Alicante
Publicada
Actualizada

El amanecer del 2 de abril de 1939 despertó a los alicantinos con otro color en el cielo.

Las calles de Alicante se desvelaron con un ambiente distinto al vivido en los últimos tres años; se había acabado la guerra, pero lo que muchos no sabían es que acababa de comenzar otra bien distinta.

Dos días después, la ciudad se tiñó de música militar y brazos en alto para celebrar el Desfile de la Victoria y la toma de la ciudad, la última de España en caer en manos del bando sublevado.

Pero mientras las tropas franquistas y la División Littorio regalaban un espectáculo militar, muchos alicantinos, sin poder digerir el final de la guerra, empezaron a preocuparse por su libertad.

En ese ambiente de sospecha y delación, se escribió la tragedia de Francisca Sarrió Elisa, conocida como 'Paca la alicantina', vecina del número 5 de la calle Antonio Galdó Chapulí y trabajadora del antiguo Cine Monumental, frente al Mercado Central.

Silencio heredado

Para su familia, la historia de Francisca fue durante años un eco lejano. La versión que llegaba hasta sus oídos era difusa: una madre que murió “en la guerra” y que quizás su abuelo, el marido de Francisca, había podido enterrar.

El silencio en casa envolvía la ausencia y los recuerdos, y fue necesario que pasaran décadas para que su nieta, Ana Isabel Aparicio, se atreviera a tirar del hilo.

Guiada más por intuición que por certezas, inició una búsqueda que se prolongaría quince años y que culminó en junio de 2025 con la entrega de los restos de su abuela.

Su padre, marcado por el dolor de haber perdido a su madre con solo nueve años, nunca encontró palabras para transmitir ese trauma.

La ayuda de internet, algunos documentos familiares y la colaboración del historiador Vicent Gabarda, quien a su vez le puso en contacto con la Asociación de familiares represaliados por el Franquismo (AFRF) del cementerio de Alicante, permitieron a Ana Isabel descubrir la verdad: Francisca no murió en combate, sino meses después de la guerra.

Fue arrestada pocos días tras la entrada franquista en Alicante, señalada por su militancia en la CNT y una acusación de asesinato durante una pelea cerca del Mercado Central en 1937, que negó la propia Francesca al asegurar que se encontraba trabajando en el Cine Monumental en el momento de los hechos descritos.

Pero su testimonio no fue suficiente para librarse, pues el relato de otras personas, recogido en la sentencia emitida por el Ejército Español, a la cual ha tenido acceso EL ESPAÑOL, la acusan también de comentarios "inapropiados": "La Paca siempre estaba maldiciendo y profiriendo frases injuriosas contra los de Franco, tales como canallas y asesinos", se puede leer en la declaración de una supuesta testigo.

El 6 de abril de 1939 fue recluida en el Reformatorio de Adultos por estas acusaciones y, tras un juicio sumarísimo, condenada a muerte. El 21 de septiembre fue finalmente fusilada y arrojada a la fosa común nº7 de la fila 7 del cementerio de Alicante.

Compromiso

La personalidad de Francisca se reconstruye a partir de fragmentos documentales y evocaciones familiares.

Mujer activa, implicada políticamente, participó primero en la vida social de la ciudad y, después, fortaleció su compromiso integrándose como lavandera en un hospital de campaña durante la guerra civil.

Entre los obreros y militantes de la CNT era conocida como ‘miliciana’. Fue esa convicción la que la señaló después de la guerra, en un contexto donde la justicia militar dependía muchas veces más de prejuicios que de pruebas.

Algunas joyas encontradas junto al cuerpo de Francesca.

El libro Miguel Hernández y su entorno en la cárcel de Alicante (Rosser, P. 2017) recoge el ingreso de Francisca en la cárcel el 6 de abril, su paso por el Consejo de Guerra en junio y el ominoso comentario manuscrito en su ficha: “una mujer”; un detalle que evidencia lo excepcional de su final, pues al inicio de la Represión Franquista, no era común encontrar mujeres entre los fusilados.

De las catorce víctimas identificadas en la exhumación que permitió recuperar sus restos, ella era la única mujer.

Recuperar la memoria

La pandemia aceleró la investigación de Ana Isabel, que contactó de nuevo con Gabarda y la Asociación de familiares represaliados por el Franquismo (AFRF) de Alicante poco antes de que iniciaran la apertura de la fosa común.

Con rapidez, Ana Isabel viajó desde Madrid para realizarse la prueba de ADN y pudo presenciar, aunque fugazmente, los trabajos de exhumación en el cementerio de Alicante.

"Fue emocionante, hasta pudimos ayudar a sacar tierra de la fosa, días después, encontraron a mi abuela, nunca lo olvidaré", confiesa.

La certeza de que Francisca estaba allí llegó después de ese viaje, confirmada por la llamada de la arqueóloga María Haber: su abuela había sido hallada bajo otro de los fusilados aquel día.

La entrega de restos celebrada en junio tuvo la intensidad de lo que cierra una herida antigua. "La AFRF ha luchado para que los familiares podamos rendir homenaje a los nuestros, sin ellos no hubiera sido posible", subraya Ana Isabel.

Aunque Ana Isabel nunca llegó a conocer a su abuela, el proceso le permitió devolver un nombre, una historia y una dignidad a quien durante décadas fue tratada como una víctima anónima.

Imaginó a Francisca recorriendo las mismas calles del centro de Alicante que tantas veces había transitado ella misma, sintiendo que, esta vez sí, alguien caminaba a su lado y la rescataba del olvido.

Con la identificación y entrega de los restos de Francisca, la historia deja de ser un susurro vergonzante para convertirse en memoria honrada y reivindicada.

Gracias a la perseverancia de Ana Isabel, la vida de 'Paca la alicantina' vuelve a ser ejemplo de dignidad y coraje frente a la represión.

Su historia puede, por fin, ser contada con nombre, apellidos y eco propio, recordando todas las voces de mujeres represaliadas que, como ella, nunca se resignaron al silencio.