No se entiende que Albert Rivera esté completamente ausente de los actos políticos en los que se ha conformado el nuevo Ejecutivo en la Comunidad de Madrid. Se trata, después del hito de alcanzar la vicepresidencia de Andalucía, de la segunda región en la que la formación liberal ostenta un poder efectivo. Y lo hace, además, en una autonomía del peso simbólico, económico y demográfico de Madrid.

Es sintomático que ni Rivera ni nadie de su núcleo duro -a excepción de Villacís o Girauta, pero sin Villegas, él mismo o Arrimadas- acudieran este martes a la toma de posesión de sus compañeros, en especial cuando Ignacio Aguado ha asumido nada menos que la Vicepresidencia de la Comunidad y Marta Rivera de la Cruz las competencias de Cultura y Turismo como consejera. Ni que decir tiene que Rivera de la Cruz es una de las personas de su entera confianza, y así se ha desempeñado en el Congreso de los Diputados y como responsable de Cultura de los naranjas. 

Plana mayor

Bien es verdad que esta incomparecencia de Rivera -pero también de Inés Arrimadas o de José Manuel Villegas- se explica mejor cuando se comprueba, retrotrayéndonos a estos últimos días, que ni el líder de Cs ni nadie de la plana mayor acudiera a la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso. Aunque esto es algo que en el partido naranja lo podrían justificar en tanto que se trataba el día grande del PP madrileño. Sin embargo, sí que estuvo presente la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, o el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, que lógicamente aprovechó la cita para erigirse como líder efectivo de la oposición a Pedro Sánchez.

Y frente al absentismo de Rivera, el PP se ha volcado en presentar la Comunidad de Madrid como una plaza desde la que acometer el proyecto de renovación del partido emprendido por Casado en la convención del pasado invierno. No por casualidad, la cúpula de los populares -Teodoro García Egea y Cayetana Álvarez de Toledo incluidos- ha respaldado a Isabel Díaz Ayuso en sus días más dulces. 

Centroderecha

Como muestra, otro botón: en la sesión de investidura en la Asamblea de Vallecas, Marcos de Quinto -obviando a Aguado o a Begoña Villacís por sus lógicos cargos institucionales- era la representación de mayor relevancia del partido. No es ocioso recordar que Marcos de Quinto lleva apenas dos meses en el Comité Ejecutivo de Cs, y que su incorporación a la primera línea política se produjo tras la dimisión de nombres como el de Toni Roldán, descontento este porque entendía que la formación se había derechizado.

En poco razonable que Albert Rivera se haya retirado a sus cuarteles de invierno -o de verano- cuando su formación, alejada ya la crisis de las últimas disensiones y tiranteces en la Dirección nacional y en Cataluña, puede vanagloriarse de sostener gobiernos liberales en dos de las regiones más pobladas y con mayor peso específico del país. En el duelo por un espectro tan disputado como el del centroderecha, cualquier resquicio perdido puede ser irrecuperable. Conviene que Rivera lo tenga en cuenta.