Alicante

La transformación de los castillos y fortificaciones que se está haciendo en Alicante es única. Con 250 de estas construcciones en su territorio, los trabajos que se están haciendo en la provincia suponen un hito para los especialistas en arquitectura y arqueología. Y a eso dedicaron un seminario en 2019 con 20 de las intervenciones que se estaban realizando. Ahora, tras dejar atrás muchos de los retrasos de la pandemia, el Marq presenta el libro que recoge cómo se plantean esos trabajos.

El arqueólogo José Luis Menéndez y el arquitecto Rafael Pérez celebran el poder retomar tres años después un trabajo del que se sienten especialmente orgullosos como editores. En el salón de juntas del Museo Arqueológico de Alicante analizan lo que supone reunir a todos esos especialistas para valorar cómo se trabaja con las construcciones que definen la imagen del territorio.

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Menéndez destaca la importancia de organizar este primer seminario reuniendo a los expertos de Alicante. "Este proyecto para concitar arqueólogos, arquitectos y otros especialistas tenía que empezar aquí porque no lo vamos a llamar la edad de oro de la restauración, pero por la financiación recibida y el número de actuaciones era un número desmesurado, lo que demuestra que había un momento muy importante", destaca este especialista del Marq.

Obras lentas, leyes lentas

Y que eso pueda suceder no es nada fácil. Pérez, como director del área de arquitectura de la Diputación, ya avanza que para pensar en una segunda edición de este seminario habría que esperar razonablemente a 2025. "Las obras son lentas, los permisos se producen con lentitud y los tiempos de ejecución son lentos porque hay mucho que reflexionar y se tarda más", razona.

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Si hace falta detenerse más a pensar cómo actuar es porque ahora las actuaciones que se ejercen sobre castillos, torres o fortines son muy diferentes a las que se hacían en los años 50 y 60 del siglo XX. En este apartado Pérez lo primero que apunta es que hay que tener en cuenta que hasta 1985 no se promulga la ley del patrimonio histórico español, la que estaba vigente desde 1933 refleja otra forma de actuar ante lo que entonces se englobaba en un batiburrillo de monumentos.

A grandes rasgos esas actuaciones del siglo pasado se dividieron en dos clases. Unas, eran las reconstrucciones que atendían a criterios distintos de los científicos. De ellas podían acabar saliendo castillos con más almenas de las que podían tener originalmente. Y la otra clase la conformaban quienes seguían las cartas internacionales, como las de Venecia en 1964 y la Restauro de 1972, donde la restauración original primaba.

Más o menos almenas

Añadir o no estos salientes al trabajar sobre los restos de una fortificación es cuestión de un trabajo de equipo y de mantener los criterios frente a presiones externas. Y ahí ambos profesionales destacan la importancia de esa colaboración en la que se estudia profundamente el área a intervenir para conocerla y ya decidir cómo actuar. Una etapa en la que es clave que se compartan conocimientos entre ambos equipos: en la arquitectura por lo que se puede hacer y en la arqueología porque investiga qué es lo que había construido. "Los arqueólogos nos encargamos de encontrar lo que hay y cómo está y los arquitectos deben decidir cómo se debe representar", resume Menéndez.

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"A veces se da la idea de que se han hecho restauraciones más fantasiosas y había cierto rigor. Otra cosa eran los remates que entraban", apunta Menéndez, "si no hay restos o pruebas materiales de ese resto es más difícil". "La reconstrucción debe detenerse donde comienza la hipótesis", concluye Pérez recordando la carta de Cracovia de 2000.