La investigación judicial abierta a los radicales de Osasuna al considerarlos una "organización criminal" debería ser el primer paso para desmantelar todos los grupos de ultras que se aglutinan en torno a los estadios de fútbol. Tal y como reflejan las grabaciones del sumario a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, el fútbol es para estos colectivos una burda excusa para organizar disturbios y delinquir.

Bajo la apariencia de peñas de animación, funcionan como bandas organizadas en torno a un líder, con una fuerte jerarquía y códigos internos. Disponen de locales donde preparan sus acciones y donde guardan el material, que incluye cadenas, barras de hierro, palos de madera... 

Interés de los clubes

A los clubes, por lo general, les interesa su participación. Son los más entusiastas a la hora de animar o de presionar a los rivales y a los colegiados, y sus cánticos arrastran al resto, pudiendo convertir una grada fría en una olla a presión. También son los primeros que están dispuestos a seguir al equipo lejos de su estadio. Estas circunstancias llevan a muchos clubes a tolerarlos, cuando no a apoyarlos bajo cuerda.

En algunos estadios empezaron ocupando unos pocos asientos y han acabado por llenar casi un sector entero. Es una situación aberrante, porque supone ofrecer una plataforma a extremistas para que hagan ostentación de su ideología ultra, dando visibilidad y carácter de normalidad a todo aquello que es lo opuesto al espíritu del deporte.

Suena ridículo que no se permita beber una cerveza en un estadio o se esté planteando la prohibición de fumar y, en cambio, se dé vía libre a quienes, mediante las agresiones y la intimidación, tratan de convertir el estadio y sus alrededores en su feudo particular. Es un fenómeno que está provocando que muchos padres descarten llevar a sus hijos al fútbol.

Comportamiento mafioso

No es anecdótico el hecho de que algunos de los encarcelados por violar a una joven en los sanfermines -como es el caso del famoso Prenda- sean miembros de los Biris. Cuando un periodista de EL ESPAÑOL publicó su historia, comenzó a recibir amenazas de muerte al más puro estilo mafioso por parte de miembros de la peña sevillista. Y todavía tenemos muy reciente la muerte de Jimmy, el ultra del Depor que fue arrojado al Manzanares por radicales del Frente Atlético.

Expulsar a los delincuentes y a los violentos de los estadios continúa siendo hoy una asignatura pendiente. El Real Madrid y el Barcelona han conseguido apartarlos. Pero si otros clubes no están dispuestos a hacerlo, deberían intervenir la Policía y la Justicia. El fútbol no puede seguir amparando organizaciones criminales.