Alicante

Edificios que bailan sobre sí mismos, torres que dominan las alturas o mansiones. La línea del cielo de la ciudad de Alicante ofrece ejemplos de la mejor arquitectura del siglo XX que puedes descubrir en una excursión. Aquí empieza un recorrido con el que te enamorarás de sus calles.

Pablo Moreno es el guía de este viaje por una quincena de ejemplos que te harán ver la historia de Alicante como no lo habías hecho hasta ahora. Y para ver la evolución del siglo nos remontamos a los años veinte del siglo pasado, "con dos obras que parecen del siglo XIX: la casa Carbonell y el hospital provincial".

En 1924 se abrían las puertas de la casa Carbonell, que toma el nombre de su promotor, y que se encargó al arquitecto Juan Vidal. Situada en el inicio de la Explanada su imagen ha definido desde entonces la vista desde el mar de la ciudad. "Ni siquiera los edificios que hacemos hoy allí le hacen sombra", destaca el secretario del Colegio de Arquitectos de Alicante. "Es el más representativo de todos los que se hicieron en esa época y recoge toda la herencia del siglo XIX", una prueba del poder burgués que tenía entonces Alicante.

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"Es un hito espectacular", cuya apariencia de palacio aristocrático oculta el ascenso de la burguesía especulativa. "Son apartamentos de alquiler y de oficinas, con viviendas muy grandes y una fachada muy recargada de motivos historicistas, con acabados de arquitectura noble", destaca.

Tan imponente como esta es el hospital provincial del Pla, el primero de los edificios públicos que aparecen en este recorrido, y también obra de Juan Vidal tan solo dos años después del anterior. Actualmente parte centro sanitario y parte sede del museo Marq, la sanidad de la ciudad dio un gran paso con esta nueva infraestructura ya que se eliminaban "todos los hospitales deficitarios que tenía repartidos Alicante" y se mejoraba su salubridad.

Vidal aplica una nueva concepción que tiene en cuenta que los pabellones tienen mucha aireación, gracias a la disposición en forma de espina de pez, con lo que ganan en fachadas y grandes ventanas que permiten una mejor ventilación e iluminación, "cosa que hasta ese momento, no". Así ayudaron a combatir enfermedades como la mortal tuberculosis, que se propagaba en espacios que no se ventilaban.

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La siguiente parada nos lleva a La Rambla en 1935. Allí Miguel López construye La Adriática con una espectacular fachada curva. Esta obra representa el paso a la modernidad del siglo XX dejando atrás estilos recargados y que apuesta por una fachada continua desprovista de ornamentación.

1935, La Adriática de Miguel López

La revolución de López llega con las nuevas técnicas de construcción. La fachada es una piel, ya no es un muro de carga y estructura como hasta ese momento, razona Moreno. La obra de López refleja esa ligereza que se había podido conseguir y que es heredera de tendencias del expresionismo alemán.

El conflicto bélico y la larga posguerra son la causa del siguiente salto, 1947. Ese año llegaba la estación de autobuses en la actual plaza Séneca de manos del arquitecto Félix de Azúa. Dos partes en contradicción, como indica: la fachada "muy del gusto de esa época del régimen" y el vestíbulo de pasajeros y los andenes del tren.

El tránsito entre una parte y la otra incluía unos pasos subterráneos que están clausurados, pero que todavía existen. Y si esos andenes han desaparecido, la que se mantiene tras una restauración es la gran nave central como espacio de exposiciones. Los espectaculares arcos de hormigón y los lucernarios siguen impresionando como décadas atrás, además de estar rematados con dos grandes murales de Gastón Castelló.

1947, la estación de autobuses, de Félix de Azúa.

Esa combinación de arte y arquitectura se aplicará también en los tres primeros rascacielos de Alicante. Saltamos de los años 40 a los 60 con el Gran Sol, el Riscal y el Alicante, llegados de la mano de Miguel López, Francisco Muñoz y Juan Antonio García Solera, respectivamente.

"Gracias a los alardes tecnológicos, como ascensores y estructura metálica, podemos ir a edificios de gran altura", explica Moreno. Estos pueden ver desde sus 30, 32 y 24 plantas muy pequeños al resto de edificios de la ciudad, que tienen de media la decena. Con ellos se transforma la línea del cielo y la fachada marítima, lo cual causó un gran revuelo en la sociedad, como indica, sobre estos "hijos del desarrollismo y del turismo".

Esa transformación de la ciudad se entiende también en la Playa de San Juan, que pasa de la nada, a acumular torres. Pero la mirada de Moreno se detiene en una esquina que da a la plaza Coruña. Allí, en 1988, Miguel Fisac crea un edificio de oficinas para Hansa Urbana, luego Ecisa.

1988, edificio de oficinas de Miguel Fisac.

En esa expansión urbana, "a las empresas no les importa poner la oficina en la playa". Así le llega el encargo a Fisac que crea uno de los edificios más libres de la ciudad. "Estamos en una época rupturista, pasamos del brutalismo de la fuerza del material a romper la arquitectura, y el edificio está como incómodo en el solar", contextualiza Moreno. Así que el arquitecto "lo empieza a mover", avanzándose a una tendencia que llegaría décadas más tarde, y cada planta es diferente, como si bailara. "Es imposible no pasar por ahí y girar la cabeza porque es una escultura", define.