Alicante

El avance de la peatonalización de la zona centro de la ciudad de Alicante sigue para transformar la movilidad urbana y la vida de sus ciudadanos. Dos comerciantes, uno a favor y otra en contra, plantean las demandas que tienen sobre su funcionamiento y su experiencia con ella.

Vicente Armengol, presidente de la asociación de comerciantes Corazón de Alicante, está a favor de su avance. Su tienda Filant la tardor en la calle Bailén está esperando a que se cierre el tráfico rodado para encontrar de nuevo cierta estabilidad después de meses con las máquinas preparando lo necesario.

Y más atrás se remonta, hasta 2013, para recordar que esto forma parte del Plan de Movilidad Urbana Sostenible. "De la época de Sonia Castedo", puntualiza. Con esta idea se pretende "hacer un corredor peatonal desde el Mercado Central para conectarlo con el área de la calle San Francisco y conseguir un entorno mejor para atraer comercio".

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Asun Córcoles y su marido Miguel Ángel Giménez dirigen su mirada más atrás. Él mismo, con más de cuatro décadas trabajando en La Orquídea, recuerda cuando se empezó a cortar el tráfico en la calle entonces llamada Felipe Bergé y ahora Pirula Arderius. En aquel momento se quería beneficiar a una antigua cadena de grandes almacenes, Galerías Preciados.

Y entre todo lo que han visto, ambos tienen muy claro que no les gusta la peatonalización. Una posición que mantienen convencidos en este debate para EL ESPAÑOL a pesar de que la mitad de la vida de su tienda ha sido sin coches circulando delante de su escaparate.

Dos son los factores principales en los que sustentan su rechazo. Primero, los clientes. "Las flores pesan, las plantas pesan", pone de ejemplo. Mientras que, señalando a Armengol, "puedo salir con un traje e irme al aparcamiento", pero "yo con un jarrón lleno de rosas no puedo ir siquiera a la esquina".

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El segundo, la forma de abastecerse diariamente de plantas. "Tengo mucho género que me tienen que traer", apunta, "tengo que tener acceso, si no, me condenan". De hecho, lamenta que la situación no ha mejorado con los años. "La problemática para traer es una odisea. Aquí me dicen los proveedores que no quieren venir porque no pueden aparcar, siendo un cliente que no tiene una devolución bancaria nunca". Y "con fama de pagadores", recalca.

Zonas de carga y descarga

Armengol entiende perfectamente esa petición y la señala como un ejemplo de lo que han estado negociando con el Ayuntamiento para evitar estos choques. "Pedimos soluciones para los proveedores, sean floristerías o que la Coca-Cola puedan acceder, eso es impepinable. Supuestamente, eso va a estar. Pero necesitamos saber de qué tipo será si será solo de mañanas o de tarde".

Córcoles insiste en otro aspecto relacionado con los clientes. "El ir en vehículo da más visibilidad que andando porque en esta zona, y yo tengo una de las más visibles al ser la de marcha quiero ir con mi bolso pequeño, y cuándo voy a comprar, voy a un centro comercial donde hay cinco tiendas seguidas", razona. De hecho, recuerda una conversación entre una joven y su abuela en la que le decía que la floristería es nueva y esta le respondió que en ella le habían hecho el ramo de la boda.

Armengol concede que "hay gente que está acostumbrada a ir en coche a todos lados", una forma de moverse que cree que puede cambiar y que, además, se impone que así sea. Así menciona el ejemplo de Pontevedra "que en el 2003 apostó por una peatonalización que es ejemplo en Europa de que funciona".

¿Ciudad de bicicleta?

De ahí que demande "las herramientas para facilitar el acceso a los párquines, la mejora de los tiempos del transporte público o los aparcamientos disuasorios". Casos de éxito en Alicante los tienen bien cercanos, como la calle San Francisco, donde aún recuerda las protestas de un local porque cerraban el tráfico y ahora lo considera una bendición.

Son argumentos que no convencen a Córcoles ni a Giménez. "Cada ciudad tiene su idiosincrasia particular. No podemos convertir Alicante en una ciudad de bicicleta, no tenemos cultura. Esto no es Holanda ni Copenhague, por mucho que lo pongan".

En cambio, Armengol se mantiene "ilusionado, esperanzado, de que pueda ser un revulsivo". Y así lo cree "porque teníamos la zona envejecida entre la población y por cómo estaba. Había que darle un giro estético y transformador". Una idea en la que ambos coinciden de la misma forma que recalcan que "no se puede peatonalizar sin tener soluciones".