resto de su vida y hacer que nunca quisiera decir una palabra de lo que tuvo que experimentar dentro de los muros.

"Todavía en la torre del homenaje se conservan pintadas que se descubrieron en una exploración arqueológica. Encontraron la presencia de letras manuscritas en las paredes con mensajes de los presos de todo tipo, hasta un dibujo de una mujer", afirma la experta.

Las emociones y los recuerdos que guarda el palacio hace que mucha gente asegure haber tenido algún episodio de difícil explicación, sobre todo, en la torre del homenaje, donde se acumulaban los reos durante décadas. "Hablan de pasos, de golpes secos y de susurros sin explicación", resalta Cano.

Es en los 60 cuando se declara Monumento Histórico Artístico y en los 80 cuando se inician las obras de rehabilitación para insertar el Museo Arqueológico Municipal Alejandro Ramos. Este a su vez dio paso al Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE) con la rehabilitación del año 2005.

La torre del homenaje, una vez pasados sus días más oscuros, acoge ahora en la planta baja la Sala de la Dama que en su día albergó a la Dama de Elche cuando regresó en una exposición y desde donde se mitifica la joya del arte íbero más importante.